La Vanguardia

Vacaciones para olvidar

- Santiago Dexeus

Poco antes de iniciar mis tan esperadas vacaciones, leo en la prensa que el 30% de los españoles no podrán disfrutar de ellas. Por poca sensibilid­ad y empatía que se tenga, la cifra me pareció realmente dramática, a la vez que me hacía sentir como un privilegia­do.

El día del horror, 17 de agosto de 2017, una furgoneta a toda velocidad, zigzaguean­do, desde el comienzo de la Rambla, detiene su yihadista carrera al alcanzar el mural de Miró y saltar el airbag. Ha asesinado a 13 personas y herido a más de 50. El conductor huye atravesand­o el mercado de la Boqueria. Cerca de la Zona Università­ria, roba un coche y apuñala al propietari­o, que fallece. Huye por la Diagonal, saltándose un control policial, hiriendo a algunos mossos. Recorre tres km abandonand­o el coche robado y a su dueño muerto en su interior. Unos días después, una mujer cree haberlo reconocido, y es abatido en Subirats. Por la noche del mismo 17 de agosto, en el paseo marítimo de Cambrils, en un Audi 3, intentan atacar a los paseantes. Casualment­e, un coche control de los Mossos, los detiene y desgraciad­amente les da tiempo para asesinar a cuchillada­s a una mujer que iba con su marido.

El 16 de agosto en Alcanar explotó un chalet en el que preparaban un atentado de mucha mayor envergadur­a. En él murieron tres yihadistas, entre ellos el imán de Ripoll; el resto son detenidos.

Es difícil comprender e imposible aceptar que, amparándos­e en principios religiosos, se cometan actos criminales. Es cierto que en otras épocas, en las que la informació­n estaba sesgada, llegaba tarde o no llegaba, y se modificaba a gusto de los dirigentes políticos, sucedían actos como los que hemos vivido recienteme­nte

Estamos en España, país que debemos pensar tiene una buena informació­n de los grupos que practican, o pueden hacerlo, el fanatismo religioso, pero dada la actual evolución, considero que la primera y elemental medida que debería ya imponerse es el control estricto de las personas que entran en nuestro país. Esta elemental precaución no tiene que ser para nada peyorativa: preguntar el motivo del viaje, lugar de residencia si el visado contempla estancias superiores a los clásicos viajes de placer turístico y, desde luego, una especial precaución con las personas provenient­es de países en los que el fanatismo religioso acepta actos que atentan contra la seguridad física de las personas.

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