El mejor amigo del presidente
Los mandatarios comparten su pasión por las mascotas
Emmanuel Macron esperaba hace unos días en las escaleras del Elíseo a los mandatarios europeos y africanos que participaban en la cumbre de jefes de Estado. La formalidad de la escena se convirtió en anecdótica cuando el presidente francés apareció seguido de un perro labrador cruzado con grifón de color negro. Se trata de Nemo, la nueva mascota del matrimonio Macron, de dos años, que han recuperado de un refugio de animales en Tulle y por el que han pagado 200 euros en concepto de adopción.
El Elíseo está acostumbrado a la presencia de perros, y concretamente a los labradores, la raza parece ser favorita de los presidentes franceses desde Georges Pompidou. El antecesor de Nemo fue Philae, una perrita también negra que la Federación de Antiguos Combatientes Franceses de Montreal regaló en el 2014 a François Hollande. Nicolás Sarkozy tuvo dos de color beige, primero Indy y luego Clara. Y el de Jacques Chirac se llamaba Maskou. Pero uno de los más recordados es Baltique, el labrador negro de François Mitterand (el segundo que tuvo), que fue protagonista de seis libros. Además asistió al funeral del expresidente, aunque tuvo que quedarse fuera de la iglesia.
Las mascotas suelen sacar el lado más tierno o simpático de los líderes mundiales. Compañeros fieles, les miman y les conceden todo tipo de caprichos. En el Reino Unido es conocida la pasión que la reina Isabel tiene por sus perros, que son de raza corgi, desde que sus padre le regalaron uno cuando ella tenía 18 años. En la residencia oficial del primer ministro, en cambio, quien mandan son los gatos. Ahora reside Theresa May y anteriormente David Cameron, Tony Blair o Margaret Thatcher... Todos ellos fueron inquilinos de paso en el número 10 de Downing Street, menos el gato que pertenece a la casa. Larry, el felino actual, llegó allí en el 2011 y tiene el cargo oficial de Cazador Jefe de Ratones con una pensión anual asignada. Rufus, en el 1924, fue el primer gato en ocupar dicho cargo. Para ello tuvo que ser aprobado en el Parlamento. Margaret Thatcher los mimaba hasta tal punto que les traía regalos cuando viajaba. Además la policía que vigila la puerta de la residencia tiene la orden de llamar al timbre en caso de que el gato quiera entrar.
La Casa Blanca también está acostumbrada a recibir mascotas, aunque Donald Trump, el inquilino actual, no tenga. La importancia de estas en la historia presidencial de Estados Unidos queda reflejada en un museo creado en el 1999 en Williamsburg (Virginia) y en una página web en el que se recuerda el paso de todas ellas por la residencia presidencial. Hay registradas más de 50, la mayoría perros y gatos, aunque también hay ponis –de Lincoln y Kennedy (Macaroni), que además tenía cinco perros– y una vaca, Ofelia, propiedad de George W. Bush. La última mascota de la lista es Bo, el perro de aguas portugués que adquirió Barack Obama. Pero cuando llegó a la presidencia no tenía y se generó un gran debate en internet sobre cuál era el perro adecuado para su familia y se recogieron solicitudes de mascotas candidatas de todo el mundo.
Los Clinton tenían un perro, Buddy, y un gato, Shocks, que se llevaban fatal y tenían que tenerlos en habitaciones separadas. Shocks, algo más listo, solía instalarse en los lugares de poder de la Casa Blanca: el sillón del despacho oval y el atril de la sala de prensa, incluso a veces jugaba con los micrófonos.
Vladimir Putin también es un
En el Elíseo han reinado los perros labradores y en el 10 de Downing Street hay un gato con cargo oficial desde 1924
gran amante de los animales y tiene varios perros junto a los que se ha fotografiado en numerosas ocasiones.
En España, los presidentes de Gobierno no suelen mostrarse con sus mascotas. A José María Aznar sí que se le descubrió su lado más tierno acariciando a su gato Manolo o a su cocker Zico. Y Mariano Rajoy presentó a su perro Rico en un reportaje televisivo sobre su lado más personal en El programa de
Ana Rosa.