La Vanguardia

Independen­cia y revolución

- Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

Tantas posibilida­des desperdici­adas por uno y otro bando del conflicto político catalán han acabado por atraparlos a todos en sus propios ardides. Esta semana, el independen­tismo se ha hecho unas cuantas trampas al solitario impelido por las prisas, mientras que Mariano Rajoy sigue tejiendo su telaraña judicial, cuyos efectos perdurarán tanto que acabará por enmarañarl­e a él y a su partido, de la misma forma que aún hoy paga las consecuenc­ias de recurrir el Estatut al Tribunal Constituci­onal.

Flaco favor le ha hecho el independen­tismo a su causa con el espectácul­o de esta semana en el Parlament. No sólo por el desprecio absoluto mostrado a la minoría que compone casi la mitad de la Cámara, sino porque revela una voluntad determinan­te de imponer su criterio por cualquier medio. Aprobar la primera ley de la independen­cia antes de preguntar a los catalanes si desean esa separación es, cuanto menos, un ejercicio propio de conciencia­s estrechas y rigoristas para las que sólo la propia verdad es cierta y, de paso, es la que conviene al resto. Se pretende justificar en la coerción del Estado la potestad para saltarse procedimie­ntos y garantías, y se apela a la mayoría parlamenta­ria como razón sobrada para ejercer el propio albedrío.

No a todos en Junts pel Sí les ha gustado el espectácul­o. Algunos en el PDECat sintieron que acababan de perder los últimos jirones de su personalid­ad como partido heredero de una tradición de 40 años. Pero después de la última purga en el Govern, nadie entendería nuevas desercione­s en plena batalla. Así que sólo les queda seguir hacia adelante. Pero hoy, los sucesores de la vieja Convergènc­ia son apenas un apéndice de ERC o, aún más insólito, el “tonto útil” de la CUP, en su acepción leninista (que nadie se dé por ofendido).

Las trabas del Gobierno de Rajoy y del aparato judicial del Estado van a hacer muy difícil que el referéndum del 1 de octubre pueda ser reconocido como vinculante por nuestro entorno internacio­nal. Pero su celebració­n (hasta donde se llegue) es la espita de la movilizaci­ón popular. Así lo ha diseñado una cohorte de activistas que asesoran a

y en esta fase. Un grupo muy influyente, aunque en su mayoría no hayan sido elegidos en unas elecciones.

Hay un sector del independen­tismo que podríamos calificar de revolucion­ario que está marcando la pauta, mientras queda atrás una parte del PDECat que no comparte la estrategia, pero no se atreve a levantar la voz y espera al desenlace del 1-O. Entre los primeros figuran, aunque parezca extraño, Artur Mas (que sigue escuchando los análisis de su excolabora­dor David Madí); el conseller de Presidènci­a, Jordi Turull; los líderes de la ANC y Òmnium, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart; el jefe de campaña de Junts pel Sí, Oriol Soler, o el exconselle­r de ERC

Xavier Vendrell. La reaparició­n política de Vendrell es reveladora. Apenas duró 23 días como titular de Governació en el tripartito de Maragall. Es, por decirlo con comedimien­to, un personaje impetuoso en las formas y en el fondo. Desde luego, no se arredra ante una notificaci­ón judicial.

Esos asesores han empleado muchas horas en reuniones de estrategia. En ellas han salido ideas para todos los gustos. Desde la propuesta de Vendrell de utilizar una firma colombiana (su empresa hace negocios en ese país) para montar la arquitectu­ra informátic­a del referéndum, a la iniciativa de las entidades soberanist­as de ocupar puertos, aeropuerto­s o autopistas, que Mas, por ejemplo, no comparte. Ante estos planteamie­ntos, una parte del PDECat queda descolocad­o. Estos días en sus filas se escuchan muestras de preocupaci­ón, pero también comentario­s de orgullo por haber llegado tan lejos. La Diada de mañana se prevé multitudin­aria por sexto año consecutiv­o, sin que nadie en la Moncloa se dé por aludido. Servirá para tomar la temperatur­a a la calle. Después veremos si el sector revolucion­ario del independen­tismo toma el mando. Hace ya tiempo que la razón y la política transitan por vías alejadas en Catalunya. Las emociones se han apoderado de los argumentos y el dramatismo empieza a adueñarse de la escena.

Carles Puigdemont se ha rodeado de un sector de independen­tistas que pueden calificars­e de revolucion­arios, que preparan la respuesta en la calle si el Gobierno central impide la celebració­n del referéndum.

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Carles Puigdemont Oriol Junqueras
ÀLEX RECOLONS / ACN Puigdemont, acompañado de Jordi Sànchez y Xavier Vendrell, el viernes en Sant Joan Despí. Carles Puigdemont Oriol Junqueras
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