Ya sabemos dividir, pero no sumar
Dear Simon: Me alegro de que vengas con la BBC a Barcelona a cubrir el concierto de la Filarmónica de Viena el 14 de enero. Bromeas, supongo, preguntándome si necesitarás un visado catalán. Y me hace ilusión, porque, tras ser colaborador de Europe Today, sólo me habéis llamado por la prohibición de los toros y el cambio del horario para la conciliación familiar (agradecí que ignorárais las paternidades de Dalí).
No vas a necesitar ese visado, porque el independentismo goza de un amplio y constante apoyo social –en las urnas del 47,8%–, que basta para convertirle en el primer problema de España y en la obsesión de Catalunya, pero no para lograr el reconocimiento internacional.
Si lo superara con claridad, la UE tendría que pedir a Madrid que pactara ese referéndum que, por ahora, sólo ha convocado el Govern independentista de forma unilateral.
Unos y otros catalanes somos muchos, pero no suficientes para deshacer este bucle que nos divide casi por la exacta mitad según un sentimiento identitario que atiende más a emociones que a razones.
Por eso agradezco tu “keep calm and carry on”, el mismo que os confortó bajo las bombas de la Luftwaffe y el IRA. Aquí no hay bombas y vamos tirando. El problema es que ya sabemos dividir pero deberíamos aprender a sumar, porque ninguna de las dos partes sabe trascender sus límites con generosidad y por eso seguimos instalados en un día de la marmota que sólo acabará con el mismo realismo que nos sacó del franquismo y nos ha dado la prosperidad para traer a la Filarmónica dirigida por el gran Dudamel.
Preguntas si hay negociaciones. Y las hubo: se habló, de entrada, de reconocimiento mutuo y de que España y Catalunya se aceptaran una a otra en una reforma constitucional: como Estado y como nación. Y sería un buen principio para retomarlas.
El Gobierno ofreció a Catalunya ser “nación cultural” en la Constitución y el independentismo quiso convertirlo en el ingreso de Catalunya en la Unesco y otras cesiones, como selecciones nacionales catalanas como las de Escocia o Gales. El Gobierno se negó. Y el independentismo planeó exhibir músculo en la calle para negociar con más fuerza. Este 1-0 esperan repetir los resultados del 9-N y sueñan con mejorarlos. Para Madrid bastaría con que no pudieran hablar de éxito.
Mientras tanto, esto es una historia llena de ruido y de furia contada por un idiota. Tal vez como yo, pero cada vez somos más los idiotas que queremos esa negociación ya.