Ligereza marca Soderbergh
La suerte de los Logan Dirección: Steven Soderbergh
Intérpretes: Channing Tatum, Adam Driver, Daniel Craig, Hilary Swank
Producción: EE.UU., 2017. Duración: 118 minutos. Comedia.
Pronto hará treinta años de la entronización de Steven Soderbergh como cineasta de la modernidad. Fue llegar a Cannes, con
Sexo, mentiras y cintas de vídeo,
su primer largometraje, bajo el brazo y besar el santo, o la Palma de Oro. Desde entonces ha llovido mucho en su ya abundante filmografía y en todas partes. Rige su obra el eclecticismo y la variedad de tonos. Ha hecho de todo: cine experimental para espectadores enrollados, cine mainstream para el gran público, ciencia ficción, biopics, thrillers,
action movies, comedias románticas, telefilmes de prestigio… Las películas de Soderbergh tienen la virtud de agradar, de caer bien y ser simpáticas, aunque en raras ocasiones entusiasmen. Ocean’s eleven y sus dos secuelas ejemplifican a la perfección el aserto.
La suerte de los Logan es, como la citada trilogía, además de una película de atracos, una película ligera, cruce de thriller y comedia, sólidamente sostenida por su atractivo reparto. Una ligereza en esta ocasión quizás demasiado pronunciada, si bien la compensa un feeling uniforme. De estructura clásica (preparativos del golpe, consumación y la pertinente pirueta final), el relato repasa lugares y personajes no menos tradicionales: un rincón de la América profunda, un puñado de criaturas perdedoras definidas por sus gestos y conductas, etcétera. Su humor es a veces sardónico, a imagen de ese brazo ortopédico que luce uno de los dos merluzos hermanos protagonistas, impecablemente interpretado por Adam Driver, actor carismático y versátil, de Star wars: El despertar de la fuerza a Silencio, pasando por Paterson, por citar trabajos recientes. El barniz cool, marca de fábrica de Soderbergh, lo aportan un Daniel Craig truculento y rubio y el ambiente festivo de las carreras de coches. La suerte de los Logan es una obra de poco peso pero un entretenimiento dinámico, vistoso, narrado con competencia; de las que, aunque se olvidan pronto, se consumen gratamente, como una fresca ensalada veraniega.