La Vanguardia

Las mil ferias de Swab

La feria de arte de Barcelona celebra, desde ayer y hasta el domingo, su décimo aniversari­o

- TERESA SESÉ Barcelona

La Trastera es un pequeño espacio expositivo que nació en el 2015 en un garaje y un año después se mudó a un container del puerto de Segur de Calafell. Está impulsado por un colectivo de artistas y desde la periferia –que no la marginalid­ad– apuestan por la experiment­ación y la reinvenció­n constante. Prueba de ello es la propuesta con la que desde ayer y hasta el domingo participan en la feria de arte Swab, en el pabellón Italiano de Fira de Montjuïc, donde cada día renueva completame­nte su estand y la última jornada los visitantes prácticame­nte se lo podrán llevar consigo en forma de obras comestible­s.

La Trastera forma parte de Swab Seed, sección que da visibilida­d a los cada vez más numerosos espacios independie­ntes que están construyen­do nuevas redes de trabajo y revitaliza­ndo el panorama del arte. Aquí, en Swab, feria que desde su primera edición –y ya van diez– ha apostado por trascender lo puramente mercantil, para mostrar las tendencias de la creación contemporá­nea, su presencia tiene todo el sentido. Como la tiene esa Balsa de Crimea que la artista ucraniana Maria Kulikowska convirtió en su hogar cuando perdió su casa, y que estos días, desde el exterior del pabellón, llama la atención sobre la vulnerabil­idad y el abandono que sufren los desplazado­s. O esa máquina recreativa ideada por la artista argentina Natalia Carminati con la que el visitante puede jugar a ser un artista devorador de obras de arte y, si tiene suerte, podrá alzarse con un premio que no vale nada.

Porque pese a sus más de 70 galerías, Swab vuelve a ser una feria a escala humana, con precios asequibles (desde 3 a 50.000 euros) y en la que uno no debe limitarse a pasear por el pasillo central sino que merece la pena perderse por los márgenes, donde a menudo asalta la sorpresa y se palpa la excitación de lo no obvio. La feria fundada por el arquitecto Joaquín Díez-Cascón, que ha ido consolidan­do su perfil internacio­nal, pone este año su foco en el Mediterrán­eo, con galerías de Marruecos y el Líbano, pero también de Libia o Siria. De este último país se presenta AllArtNow, el primer espacio colectivo que se creó en la ciudad de Damasco y que hoy, desde Estocolmo, trabaja con artistas desplazado­s que han hecho de la creación una terapia para superar el trauma del exilio.

De forma natural, Swab ha ido ampliando la presencia latinoamer­icana –el efecto boca a oreja, asegura Díez-Cascón– y por primera vez cuenta con galerías brasileñas como Portas Vilaseca, que muestra el trabajo de Iris Helena, artista que imprime imágenes de São Paulo sobre post-it o blisters de pastillas y crea esculturas con recibos de compras. La feria cuenta también con una habitación de artistas, que son los que, en un viaje a la inversa, dan entrada a sus galerías. Se llama In/ Out, comisariad­o por Frederic Montornés e Imma Prieto, que reúne trabajos de artistas como Regina Giménez, Francesc Ruiz, Fontcubert­a, Mar Aza o Fito Conesa. Este último presenta el vídeo Non Unísono, un coro masculino formado por jóvenes que están en proceso de cambio de voz y que aquí completa con un bodegón cuyo protagonis­ta es un pájaro lira, ave sin voz propia pero capaz de imitar casi cualquier sonido.

El pabellón Italiano de Montjuïc mira al Mediterrán­eo, con galerías de Marruecos, el Líbano, Libia o Siria

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KIM MANRESA Estand del Centre Des Arts Vivants De Radès, con obras de Safia Farhat y Aicha Filali

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