La ‘Diada del milió’
En 1977 centenares de miles de personas abarrotaron el paseo de Gràcia para pedir libertad, amnistía y autonomía
Mañana hace cuarenta años que Barcelona vivió la mayor manifestación, hasta aquella fecha, de su dos veces milenaria historia, la de la Diada de 1977, cuando en el paseo de Gràcia y aledaños se reunieron centenares de miles de personas que la prensa cuantificó en un millón y que ha pasado a la memoria popular como la Diada del milió. Pero al margen de su celebración, había estallado la primera crisis política entre las fuerzas catalanas.
En palabras de Salvador Sánchez-Terán, el ex gobernador civil de Barcelona que en aquellos días era el delegado del presidente Adolfo Suárez en las negociaciones para el retorno del presidente Josep Tarradellas, aquella manifestación de 1977 “fue verdaderamente impresionante y demostró ante toda España y ante el mundo la realidad política de Catalunya: la adhesión abrumadoramente mayoritaria de los catalanes a las instituciones que son expresión de su personalidad histórica”, mientras que su sucesor de la plaza de Palau, José M.ª Belloch, “tuvo que contribuir a serenar la preocupación de los mandos de las fuerzas de seguridad”.
Un testimonio que ilustra aquel momento tan especial de la historia de Catalunya y de España. Por un lado, el reconocimiento de que en Catalunya, a pesar del franquismo, seguía bien vivo un sentimiento de pertenencia muy enraizado, profundo y popularmente unitario, y, por otro, los recelos que despertaba esa forma de manifestarse identitariamente en una parte de España. La manifestación constituyó una explosión de alegría y civismo sorprendentes para unos tiempos tan inciertos. Los temores de todo signo que impregnaban la sociedad –hacía nueve meses de la matanza de Atocha– saltaron por los aires aquella cálida tarde de septiembre. Miles de senyeres coloreaban el ambiente mientras se coreaba “Llibertat, amnistia i Estatut d’Autonomia”, eslogan de la Assemblea de Catalunya, junto con la canción L’estaca de Lluís Llach, convertida en himno.
Era la primera gran manifestación autorizada tras la larga noche del franquismo. La del 11 de septiembre de 1976, en Sant Boi, que reunió a 100.000 personas, fue permitida a última hora por el citado Sánchez-Terán para rebajar las expectativas de un éxito tan multitudinario como el de un año después. En el paseo de Gràcia no estuvieron solamente los catalanes de nacimiento, sino que allí se reunieron desde trabajadores del extrarradio de la capital a estudiantes de izquierdas, amas de casa sin más afiliación o ciudadanos anónimos. Allí fueron autonomistas, federalistas, independentistas, nacionalistas o internacionalistas sin apenas saberlo porque entonces la cultura política era muy minoritaria, pero la conciencia de la necesidad de un cambio era general y masiva. Fue, de hecho, el primer estallido colectivo de libertad tras cuarenta años de dictadura.
Tres meses antes de aquella Diada, se habían celebrado las primeras elecciones legislativas en España desde la República. El 15 de junio, la Unión del Centro Democrático (UCD) de Suárez había ganado las elecciones en España. Pero en Catalunya había ganado el PSC (C), que obtuvo el 28,4% y 15 escaños en el Congreso de los Diputados, seguido del PSUC, con el 18,2% y 8 escaños, mientras que la plataforma que lideraba Jordi Pujol, el Pacte Democràtic per Catalunya, se quedó con un 16,8% y 11 diputados, más que la UCD, que, con el mismo porcentaje, sacó 9 escaños. Unió Democràtica obtuvo dos diputados, y Esquerra y AP, el partido de Manuel Fraga, sólo uno.
La izquierda se había alzado con más del 46% de los votos en Catalunya, mientras que en el Senado, la Entesa dels Catalans que lideraba el abogado e historiador Josep Benet copaba las plazas con más de un millón de votos. Una “tremenda victoria socialista y comunista”, según Ramon Trias Fargas, y “un país catalán rojo”, para Sánchez Terán, que encendió todas las alarmas y reactivó la solución Tarradellas que se había iniciado en Madrid el mes de junio anterior, con la sorprendente visita a Suárez del presidente en el exilio. Una iniciativa que durante la celebración de aquella brillante Diada se hallaba en crisis por las diferencias entre unos y otros. En síntesis, en la comisión negociadora para el retorno de Tarradellas, la izquierda quería hacer valer su peso electoral en la configuración
La conciencia de la necesidad de cambio era general tras 40 años de dictadura
Los partidos estaban divididos sobre la futura organización de la Generalitat
de la Generalitat restaurada, mientras que el Gobierno de Madrid y la derecha catalana trataban de hallar una fórmula para capitalizar el retorno del president en el exilio y, con ello, restar fuerza a la izquierda. Y Tarradellas exigía actuar como presidente, sin cortapisas de ningún género. Como no había acuerdo entre unos y otros, el 30 de agosto de 1977, Tarradellas cesó de la comisión negociadora al senador Josep Benet, abriendo una crisis importante entre las fuerzas catalanas y el político en el exilio. Benet había sido un elemento capital en la formación de las organizaciones unitarias catalanas, desde la Taula Rodona, en 1966, hasta la Assemblea de Catalunya, plataforma que reunió la actividad de las fuerzas clandestinas en el tardofranquismo.
Aquella Diada de 1977 se celebró, pues, en un escenario de división sobre la organización de la futura Generalitat, cuyo acuerdo fraguó el siguiente día 28 de septiembre cediendo todas las partes. Pero las huellas de aquella división persistirían en el tiempo, especialmente entre Tarradellas y Benet y, en menor medida como es bien sabido, con Jordi Pujol. Algunos historiadores señalan que aquella manifestación fue el último servicio que la Assemblea de Catalunya prestó al país, porque fue el último acto unitario de las fuerzas políticas de la oposición al franquismo. Una división que, después, se ha mantenido en el tiempo.
El triunfo electoral de la izquierda encendió las alarmas y reactivó la ‘solución Tarradellas’
La manifestación fue el último acto unitario de la oposición al franquismo