Australia eleva la presión sobre el cardenal Pell, acusado de pederastia
El purpurado es el máximo jerarca católico al que se atribuyen abusos sexuales
La justicia australiana pretende llegar lo más lejos posible para aclarar si el cardenal George Pell, exarzobispo de Sydney, cometió o no abusos sexuales contra menores cuando era sacerdote. Pell, de 76 años y en excedencia como superministro de Economía del Vaticano, es el máximo jerarca de la Iglesia católica a escala mundial al que se atribuyen casos de pederastia, aunque él siempre ha expresado su inocencia.
Pell, que sufre problemas de salud, está viviendo un auténtico calvario en cuanto a imagen y reputación. Hace sólo unos años hubiera sido impensable que un prelado de su rango experimentara tamaña humillación pública y se sometiera a la justicia civil. La Iglesia lavaba en casa los trapos sucios y no solían salir a la luz, por vergüenza y por un reflejo milenario de autoprotección. Las cosas empezaron a cambiar ya con Benedicto XVI, al destaparse en toda su virulencia miles de abusos. Ante el escándalo en la opinión pública, se hizo inevitable reconocerlos, castigarlos con severidad y tratar de evitar que se repitieran. Con Francisco esa política del Vaticano se ha reforzado.
El cardenal australiano, un hombre corpulento que se ganó el apodo de Big George, compareció de nuevo en una audiencia judicial en Melbourne que se prolongó durante 20 minutos y en la que, según sus abogados, no fue necesario que se declarara ni inocente ni culpable. Pell pasó sin decir palabra, escoltado por la policía, ante una multitud de periodistas, manifestantes contrarios que le abucheaban y también personas que le mostraban su apoyo. La próxima cita será el 5 de marzo del 2018. Durante cuatro semanas, desfilará una cincuentena de testigos cuya versión de los hechos debe sustanciar las acusaciones o desmontarlas. Será entonces cuando se decidirá definitivamente llevarlo a juicio o no.
Las acusaciones concretas no se han desvelado oficialmente, pero se sabe que hacen referencia a tocamientos a menores y a mostrarse desnudo ante ellos en vestuarios. En círculos del Vaticano no hay consenso todavía sobre si tales acusaciones tienen una base muy sólida o se trata de exageraciones interesadas para dañarle. Lo cierto es que, antes de ser acusado él mismo de comportamientos de pederasta, Pell ya fue acusado de encubrir a curas abusadores.
La persecución judicial a Pell conlleva, inevitablemente, sospechas sobre si ha sido víctima de un ajuste de cuentas interno por el rigor que quería imprimir en la administración financiera de la Santa Sede. Sin duda el cardenal australiano se ha ganado muchos enemigos en la curia. El control financiero ha vuelto a la secretaría de Estado, donde estuvo siempre. No parece probable que, tras el zarandeo judicial y a su edad, Pell pueda volver a Roma y recuperar el cargo. Francisco, a principios del verano, decidió concederle una excedencia para que se trasladara a Australia y se concentrara en su defensa. Antes de partir, en una comparecencia de prensa en la que no contestó a preguntas, el cardenal lamentó ser objeto de una “campaña de difamación” y negó cualquier actitud impropia con menores de edad.
Los países anglosajones han sido estos años mucho más duros que los latinos en la denuncia pública de la pederastia eclesial y en su persecución. Estados Unidos, Irlanda y Australia han llevado la delantera. El Vaticano, bajo Joseph Ratzinger, fue a remolque.
La audiencia judicial en Melbourne coincidió con una intervención en el Vaticano de Francisco ante el congreso internacional sobre la dignidad del menor en el mundo digital. El Pontífice denunció “los fenómenos gravísimos” que se dan en la red. Habló de la extorsión sexual, el sexting (mensajes de contenido pornográfico) y otros delitos a los que están expuestos los menores. Francisco condenó “los crímenes horrorosos” de organizaciones online
Contra el eclesiástico, titular de Economía del Vaticano y ahora en excedencia, declararán 50 testigos
que se dedican al tráfico de personas y la prostitución, y que incluso se permiten divulgar imágenes de violaciones y de actos de violencia contra menores.
Francisco no podía dejar pasar la oportunidad sin hacer una profunda autocrítica en nombre de la Iglesia católica. Admitió que en los últimos años han salido a la luz “hechos gravísimos de los que hemos debido reconocer la responsabilidad ante Dios, ante las víctimas y ante la opinión pública”. Según Bergoglio, precisamente por las “dramáticas experiencias” vividas por la Iglesia, por su esfuerzo “de conversión y purificación”, aquella siente el deber de comprometerse cada vez más en la protección de los menores y de su dignidad, no sólo en el interior de la Iglesia sino en toda la sociedad y en todo el mundo.