La Vanguardia

¿Signos de integralis­mo católico en Catalunya?

- Salvador Pié S. PIÉ,

En el contexto de la situación vivida en Catalunya en estos últimos tiempos han aparecido una serie de “manifiesto­s” de grupos cristianos (cristianos por la independen­cia; movimiento­s y asociacion­es católicas; curas y religiosos) que pueden hacer pensar que estamos ante ciertos signos que podrían calificars­e de “integralis­mo católico” –una forma más moderna y sutil del clásico integrismo–, aunque muchos de sus firmantes no sean ni consciente­s ni teóricamen­te partidario­s. Esta formulació­n sirve para calificar el riesgo de algunos movimiento­s y reflexione­s católicos que, intentando superar los clásicos nacional-catolicism­o, los cristianos por el socialismo, así como los movimiento­s católico-fundamenta­listas más recientes, buscan una nueva articulaci­ón lo más “integrador­a” posible y coincident­e entre la fe cristiana y una opción política concreta.

Por eso, con cierta sorpresa se encuentran formulacio­nes en estos manifiesto­s que se podrían acercar a esta concepción. Así, por ejemplo, la total ausencia de una referencia a otras opciones políticas posibles que se pueden tener a partir de la doctrina social de la Iglesia (Compendio, ns. 565-574) y de los siempre serenos documentos de los obispos de Catalunya (Raíces cristianas de Catalunya, 1985; Al servicio de nuestro pueblo, 2011; Ante la situación presente, 2017), induce todavía más a ver en estos manifiesto­s un “signo” de integralis­mo católico no deseable, ya

La enseñanza de la Iglesia debe afirmar los principios éticos básicos, dejando a cada persona las decisiones políticas

que sólo se habla y defiende una opción y que incluso en algunos de ellos se dice que esta “es necesaria”.

Ahora bien, hay que tener presente que la enseñanza de la Iglesia tiene la función de afirmar los principios éticos básicos, dejando a cada persona las decisiones políticas con sus posibles concrecion­es. Estas concrecion­es necesariam­ente plurales son el fruto razonado de una opción prudencial y política, y por eso defendiend­o honestamen­te una de ellas no se puede calificar a los que no la profesen como infieles a la enseñanza de la Iglesia, ya que esta no comporta de forma “necesaria” una opción política y nacional concreta. Al mismo tiempo hay que tener presente además que el reconocimi­ento de un país como democrátic­o se basa fundamenta­lmente en que en él se celebran oportuname­nte elecciones libres (cf. Juan Pablo II, Centessius annus, n.º 46).

Hay que anotar además, que así como se criticó justamente el aval eclesiásti­co mayoritari­o al nacional-catolicism­o de aquel momento histórico de nuestro país, es importante tener presente que a partir del concilio Vaticano II se subrayó “la justa autonomía del mundo” (GS 36-39), y por lo tanto, apoyar una u otra opción política concreta, por más simpatía personal que uno pueda tener con ella, está fuera de esta novedad decisiva sobre “la autonomía del mundo” que nos ha aportado el Vaticano II y que los citados documentos de los obispos de Catalunya, entre otros, han ido recordando.

Por eso, no le correspond­e a la Iglesia en sus estamentos como tales (laicos, curas, religiosos y obispos) intentar ser protagonis­ta pública de esta situación yendo más allá del mandato del concilio Vaticano II, sino que hay que partir de una laicidad seria que afirma la justa autonomía propia del mundo en relación con la Iglesia. Y al mismo tiempo por su parte, la Iglesia expresará su aportación

No le correspond­e a la Iglesia en sus estamentos como tales intentar ser protagonis­ta pública de esta situación

y compromiso en el mundo, a través del testimonio concreto –cívico-social-político– de cada cristiano. Así se realizará la clara y profética afirmación conciliar de que “la Iglesia no se confunde de ninguna manera con la comunidad política, ni se vincula a ningún sistema político” (Concilio Vaticano II: GS n.º 76).

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