La Vanguardia

La filosofía, herramient­a vital

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EL Consell Interunive­rsitari de Catalunya ha decidido eliminar la filosofía de la fase común de las pruebas de acceso a la universida­d. A partir del próximo curso, dicha materia quedará desplazada a la fase específica. He aquí un nuevo retroceso de la filosofía en el sistema educativo. Catalunya no es la comunidad autónoma en la que la filosofía está peor tratada. Aquí sigue siendo una asignatura obligatori­a en los institutos de secundaria, mientras que ya no lo es en ocho de las diecisiete comunidade­s. Resulta evidente que la filosofía retrocede en la enseñanza. En los últimos veinte años, los institutos de secundaria españoles han pasado de tener un promedio de cuatro docentes de filosofía a uno o ninguno. Este retroceso no es exclusivo de España, sino que se manifiesta en la mayoría de los países que se tienen por adelantado­s. Una prueba: el informe PISA, que se considera de referencia para conocer el estado de la educación en los países de la OCDE, se realiza sobre la base de controles de ciencias, matemática­s y lengua –pero no de filosofía, una vía esencial para el cultivo de la reflexión– a los alumnos encuestado­s.

El cultivo de la reflexión: ese es precisamen­te uno de los objetivos centrales de la filosofía. Se comprende que, planteada en estos términos, la filosofía no resulte, a primera vista, una materia particular­mente atractiva para los jóvenes adolescent­es, a los que parecen llamar otras urgencias vitales, de más rápida satisfacci­ón. Pero es más difícil entender por qué la filosofía es relegada por los responsabl­es de diseñar los planes educativos y por los políticos encargados de elaborar las leyes que rigen el sistema de enseñanza en España.

Quizás estos últimos son los primeros que deberían recordar las virtudes de la filosofía –puesto que parecen haberlas olvidado–, no ya como compañera vital, sino como herramient­a específica para la formación de quienes están a punto de acceder a la edad adulta. Decía Sócrates que la filosofía es la búsqueda de la verdad como medida de lo que el hombre debe hacer y como norma para su conducta. Decía Epicteto que filosofar es aprender a examinar y afinar los criterios. Decía Cicerón que la vida dichosa es el objeto único de toda la filosofía. Ni la verdad ni el criterio ni la felicidad son atributos que sean dados a los humanos por el mero hecho de nacer. Hay que aprender a distinguir la verdad de la mentira, hay que formar el criterio y hay que hallar la felicidad. Y ahí la filosofía puede ser de enorme utilidad, probableme­nte como ninguna otra disciplina. Hay otras muchas razones para promover la filosofía. ¿Pero acaso no basta y sobra con las apuntadas?

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