Antonio Rosas
Fósiles de un niño revelan que tenían un desarrollo neurológico distinto al del ‘Homo sapiens’
PALEONTÓLOGO
Fósiles de un niño neandertal hallado en la cueva del Sidrón, en Asturias, han revelado nuevas diferencias entre el cerebro de los neandertales y de los Homo sapiens en una investigación liderada por Antonio Rosas.
Un niño neandertal que murió con una edad de siete años y ocho meses y que ha aparecido en una cueva de Asturias tenía el cerebro tan pequeño como un niño de cinco años de nuestra especie, según concluye una investigación que se presenta hoy en la revista Science.
El descubrimiento se añade a otros anteriores que habían establecido que los neandertales tenían el cerebro un 10% mayor que los
Homo sapiens, y que además la forma del cerebro es distinta entre ambas especies. Si el nuestro es más bien esférico como una pelota de fútbol, el de los neandertales era más alargado como una pelota de rugby.
Las consecuencias de estas diferencias anatómicas, y del diferente ritmo de desarrollo entre el cerebro de ambas especies, no están claras en este momento. “Es una línea de investigación para el futuro”, declara Antonio Rosas, paleoantropólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) del CSIC en Madrid y primer autor de la investigación.
El niño neandertal es uno de los trece miembros de una misma familia descubiertos desde 1994 en la cueva de El Sidrón, junto al pueblo de Borines (Asturias). La datación del yacimiento indica que vivió hace 49.000 años, antes de que llegaran los Homo sapiens a la península Ibérica.
El análisis de las líneas de crecimiento de los dientes, que permite deducir la edad de una persona de manera parecida a cómo se deduce la edad de los árboles a partir de las líneas del tronco, ha revelado que murió con siete años y ocho meses.
Se ignora la causa de la muerte, aunque sus restos tienen marcas de corte, lo que indica que le arrancaron la carne de los huesos, probablemente para comérselo. En cualquier caso, no murió en la cueva, sino que sus huesos fueron arrastrados a la cavidad por una avalancha o una riada junto al de su madre y el resto de la familia.
El estudio detallado de los fósiles indica que medía 111 centímetros de altura y pesaba unos 26 kilos. “Era un individuo robusto”, escriben los investigadores en Science. “El tamaño de los colmillos y la robustez de los huesos son fuertes indicios de que era macho”.
Se sabe también que era diestro como el resto de su familia; que ya participaba en actividades de adultos como curtir pieles y trabajar fibras vegetales; que utilizaba la boca como una tercera mano para sujetar las pieles y las fibras, lo que dejó una marca asimétrica en sus dientes y ha permitido deducir cuál era su mano dominante, y que sobrevivió a un periodo de desnutrición entre
los dos y los tres años, probablemente al cambiar de dieta tras el destete, lo que dejó una huella permanente en su esmalte dental.
Pero el resultado más llamativo de la investigación es lo pequeño que era su cerebro para tratarse de un neandertal. Tenía un volumen endocraneal de 1.330 centímetros cúbicos, lo que equivale a un 87,5% del volumen endocraneal medio de un neandertal adulto. Por lo tanto, su cerebro aún estaba lejos de haber completado su crecimiento.
Este porcentaje contrasta con lo que ocurre en nuestra especie, en la que el cerebro de un niño de siete años y medio está casi completamente formado y ya ha llegado al 95% de su tamaño final. En los Homo sapiens, un porcentaje de 87,5% corresponde a un niño de entre 5 y 6 años. Por lo tanto, concluyen los investigadores, el cerebro neandertal tardaba más en desarrollarse que el del Homo sapiens.
“Las implicaciones potenciales para la vida social de los neandertales podrían ser importantes”, declaró Antonio Rosas en una rueda de prensa telefónica organizada el martes por Science para periodistas de todo el mundo.
“Es en estas etapas de crecimiento que se adquieren las habilidades sociales”, añadió Luis Ríos, también paleoantropólogo del MNCN y coautor de la investigación.
Uno de los periodistas preguntó si los niños neandertales serían más vulnerables que los Homo sapiens durante más tiempo al tener un desarrollo neurológico más largo. Otro, si los neandertales llegaban a la edad de reproducción siendo cognitivamente más inmaduros. Rosas y Ríos rechazaron entrar en el terreno de las especulaciones. “Aún no lo hemos explorado –contestó Rosas– . Podría ser un próximo paso en la investigación”.
Sí han estudiado, por el contrario, las causas por las que el cerebro neandertal tardaba más en desarrollarse. Según la interpretación que defienden en Science, dado que el cerebro es uno de los órganos que consumen más energía del cuerpo humano, “desarrollar un cerebro grande es energéticamente costoso”, lo cual compite con la energía destinada al crecimiento del resto del cuerpo. Los neandertales, sin
embargo, tenían un cuerpo más robusto que los Homo sapiens, además de un cerebro más grande. Por ello, debían encontrar alguna manera de afrontar este gasto energético. “Extender el crecimiento podía ser una forma de repartir el gasto metabólico. Es como extender el pago de una hipoteca en más años”, explica Rosas a La Vanguardia.
También la columna vertebral presenta un crecimiento más lento en el niño neandertal del Sidrón que en los Homo sapiens. El grado de fusión de las vértebras torácicas y del atlas –la vértebra sobre la que se apoya el cráneo– es equivalente al que tienen los niños de nuestra especie entre los cuatro y los seis años de edad.
La causa de esta maduración tardía de la columna vertebral, que ha sorprendido a los investigadores, es una incógnita. “Le hemos dado muchas vueltas”, reconoce Rosas. A título de hipótesis, lo atribuye al desarrollo de la caja torácica. “Los neandertales tenían un tórax mucho más ancho que el nuestro”, explica el paleoantropólogo del CSIC. Dado que las costillas crecen acopladas a las vértebras, es posible que las diferencias entre ambas especies en el crecimiento de las costillas comportaran un desarrollo diferente de las vértebras.
Los investigadores descartan la explicación alternativa de que el niño estuviera enfermo y sufriera un retraso en el desarrollo de las vértebras o del cerebro, ya que “no hay ninguna evidencia de enfermedad ni de traumatismo”, explica Rosas. El niño estaba aparentemente sano.
Con la excepción de las vértebras y el cerebro, el niño del Sidrón había crecido al mismo ritmo que un Homo sapiens de su misma edad. Los huesos de brazos y piernas habían llegado al mismo nivel de desarrollo. Los dientes también. Y su altura era normal para su edad.
“Hasta hace poco se pensaba que el patrón de crecimiento de nuestra especie era único”, declara Rosas. La idea se basaba en que una infancia larga, con un crecimiento lento, permite adaptarse al elevado coste energético de tener un cerebro grande. Pero “ahora vemos que este patrón de crecimiento es compartido con otras especies”.
Una investigación anterior a partir de fósiles hallados en Atapuerca ya había sugerido que la especie
Homo antecessor tenía un crecimiento lento hace 800.000 años. Por el contrario, un Homo erectus que vivió hace 1,6 millones de años –popularmente conocido como el niño de Nariokotome o niño de Turkana– ya había completado su crecimiento a los ocho años. En conjunto, estos resultados indican que el patrón de crecimiento de nuestra especie surgió en algún momento después del origen de los
Homo erectus y antes del origen de
los Homo antecessor.
DESARROLLO TARDÍO
El pequeño neandertal tenía con casi ocho años un desarrollo cerebral equivalente a un niño de cinco años de nuestra especie
LO QUE SE SABE DEL NIÑO
Era diestro, curtía pieles sujetándolas con la boca, estaba aparentemente sano y murió con su madre
INDICIOS DE CANIBALISMO
Los huesos tienen marcas de corte, lo que indica que le arrancaron la carne, probablemente para comerla