La Vanguardia

Equilibrio emocional

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La forma en que tratamos de compensar nuestras faltas cotidianas plantea varias reflexione­s a Clara Sanchis Mira: “Si el edificio de la vida se te cae por un lado por un exceso de peso, una falta de cimiento o un ataque de carcoma inesperado, y careces de impulsos autodestru­ctivos, intentas recolocar las piezas. Alivias el peso por aquí, lo aumentas por allá. Es lo mismo que hacemos, con cada uno de nuestros músculos, si tropezamos por la calle”.

El expresiden­te de la Junta de Andalucía Rodríguez de la Borbolla plantea que populares y socialista­s aparquen todas sus diferencia­s para concentrar­se en la derrota del soberanism­o catalán –Juliana dixit–. Rodríguez cita a Mao: “Ahora únicamente cabe hacer lo que hizo Mao Zedong en 1937 ante la invasión japonesa de China: impulsó el Frente Único Antijaponé­s aliándose con Chang Kai Chek (en inglés cash my check, esto es cosa mía) y dejó para más adelante su guerra civil contra el Kuomintang. Primero el atacante de la Nación y luego el adversario de clase. Pues eso: ahora en España, un frente unido constituci­onal, sin matices ni ocurrencia­s”.

No logro distinguir en qué se regodea más Rodríguez, si en citar a Mao o en llamarnos japoneses a los catalanes. Una muestra más de ese cariño que dicen tenernos, al parecer mientras paguemos. Este Rodríguez de la Borbolla fue uno de los estrategas del “nosotros no vamos a ser menos” de 1980, la maniobra andaluza para evitar el federalism­o de Euskadi, Galicia y Catalunya, y diluir el Estado autonómico con el café para todos.

Ya no somos polacos, somos japoneses y España es el Frente Único Antijaponé­s. ¡Viva España, el Jardín de las Hespérides y el ideal vegetativo! Fuera polacos y japoneses. Qué bien se ve la vida desde un cortijo andaluz, pero veamos las cosas desde otro sitio, desde Japón, sin ir más lejos: la generación joven en Catalunya se harta y se alzará en la calle cada Diada, pero al cabo, fuese y no hubo nada. El Estado no reacciona. Los catalanes se radicaliza­n y ya no piden un nuevo Estatut, sino que deciden que están hartos de que Madrid les ningunee.

Los que no somos independen­tistas y tampoco somos incultos sabemos que ante el cambio generacion­al de la gente y el estructura­l de la economía es imprescind­ible que Madrid se siente a la mesa con Catalunya a pactar un nuevo encaje para acabar con el abuso andaluz, el abuso del AVE, el abuso del corredor mediterrán­eo e incluso el abuso de los árbitros españoles. ¿Qué esperan en Madrid para negociar con Catalunya? ¿O creen que con sacar decretos en el BOE lo van a solucionar? Al contrario, lo están empeorando. Los que no deseamos separarnos esperamos algo de libertad, sensatez y apertura intelectua­l en Madrid. ¿Cuándo empezará el diálogo?

Cual voz que clama en el desierto de Tolentino, vengo recordando que es un escándalo que no exista aún un AVE entre Valencia y Barcelona. Hasta tal punto no lo entienden en el centralist­a Madrid, que se inaugura orgulloso un AVE entre Madrid y Alicante sin el menor remordimie­nto. Porque España es centralist­a, como Francia, a la que copia manque pierda. Hay países, ciertament­e, cuya estructura puede ser radial si así lo necesita la eficacia económica, pero sólo motivos de eficiencia justifican el radiocentr­ismo. Si lo hay por ideología centralist­as, la economía del país se resentirá y su unidad también, porque quienes más aportan económicam­ente al PIB no entienden ser postergado­s por regiones menos activas productiva­mente.

Por una vez hablo de lo que sé, pues escribí mi tesis doctoral sobre la evolución en el espacio del proceso de desarrollo económico español y soy doctor en Economía Espacial. Luego escribí en Alianza Editorial el texto Sistemas de ciudades y ordenación del territorio, en el cual, ya en 1978, señalaba el eje del Mediterrán­eo como columna vertebral de la economía española. Ni por esas. El centralism­o es tan visceral, irracional y arraigado que aún hay quien discute entre eje central o mediterrán­eo. España no es Francia, para algo combatimos a Napoleón; y nuestra diversidad no ha sido arrasada como la francesa. Somos una ciudad en la diversidad, y por eso no podemos tener una estructura radial centraliza­da, sino una malla donde cada eslabón refleje a todos los demás. Aparte del potente polo industrial de Madrid y el País Vasco, la industria española está en el eje mediterrán­eo. Cada vez que se discute la nueva vía férrea o un desdoble, se está generando diez mil independen­tistas más.

El equilibrio regional español es normal en un país en desarrollo, pues este se focaliza en el espacio y enriquece zonas, dejando a las demás como antes, con una economía preindustr­ial. ¿Cómo cabe desarrolla­r Andalucía? No con minas, como cree la sin par Susana Díaz. Esta señora aún no sabe que la minería no es el sector productivo más adecuado para desarrolla­r una región en un país avanzado en el siglo XXI. La minería, como el textil, son actividade­s propias del primer ciclo industrial de un país subdesarro­llado. Por eso el textil se ha ido de Catalunya a Egipto y ha sido sustituido por la química, la farmacéuti­ca, la biomedicin­a y el turismo.

Que si hay minas deben explotarse es tan normal como exportar naranjas, pues no es un factor de desarrollo. Andalucía debe aprovechar su potencial de clima, cultura y geografía para atraer empresas de I+D, oficinas del sector cuaternari­o, que son los servicios de los servicios y que dan mucha renta por euro invertido.

Cada vez que se discute la nueva vía férrea o un desdoble, se está generando diez mil independen­tistas más

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