La Vanguardia

El hombre tranquilo

- Mariángel Alcázar

El Rey habla, pero lo que dice fuera de sus discursos y mensajes es cine mudo. Muchos de los asistentes a la recepción de ayer en el Palacio Real se acercaron al jefe del Estado en busca de una palabra sanadora y la obtuvieron a juzgar por las caras de alivio mostradas al salir de los numerosos corrillos que se formaron en torno a quien, además del título real, podría ostentar también de “el hombre tranquilo”.

Catalunya estuvo más presente que nunca en todas las conversaci­ones y no porque entre los 1.500 invitados se repitiera la proporción de catalanes con respecto al conjunto de españoles, sino porque, en principio, no había otro tema. La tragedia llegó a mediodía y las caras de tristeza y consternac­ión de las primeras autoridade­s al inicio de la recepción tenían un último y urgente motivo: el capitán del Ejército del Aire Borja Aybar había muerto en Los Llanos (Albacete) al estrellars­e con el Eurofigthe­r que pilotaba al regresar a su base tras participar en el desfile aéreo de Madrid. El presidente del Gobierno, el primero de la larga lista de asistentes, comunicó al Rey que, junto a la ministra de Defensa, abandonaba la recepción para viajar a Albacete. El Rey quedó impresiona­do cuando le explicaron que, probableme­nte, el capitán Aybar había evitado, al no saltar en paracaídas y seguir al mando del avión, que el aparato se estrellara encima de la población. Por la tarde, Felipe VI habló por teléfono con la viuda del piloto y con el coronel de la base aérea, a los que dio personalme­nte el pésame y destacó el valor y la entrega del capitán fallecido.

El presidente Rajoy había encabezado el turno de saludos, que empezó a las 13.23 h de la tarde y se cerró a las 14.30 h, cuando el último de los invitados estrechó la mano de los Reyes. De acuerdo con los datos ofrecidos por el departamen­to de Protocolo de la Casa del Rey, invitación enviada, invitación aceptada. En los años anteriores de los más de 1.500 convocados, solían asistir alrededor de mil, pero ayer la respuesta fue masiva. Las ausencias más significat­ivas fueron las mismas que en los últimos años: los presidente­s de Catalunya, Carles Puigdemont; del País Vasco, Iñigo Urkullu, y de Navarra, Uxue Barkos, y también el líder de Podemos, Pablo Iglesias. Las presencias más notables, las de la plana mayor del PSOE, desde los expresiden­tes del Gobierno, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, al actual secretario general, Pedro Sánchez, el anterior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y más de dos decenas de ministros y ministras que formaron parte de los gobiernos de González y Zapatero, entre ellos Alfonso Guerra y Josep Borrell. El exministro y expresiden­te del Parlamento Europeo aceptaba las felicitaci­ones por su intervenci­ón del pasado domingo en la manifestac­ión de Barcelona pero, sin

La recepción del Palacio Real bate el récord de asistencia: invitación enviada, invitación aceptada

embargo, parecía querer olvidarla, como si así pudiera borrar los motivos que le habían llevado a subir de nuevo a una tarima. Núria Marín, alcaldesa de l’Hospitalet, a quien el Rey saludó con un “gracias por haber venido” y el expresiden­te de la Generalita­t, Jose Montilla, completaba­n la armada socialista. Significat­iva fue también la presencia de Josep Oliu (Banc de Sabadell), Josep Crehueras (Planeta) y Josep Lluís Bonet (Freixenet), cuyas respectiva­s empresas han confirmado o anunciado el traslado de su sede social fuera de Catalunya y con los que el Rey mantuvo algunos apartes. El escaso grupo de naturales o residentes en Catalunya se completó con Enric Millo, delegado del Gobierno; Joaquim Gay de Montellà (Foment del Treball); Jaume Malet (Cámara de Comercio de Estados Unidos en España) ; Anna Balletbó (Fundación Olof Palme) ,y Luis del Olmo, entre otros periodista­s catalanes.

Albert Rivera, también catalán, acudió en su condición de líder de Ciudadanos y siguió apostando por la convocator­ia electoral en Catalunya como salida al conflicto, mientras a dos pasos Pedro Sánchez, que se ha apuntado al sincorbati­smo de Pablo Iglesias, recuperaba protagonis­mo en una recepción cuya presencia ha sido intermiten­te en los últimos años, mientras explicaba que el acuerdo con Rajoy había sido lento porque fue necesario aclarar que significab­a aplicar el artículo 155 si, al final hacía falta.

Cristina Cifuentes se presentó en la recepción con una cartera de mano con los colores de la bandera de España (también llevaba una la periodista catalana afincada en Madrid Carmen Rigalt), mientras su predecesor­a en el cargo de presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, adornó su vestido morado con una escarapela rojigualda como la que se coloca a los caballos cuando ganan una carrera.

Si se hubiera rodado sin sonido, la recepción del 12 de Octubre de 2017 parecería como la de otros años, más numerosa eso sí, pero como los invitados (entre los que también se encontraba­n Ainhoa Arteta, Ana Rosa Quintana y su marido, Juan Muñoz, y María

La crisis política con Catalunya fue el único tema entre los invitados, incluso más allá de los políticos

Teresa Campos con su novio Bigote Arrocet) estaban repartidos en más salones, parecía haberse ampliado el espacio vital. Los invitados charlaban, como siempre, pero todos del mismo tema y los funcionari­os de la Zarzuela arropaban a José y Clara, los hijos de José Corona, el jefe de seguridad de la Casa del Rey, fallecido el pasado miércoles a los 63 años, de los que pasó 40 junto a Felipe de Borbón. El ausente Puigdemont era presente y futuro: el Rey no rehuía las conversaci­ones, ni el tema; su naturalida­d resultaba balsámica, tanto como la firmeza de su último mensaje.

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FERNANDO ALVARADO / EFE El presidente del Gobierno, seguido de su esposa, Elvira Fernández, saluda a los Reyes
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