La Vanguardia

“La revolución más temida es la de la inteligenc­ia”

Santiago Posteguill­o, novelista y profesor de Literatura

- VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 50 años. Nací en València y vivo en Puçol. Soy profesor de Literatura en la Universita­t Jaume I de Castelló. Estoy casado y tengo una hija (11). ¿Política? Diálogo y tolerancia. ¿Creencias? Agnóstico. Los escritores tienden a ser independie­ntes, lo que irrita a los poderes

Me gustan sus novelas de romanos. ¡Gracias! Los romanos son nuestros padres en la lengua, en las leyes, en costumbres... Señáleme alguna. Los romanos empezaron a rubricar en rojo los días festivos .... Otra: la siesta es el descanso que hacían en la hora sexta.

Queremos saber de dónde venimos.

Mire la actual Unión Europea: su precedente fue el imperio romano, cuyo poso sociocultu­ral ha pervivido.

Sin tantos venenos y cuchillada­s.

Con el mismo sexo y corrupción.

¿Qué le llevó a escribir sobre Roma?

Siempre quise contar historias, desde niño. Y de adulto descubrí que la historia de Roma nos ofrece grandes recursos novelescos.

¿Quién le inoculó esa vocación?

En casa había libros... De niño escribí un cuento. Lo leí en voz alta, y se rieron: repetía mucho la palabra “entonces”. ¡Me piqué!

Susceptibl­e.

Aquello me espoleó a hacerlo mejor. Escribí, escribí, logré una beca para estudiar Literatura Creativa en Estados Unidos...

¿Qué recuerda de aquello?

Un curso de Literatura Étnica del profesor Hamlet: era afroameric­ano y se desternill­aba con chistes racistas sobre negros. Y él replicaba con chistes sobre blancos.

¿Muy incorrecto­s?

¡Denigrator­ios! Hamlet sostenía que el racismo termina allí donde ya no hace falta ser políticame­nte correcto. ¡Me dio que pensar!

Muy interesant­e...

Un día analizamos el ensayo de un hispano que aconsejaba renunciar a la cultura propia para asimilar bien la anglosajon­a. Critiqué la tesis, y pregunté a Hamlet qué pintaba ese libro en su curso de Literatura Étnica...

¿Y qué le respondió?

Me dijo una frase que supuso un antes y un después en mi vida: “Porque no sólo hay que leer aquello con lo que se está de acuerdo”. Pocas veces he aprendido más con menos.

¿Y lo de los romanos?

Cuando me tumbaron como aspirante a ocupar la cátedra de Literatura de la Universita­t Politècnic­a... me dolió y me piqué mucho.

¡Otra vez!

La rabia bien encauzada es una poderosa fuerza, y me empujó a escribir El Africano, sobre Escipión, ya que tantos escribían sobre

Aníbal. Me salió una trilogía, y luego otra trilogía, sobre el emperador Trajano...

¿Qué episodio querría relatar ahora?

Numancia. Resistió veinte años y un asedio de 400 días. Si nuestro año empieza en enero es porque Roma modificó su calendario para que las legiones consulares llegasen a Numancia en mayo, y no en invierno.

Consigue transporta­r al lector...

Todo está documentad­o. Y lo que no pone la historia, lo pongo yo... ¡Pero consiguien­do que sea irrebatibl­e, que encaje!

Escribe también libros sobre peripecias de escritores.

El escritor tiende a ser independie­nte, ¡y eso irrita al poder! Mire a Bulgákov...

¿Qué?

Le dijo a Stalin en una carta: “La lucha contra la censura es mi deber de escritor, y exigir prensa libre”. Y Stalin le silenció.

Pagó cara su independen­cia.

Y Concha Espina, que por ser republican­a y católica recibió de los dos lados. O Imre Kertész, que describió los campos nazis y le llamaron antisemita por decir que había judíos que ayudaban a los kapos; y luego el Gobierno de su país, Hungría, le discriminó ¡por judío!

Debió de criticar al gobierno.

Ahora mismo el poder ya no quema libros, es más sutil: ahora recorta subvencion­es a biblioteca­s, se carga la filosofía, la historia, el griego, las humanidade­s... ¡La revolución más temida es la de la inteligenc­ia!

Cuénteme el caso de otro escritor.

La novelista Pearl S. Buck, criada en China: expulsada por los maoístas, llega a Estados Unidos y la acusan de espía maoísta...

Se interesa usted por muchas escritoras muy poco conocidas.

Porque están ahí, y seguimos sin querer verlas, las discrimina­mos, siendo muchas de ellas escritoras sublimes. La poeta Safo...

De la isla de Lesbos.

Ella sufrió cuatro discrimina­ciones: por su griego arcaico, por ser pagana, por ser homosexual y por ser mujer. El papa Gregorio VII mandó sus poemas a la hoguera... ¡Y aun así ha conseguido llegar hasta nosotros!

Descúbrame a alguna otra gran escritora poco conocida.

En el siglo XIV, Cristina de Pizón, una viuda que se ganó el sustento de sus hijos escribiend­o memorias a nobles y reyes: ¡la primera escritora profesiona­l de la historia! Y protofemin­ista, con La ciudad de las damas.

No la conocía...

¿Y a Julia de Burgos? Esta poeta portorriqu­eña murió pobre y sola en una calle de Harlem, ¡y tiene la categoría de Lorca!

Vidas machacadas ....

Pero Bulgákov triunfa sobre Stalin cada vez que alguien abre las páginas de El maestro y

Margarita. Y cada vez que leemos a Safo, ella triunfa. Todos los escritores condenados triunfan cada vez que los leemos.

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KIM MANRESA

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