Deporte, 1-O y surrealismo
Entre los muchos mensajes que han circulado por las redes estos días, hay uno que hizo especial fortuna. “Ha sido desenterrar a Dalí y volverse todo surrealista”, decía en alusión a su reciente exhumación por una denuncia de paternidad. La confusión que ha presidido muchos episodios del debate político sobre la independencia de Catalunya y su carácter inconstitucional se ha trasladado, cómo no, al mundo del deporte, llevando a situaciones e imágenes verdaderamente surrealistas.
Al Barça probablemente le van a perseguir ahora las banderas de España en todas las gradas. Ha despertado el nacionalismo del toro ocupando el lugar del escudo. Ya sucedió en el Bernabeu en el último partido de Liga de los blancos, y otro tanto se anuncia mañana en el Metropolitano. Y no es cuestión de no ver, ni de jugar a puerta cerrada. Ya lo hizo el Barça en su campo, contra la Unión Deportiva Las Palmas, y fue de pesadilla. Las gradas vacías, las voces de los jugadores generando eco en el estadio, los balonazos con sonido de patio de colegio, todo eso fue un caso concreto de experiencia surrealista. Dalí lo habría representando con un Messi de largas y estiradas piernas, como los tigres de sus cuadros, entre relojes derretidos. Y Magritte habría pintado al árbitro detrás del poste, con bombín calado.
En el actual contexto de imágenes poderosas, de estadios cerrados y parlamentos revueltos o semivacíos, hay que extremar el cuidado con las palabras. Alguien dijo que las palabras se inventaron para que podamos mentir. Y sin mala fe, muchas veces sirven para enredarnos. Los deportistas, que lo saben, deberían ser cuidadosos con sus manifestaciones sobre los acontecimientos
Dalí pintaría ahora a Messi entre relojes que se derriten, y Magritte pondría al árbitro detrás del poste
políticos. El riesgo que corren es el de ganarse tanta simpatía como rechazo. Y el deportista que se embrolla es porque quiere.
A Vicente del Bosque o Julen Lopetegui, por ejemplo, es difícil pillarles. Se exponen poco. “El deporte une”, decía el seleccionador actual, remando para escabullirse de los líos de Piqué. A Del Bosque ya le cogen muy experimentado y curado de espanto. Para los jugadores, en cambio, salir de estos jardines es más difícil. Su tribuna pública está en el césped, y es ahí donde hay que exigirles cualidades. El que quiera protagonismo, que lo busque en el juego.
Piqué, por ejemplo, fue a votar el 1-O. Es su decisión, forma parte de sus convicciones y su concepto de responsabilidad individual. Pero es casi mejor que se ahorre explicaciones. No tiene por qué darlas. Es más comprensible que Pau Gasol y Xavi Hernández, a su vez, sintieran la necesidad de denunciar y condenar la violencia del 1-O. Sobre esto es más fácil el consenso. Y ante esas imágenes la directiva del Barça no podía permanecer pasiva. El Camp Nou vacío era surrealista, pero las bofetadas del 1-O fueron algo mucho peor.