La Vanguardia

Pasolini y el ‘agroqueer’

Llueve en Tàrrega pero no se suspende nada, mientras el nuevo espectácul­o de La Veronal y el cabaret de Rodrigo Cuevas logran una gran acogida

-

La lluvia se paseó ayer por Tàrrega sin causar grandes inconvenie­ntes y sin obligar a suspender ningún espectácul­o. Hizo acto de presencia cerca de la una de la tarde cuando Jordi Panareda, o lo que es lo mismo, Circ Pànic, estaba caminando a varios metros de altura por la viga que unía los peculiares pesos de una enorme balanza, casi un tiovivo que no paró de girar, en la plaza dels Àlbers. El artista aguantó el tipo y parte del público, que no había barruntado nada bueno con el cielo gris que se impuso desde la mañana, sacó los paraguas, y el circo absurdo y poético de Panareda acabó y llevándose un gran aplauso. Además, el creador daba vida en MiraT a una suerte de náufrago y sus alucinacio­nes buscando el equilibrio con barras y la balanza gigante, así que una tormenta tampoco le habría ido mal escenográf­icamente. Pero aunque fue mucha menos agua, sin duda los cielos metalizado­s contribuye­ron a una bastante menor presencia de visitantes en las calles de la habitual en la Fira de Teatre al Carrer.

Una Fira que a medida que pasan los días, y hoy es el último, ha ido eligiendo sus espectácul­os favoritos, como AÜC: El so de les esquerdes, de Carla Rovira y Les impuxibles, sobre las violencias sexuales, diversas y extensas, montaje que ya se vio en La Seca en Barcelona durante el Grec. O un descubrimi­ento como El mundo por montera, de Rodrigo Cuevas, un cabaret imprevisto que conquista al público desde el minuto uno. Cuevas cae en gracia y además es gracioso, acento asturiano incluido y, por supuesto, vestuario imposible incluido: una suerte de mantón de manila oscuro con hombreras exteriores y cadenas varias, y lencería negra de cintura para abajo. Y más abajo aún unas enormes madreñas de madera. Porque si viéndolo uno podría pensar en los ochenta, en la movida o en Freddy Mercury, Cuevas es un Freddy Mercury agropop .O agroqueer. Guitarrita en mano fue desgranand­o coplas y canciones tradiciona­les que hablan de morenas y de mozas y mozos de pueblo varios a ritmos mucho menos tradiciona­les, incluidos el reggaeton, la electrónic­a y mucho glam. Entre tema y tema, humor, ironía y mucha seducción. Baste decir que el público salía comprándol­e merchandis­ing. Éxito total.

También se metió al público en el bolsillo ayer otro peculiar espectácul­o de circo: Breaking point, un montaje simple que buscaba la tensión en los números pero la complicida­d total en los largos diálogos con el público. Alexander Weibel, crecido en España y desde hace diez años en Suecia, explica siempre lo que va a hacer y por qué, su búsqueda de la tensión en cuerdas flojas hechas de hilo de pescar o de papel. Weibel no busca lo imposible: le pone humor, hace que el público se desplace por la sala y, eso sí, crea tensión con la cuerda de papel ardiendo por un lado y siendo regada por el otro. O con un círculo en movimiento para lanzar enormes cuchillos en el que ha colocado dos objetos queridos: el violín que toca en el show y su ordenador portátil abierto y grabando el número mientras gira el círculo, captando así el sonido de los cuchillos que impactan y la tensión del público. Luego proyecta las imágenes. Gran éxito.

Como el que logró también ayer la compañía de danza La Veronal con el poder evocador de su nuevo espectácul­o, Bologna: Pasolini. Un reluciente Alfa Romeo 2000 rojo –como todo en la obra– en el centro de una nave es el punto de partida. Sus dos pasajeros han robado las pruebas que se conservan del asesinato de Pier Paolo Pasolini, el enorme e incómodo cineasta, escritor e intelectua­l italiano. Pruebas que muestran que es imposible que el menor condenado cometiera solo el crimen. A partir de aquí un viaje poético, con danza, música y texto –todos los espectador­es llevaban auriculare­s– por el crimen y por algunas de las ideas del poeta. La danza es el baile sincopado a veces robótico, siempre jugando a desencajar, distorsion­ar los cuerpos, y siempre con calcetines blancos, de La Veronal de Marcos Morau. El texto, las ideas, frases de Pasolini que fugazmente devolvían con fuerza su figura. Frases que dicen que lo suyo no es la indiferenc­ia ni la independen­cia: es la soledad. Frases en las que recuerda que “amo ferozmente, desesperad­amente la vida, y que esa ferocidad, esa desesperac­ión, me conducirán al final”. Sin duda, un profeta. La poesía de Circ Pànic y las imposibles cuerdas flojas de Alexander Weibel conquistar­on al público

 ?? MARTÍ E. BERENGUER ?? Una escena de Bologna: Pasolini, el nuevo montaje de la compañía de danza La Veronal
MARTÍ E. BERENGUER Una escena de Bologna: Pasolini, el nuevo montaje de la compañía de danza La Veronal
 ?? MARTÍ E. BERENGUER ?? Rodrigo Cuevas entre el público
MARTÍ E. BERENGUER Rodrigo Cuevas entre el público
 ?? Justo Barranco
Tàrrega ??
Justo Barranco Tàrrega

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain