La fábula del géiser y el volcán
Reikiavik tiene nueve equipos de primera y tres de segunda, todos ellos con presupuestos anuales de menos de un millón de euros
Las sagas islandesas son una de las expresiones literarias más antiguas del mundo, y cuentan las luchas y conflictos en la sociedad de ese país durante el periodo de población de la isla en los siglos X y XI. Hoy, en este artículo, nos vamos a permitir añadir una nueva, la del géiser y el volcán.
“Estallo periódicamente –explica el géiser de Strokkur al volcán de Eyjafjallajökull– a través de rocas porosas y fracturadas (la sociedad), debido al contacto entre el agua de la superficie (la realidad) y las piedras calentadas por el magma ubicado subterráneamente (la actividad de los políticos). Es como una olla a presión. Cuando se alcanza el punto de ebullición (ahora), el agua se desborda y salpica hacia fuera. Al cabo de un rato las cosas vuelven a la normalidad, hasta la próxima erupción”.
Reikiavik se ha convertido en uno de los principales destinos turísticos de Europa. Pero no por las sagas, sino por la geografía, la vida nocturna, la cocina y el fútbol. Las calles del centro, sobre todo cuando hace buen tiempo, están llenas a rebosar de gente hasta bien entrada la madrugada. Un centenar de cafés y restaurantes se convierten en bares y discotecas con sus propios disc jockey. Y con un poco de suerte uno puede encontrarse a cantantes como Björk. La comida es original, con platos como el filete de ballena o el carpaccio de frailecillo. Géiseres y volcanes están a menos de una hora de la capital, y la corriente del Golfo hace que las temperaturas sean soportables incluso en invierno.
¡Y qué decir del fútbol! La selección islandesa dio el campanazo en la última Eurocopa eliminando a Inglaterra, y se ha clasificado para el Mundial del año que viene en Rusia. Nadie lo diría, sin embargo, yendo a ver partidos de liga en los estadios de Hlidarendi, Kaplakriki, Vikingsvollur o Alvogenvollur, con frecuencia de una sola tribuna pequeña, como si fueran de regional, y con multitudes de entre mil y tres mil personas. Conviene llevar paraguas. Los islandeses son tipos duros que no se dejan apoquinar por el frío o la lluvia.
Reikiavik tiene una docena de equipos que han dominado históricamente la liga, nueve de ellos en el centro y tres en los suburbios, todos ellos semiprofesionales, con presupuestos que como máximo llegan a un millón de euros anuales (que en el Barça no da ni para pipas). Clasificarse para la fase previa de la Europa League o de la Champions –como la temporada pasada el FH Hafnarfjordur, eliminado por el Dundalk irlandés por goles en campo contrario– es como que les toque la lotería, porque reporta seis o siete millones de euros, en comparación una pequeña fortuna.
Islandia es un país muy caro, pero no así el fútbol. Una entrada cuesta alrededor de 1.500 coronas (unos doce o trece euros), y si actúa con discreción no hay ningún problema en entrar con un par de latas de cerveza o una botella de vino para combatir el frío en un derbi entre el Valur y el Breidablik, el Stjarnan y el Trottur o el Vikingur y el Fylkir, sentado entre oteadores de las grandes ligas europeas que vienen para engatusar y llevarse a Inglaterra o Alemania a los jóvenes más prometedores.
El FH ha sido el club dominante durante la última década y media, desde que ganó su primera liga en el 2004. Es el que tiene más dinero y mejores instalaciones, habiendo destacado en sus filas un par de británicos, San Hewson (ex Manchester United) y Steven Lennon (ex Glasgow Rangers). El suburbio de Hafnarfjordur, cerca del aeropuerto de Keflavik, se halla situado sobre un campo de lava volcánica. En su historial figuran un par de noches europeas memorables, como la victoria 4-3 sobre el Dumfermline escocés o el empate a uno con el Aston Villa. Su hinchada es generalmente conocida como “la mafia”.
“Tú tienes muy mal genio y estás constantemente a punto de estallar, pero el agua nunca llega al río. Son explosiones menores –responde el volcán de Eyjafjallajökull al géiser de Strokkur–. Yo en cambio parezco inofensivo, como si estuviera dormido. Pero de repente, si me caliento, sube el magma y se produce una erupción que ni yo mismo puedo controlar y puede ser de lo más violento, llevándose todo por delante. La última vez fue en el 2010. Sólo escupí cenizas, pero se tuvo que interrumpir el tráfico aéreo de buena parte de Europa, hasta el punto de que el Barça no pudo viajar en avión a Milán para su partido de semifinales de la Champions con el Inter de Mourinho. Tuvo que hacerlo en autocar y perdió por 3 a 1. Así que imagínate lo que puede pasar si me tocan tanto las narices me da por vomitar lava. No quiero ser agorero, pero estoy harto de provocaciones. El vaso de mi paciencia está a punto de agotarse”.
Los clubs islandeses son semiprofesionales y en sus estadios sólo caben unos tres mil espectadores