Mehretu retrata el caos y los borrones del siglo XXI
La artista etíope expone 90 obras en el Centro Botín
Del orden al caos. De lo geométrico a lo orgánico. De la utopía a la distopía. De la luz a la oscuridad, aunque con grises que siempre abren “oportunidades”. Así puede describirse la evolución pictórica de la etíope y estadounidense Julie Mehretu, y de hecho así la explicaba ella al presentar la retrospectiva de su obra que desde ayer y hasta el 25 de febrero se expone en el Centro Botín de Santander. Son treinta grandes cuadros y sesenta dibujos agrupados en dos plantas del recién inaugurado edificio de Renzo Piano; obras abstractas con trazos, técnicas y coloraciones de lo más variable pero siguiendo líneas y épocas perfectamente identificables y acordes con las distintas etapas y escenarios de los “tiempos convulsos” –dice ella– que retratan.
En los grandes lienzos de varios metros colgados en el segundo piso, todos ellos bañados con la generosa luz natural procedente de las fachadas de cristal que dan a la bahía y la ciudad, unas veces mandan el trazo fino a base de pequeñas marcas, líneas rectas, semicírculos y cuñas, en ocasiones con mucho blanco y negro combinado con salpicones de color pero a menudo con una verdadera explosión cromática; otras veces, en cambio, los trazos son de pincel grueso y la coloración algo sombría, con formas irregulares que no pueden describirse. En las piezas tituladas Palimpsesto e Invisible lines, así como en parte de los dibujos de la primera planta, abundan los rastros de lo que parecen mapas y estudios de arquitectura. Pero ya en otras pinturas posteriores aparecen lo que semejan restos de cuerpos humanos y miembros. Y, lejos de toda geometría o estructura arquitectónica, el fondo lo componen fotos difuminadas. Es el caso de la serie Conjured parts, donde las imágenes pueden aludir a la catástrofe humana en Siria o a una manifestación de ultras en Dresde.
Un elemento esencial en buena parte de las obras de Mehretu son los borrones, nunca casuales. La artista descubrió su fuerza expresiva al ejecutar un cuadro que acabó titulando Palimpsesto, nombre dado a los manuscritos con huellas de una escritura anterior borrada artificialmente. El término estuvo a punto de titular la exposición de la afroamericana en el Botín, llamada finalmente Una historia universal de todo y nada. “Cuando borré una parte del cuadro que estaba haciendo quedó un rastro muy interesante”, recordaba Mehretu en la presentación de la muestra. Había encontrado, mediante el uso deliberado del borrón y su alternancia con una y otra capa de pintura y marcas, la manera idónea de representar los ciclos de la historia y la percepción que de ella tenemos; el modo abstracto de explicar cómo los acontecimientos se desvanecen al tiempo que dejan una señal en la memoria, una señal con frecuencia difusa y en todo caso invisible.
Seríapretenciosoirmásalláenel intento, de por sí ilusorio, de contar con palabras lo que Mehretu narra o más bien sugiere en abstracto. Sobretodosiyaenelcatálogodelaexposición un escritor de la talla del francolibanés Amin Maalouf lo hace con la mayor elegancia: “Julie Mehretu –dice el novelista– insufla armonía en el caos de nuestro tiempo. Doma la ferocidad del mundo, confiriéndole gracia y dignidad. Tal es en todo caso la impresión que produce espontáneamente su pintura en los espectadores deslumbrados que somos”.
La pintora, por su parte, va al grano de las motivaciones ideológicas que mueven su mano sobre el lienzo. Ante la prensa, Mehretu se lamentó de “los problemas que no afrontamos años atrás” y que, como el polvo que da lugar al lodo, han acabado derivando en reacciones proteccionistas como el Brexit del Reino Unido o los excesos de los redivivos ultras en gran parte de Europa. “La evolución de las primaveras árabes y los movimientos sociales en Brasil, México, Estados Unidos o el norte de África (años 2011 y 2013) hicieron que mi pintura evolucionara hacia la oscuridad”, señaló.
Fue mucho antes de esas fallidas revueltas, a principios de siglo, cuando el hoy director artístico del Centro Botín, Benjamin Weil, quedó “deslumbrado” al descubrir la obra de Mehretu en el Withney de Nueva York. “En aquel momento, después de unos años ochenta y noventa con unos artistas en general aburridos,viaquelloymedije:‘¡Por fin, alguien que habla de lo que está pasando en el mundo!’”, recordaba Weil a La Vanguardia, atribuyendo a la etíope nada menos que la “reinvención del idioma de la pintura”. El comisario de la exposición, Vicente Todolí, no se quedó atrás, y asignó a Mehretu una creativa paradoja: “Borrando construye y construyendo destruye”.
La pintora alterna pintura y borrado para representar los ciclos de la historia y su efecto en la memoria