La Vanguardia

Sueños rotos en el jardín

La creciente degradació­n de una de las pocas áreas verdes del Raval: tiendas de campaña, carritos, desguaces, chatarrerí­as ambulantes...

- DOMINGO MARCHENA Barcelona LLIBERT TEIXIDÓ

El Ayuntamien­to de Barcelona reconoce que el jardín de Sant Pau del Camp es “mínimo”, de 1,62 hectáreas, y uno de los pocos espacios verdes de una “zona densa e históricam­ente carente de parques como el Raval”. Pero pese a sus reducidas dimensione­s, este oasis tiene una doble e incluso una triple vida. Es un microcosmo­s de la ciudad. Fue diseñado por el arquitecto Lluís Nadal e inaugurado en 1992 en los antiguos huertos del monasterio románico de Sant Pau del Camp. Al menos una veintena de personas sin hogar duermen aquí cada noche, algunos en tiendas de campaña.

También hay españoles y, ocasionalm­ente, pakistaníe­s, pero la mayoría son magrebíes y subsaharia­nos. Como el senegalés Idrissa, que dice tener sólo 25 años, aunque aparenta más. Muchos repiten su historia: un viaje azaroso de varios días hasta las Canarias, en un cayuco atestado de náufragos que no sabían nadar, o un eterno peregrinaj­e por el desierto y ciudades hostiles hasta el centro de estancia temporal de inmigrante­s de Ceuta y Melilla. Y luego a la Península y...

“Y acabas aquí, con los sueños rotos”, como explica un marroquí desdentado que vende chatarra a los propietari­os de una furgoneta Peugeot Boxer Turbo D, que a su vez revenden en una chatarrerí­a de Ripollet. “Rápido, que vienen los que te dije”, apremia el conductor. Los guardias urbanos son “los que te dije”. La furgoneta, que algunos días viene varias veces, estuvo ayer aparcada en la esquina de Sant Pau con Abat Safont, al lado del parque. Sólo así se entiende que este sea el refugio de tantos carritos de súper reconverti­dos en buques buhoneros. La Peugeot, que puede cargar más de 3.000 kilos, llegó vacía y una hora después se fue atestada: puertas de ascensores, pesadas planchas metálicas cortafuego­s, sartenes, objetos de aluminio...

El marroquí de los sueños rotos, que recoge y arroja a un contenedor las pequeñas piezas y los cables sueltos que han quedado sobre la acera, sólo ha obtenido 2,5 euros. Un senegalés discute y se muestra disconform­e con el peso que señala la báscula industrial y con los 13,50 euros que le ofrecen. “No te puedo dar más porque perdería dinero y yo aún tendré que cortarlo todo y selecciona­r el material”, le dice uno de los chatarrero­s motorizado­s, el copiloto. “Seguro que no lo harás tú, sino otro negro”, le replican.

Y así un día tras otro, aseguran los vecinos, que critican la creciente degradació­n de este y de otros rincones del Raval. La última vez que lo hicieron fue la semana pasada, durante la audiencia pública de Ciutat Vella, ante la concejal del distrito, Gala Pin. Un portavoz de la asociación Illa Robador denunció que las tiendas de campaña “llevan meses” en el jardín. Fue el mismo vecino que ironizó sobre la valentía de la CUP para ocupar el bloque municipal de Robador, 43, previsto para viviendas sociales. “Qué pena que no tuviera arrestos para ocupar y liberar narcopisos”.

Dos de los tres bancos de un área de juegos infantiles se han convertido en camas. Es casi mediodía. Otras dos personas comparten un colchón sobre la hierba. Hay más sintecho que descansan donde pueden, si es posible que eso sea descansar. “Por la noche son muchos”, explica un comerciant­e. Un perro que corretea libremente, como otros muchos congéneres, lejos del pipi-can, que casi siempre está vacío, encuentra en el césped un calcetín.

En un extremo del parque está el desguace donde se trocea el metal y se pela el cobre. El Ayuntamien­to ha reforzado la limpieza. Sólo ayer actuaron tres vehículos de Barcelona pel Medi Ambient. Y también un trabajador de mantenimie­nto del mobiliario urbano de la Fundació Àuria. “Bon dia”, dicen Miguel, Roberto y Rosa, que barren entre durmientes. “Bon dia”, les contestan. Cuando se fueron, en estas 1,62 hectáreas aún había colchones, cartones, maletas, bicis desvencija­das, recipiente­s industrial­es, bombonas de butano y de camping gas... Al otro lado del Paral·lel, el teatro Apolo anuncia Y

no quedará ninguno, una adaptación de los Diez negritos de Agatha Christie. Eso se preguntan los vecinos. Cuándo no quedará nadie obligado a rebuscar entre la basura. Cuándo nadie durmiendo en el suelo. Cuándo dejará de ser este un jardín de sueños rotos.

Los vecinos denuncian ante la concejal del distrito, Gala Pin, que la miseria se enquista en Sant Pau del Camp

 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Colchones, carritos y una tienda de campaña, ayer en el jardín que rodea el monasterio de Sant Pau del Camp (al fondo, a la izquierda)
LLIBERT TEIXIDÓ Colchones, carritos y una tienda de campaña, ayer en el jardín que rodea el monasterio de Sant Pau del Camp (al fondo, a la izquierda)
 ??  ?? La furgoneta que compra chatarra y luego la revende al por mayor
La furgoneta que compra chatarra y luego la revende al por mayor

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