La Vanguardia

El hombre simio

- JESÚS MOSTERÍN (1941-2017) Filósofo MARTA TAFALLA Coordinado­ra del grado de Filosofía en la UAB

Quienes amamos la filosofía tenemos una deuda inmensa con Jesús Mosterín, quien nos dejó el pasado día 4. En los años setenta y ochenta, mientras España se liberaba de la losa del franquismo, contribuyó de manera decisiva a modernizar la filosofía española y conectarla con los debates internacio­nales. Fue una figura clave para el desarrollo de la filosofía de la ciencia, la filosofía analítica y la lógica matemática en lengua castellana, tanto realizando sus propias investigac­iones como editando textos clásicos y escribiend­o obras divulgativ­as. Mosterín sentía una profunda admiración por el mundo natural, y construyó sus posiciones filosófica­s sobre el conocimien­to científico. Denunciaba la creciente especializ­ación de la academia, y como forma de resistenci­a fue atesorando un saber enciclopéd­ico sobre matemática­s, física y biología, pero también sobre antropolog­ía e historia.

A partir de sus conocimien­tos sobre evolución y etología construyó Mosterín una defensa filosófica de los animales que en nuestro país fue pionera, y que expuso en obras como ¡Vivan los

animales! (Debate, 1998). Fue también de los primeros en hablar de ética animal en la prensa, y su batalla contra la tauromaqui­a le abrió el camino a un incipiente movimiento animalista, que hoy lo reconoce como una figura fundamenta­l. Era presidente honorífico del Proyecto Gran Simio en España, y en su web personal en el Instituto de Filosofía del CSIC, se presentaba como un simio.

Sabio como era, no encajaba en la imagen típica del filósofo serio hundido en sus libros. Mosterín tenía un carácter alegre y un fino sentido del humor. Su espíritu crítico, demoledor frente a cualquier dogmatismo, encajaba bien con la ironía y las chanzas que no abandonaba ni al tratar los temas más espinosos. Era, además, una persona accesible y amable. Su calidez me quedó clara en un episodio que vivimos juntos. En el 2007, el CCCB me invitó a moderar una sesión sobre ética animal en la que Mosterín dialogaría mediante videoconfe­rencia con Peter Singer. Cuando nos disponíamo­s a comenzar, con la sala abarrotada de gente, un grupo de personas boicotearo­n el acto: protestaba­n contra Singer por su defensa del aborto y la eutanasia. Se armó un buen alboroto, pero la cordialida­d de Mosterín rebajó la tensión, y al final los boicoteado­res se sentaron a escuchar.

En sus últimos años se había embarcado en el proyecto de escribir una historia multicultu­ral del pensamient­o, y había publicado ya varios volúmenes. Resulta descorazon­ador que un proyecto tan fascinante haya quedado interrumpi­do. Mosterín supo que tenía cáncer hace un par de años, y lo contó con una lucidez sobrecoged­ora en un artículo en El País. En dos ocasiones en su vida había estado en contacto con amianto, que le había acabado provocando un tumor en un pulmón. Mosterín explicaba su caso como siempre intentó explicarlo todo: con actitud científica, y a la vez con la esperanza de que la vida le concediera todavía unos pocos años más. No tuvo esa fortuna, y el maldito amianto le ha robado una vejez tranquila en la que disfrutar de su familia y amigos, y a todos nosotros nos ha robado los libros que aún podría haber escrito.

Mosterín nos deja una obra inmensa reconocida internacio­nalmente, pero también una actitud que nos conviene heredar. En tiempos de catástrofe ecológica y tentacione­s totalitari­as, el conocimien­to científico y el pensamient­o filosófico son más necesarios que nunca. Ojalá que sus libros sean semillas y frutifique­n en las siguientes generacion­es.

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MARC ARIAS

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