Al cole, niños: os vais a enterar...
He visto este verano a hombres curtidos en los cuarteles de Sidi Ifni tirar de carritos con gemelos por calles empinadas de Barcelona, he visto a mujeres maduras cuya belleza la fagocitan niñas de nombre Laia en playas interminables –y no de Normandia–. Y en todas partes he visto una ilusión: ¡que empiece el curso!
Niños y niñas: os vais a enterar esta semana de lo que vale un peine.
A mí ni me va ni me viene pero estoy alucinado con la tiranía con que miles y miles de niños –llamados a ser “la generación mejor preparada” de la historia– han sometido a muchos adultos en el espacio público este verano y me gustaría vitorear el retorno a las aulas y barracones en su nombre (¡cómo van a decirlo ellos si las criaturas son sangre de su sangre!).
Los niños donde tienen que estar es en la escuela, crispando a los profesores que se han pegado el verano padre, chinchando a los compañeros y haciendo preguntas. –¿Qué pasará el 1 de octubre, seño? –¡De París! Los niños vienen de París, Laia, y los trae la cigüeña.
A los niños, creo yo, hay que engañarles y reprimir sus ansías de conocer la verdad en dos palabras, como si los adultos supiéramos lo que es la verdad y en dos palabras. El problema es que engañar a un niño parece tan feo como pegar a un padre cuando es lo más sensato. –¿Por qué te casaste con mamá? –Porque... ¡me moriría sin ella! –¿Y yo qué hago entonces? ¿Tú eres tonto, papá?
A los niños hay que mentirles sin rubor y procurar que se traguen las trolas hasta que tengan edad de engañarse solos, tarea para la que la escuela está más capacitada porque los niños no son nada personal y los ven, espero, listos o tontos, feos o guapos, pesados o plastas, sin mediar los lazos familiares, tan corrosivos para formar personas con criterio.
Además, los niños pierden en la escuela la superioridad moral de la que gozan en el ámbito familiar gracias a la tecnología. ¿Cómo va a cuadrar un abuelo a sus nietos si estos le chulean con el móvil y las redes?
–Laia, ¿tú sabes cómo instalarme una aplicación para ganar amigos que se llama Tinder o algo así?
–Es muy fácil pero si no quieres que me chive a la abuela tienes que venir a ovacionar mi debut teatral.
¿Dónde van a estar mejor los niños que en la escuela, comiéndose los mocos, marraneando el fricandó y chivándose del compañero que les estira de los pelos con la excusa de que tiene vocación de estilista?
Y las calles, nuestras calles, volverán a ser de los adultos, limpias de tiranos, tiquismiquis y resabiados que se hacen los interesantes en los mercados donde preguntan por preguntar, en las terrazas donde yo fumo y desgastan a mamás y abuelas, que no tienen tiempo de nada. Ni de gustarse, por ejemplo.
Ya lo digo yo por ustedes: ¡qué alegría da que los niños empiecen el cole y desaparezcan de las calles!