Repitan conmigo: España es Turquía
Vaya este juicio por delante: seguimos creyendo, tradición obliga, que sólo deben ingresar en prisión navajeros, los que asesinan a su pareja y algún desgraciado, preferentemente rumano, marroquí o peruano.
Las prisiones no están hechas para los Villar, Correa, Pujol Ferrusola, Rosell, Urdangarin, González, Rodrigo Rato, Zaplana, Bárcenas, Matas, Millet, Díaz Ferrán y tutti quanti. No: están hechas para usted y para mí.
Es muy posible que el ingreso en Soto del Real de los Jordis sea una mala noticia política. O no. Que están presos es un hecho –y no lo celebro con cava riojano–, pero eso no los convierte en presos políticos, como no lo son Rodrigo Rato ni Jaume Matas.
Carezco de conocimientos jurídicos para estimar si la actuación de la juez es desproporcionada, desafortunada o desacomplejada (si me encuestan, diría lo primero). Pero sí tengo algo muy claro y lo tuve desde la misma noche del 20 de septiembre: aquello no era ya una concentración cívica y mucho menos espontánea, sino una encerrona en toda regla a funcionarios policiales y civiles encargados de cumplir una orden judicial.
No hablamos de un pyjama party y es una lástima que los medios afines al soberanismo hayan ocultado las imágenes del comportamiento agresivo de los allí concentrados a partir de cierta hora de la noche. En París, Londres o Washington nadie se hubiese pitorreado de unos agentes. Y me atrevo a dar por hecho que a sus organizadores les hubiese caído, más pronto que tarde, el pelo.
Después de años y años de corrupción institucional –incluido el oasis catalán–, los mismos políticos que participaron o toleraron el cambalache alzan la voz indignados contra la justicia y comparan España con Turquía,
Ni dos encarcelamientos –y no por un ‘pyjama party’– ni la actuación policial dan validez al 1-O
Estado que por cierto viene de dictar 34 cadenas perpetuas y mantiene entre rejas a 240 periodistas. Da igual, ustedes repitan cien veces o escriban el tuit “España es Turquía” y ya tenemos otro argumento.
La justicia española sentó en el banquillo en el primer trimestre del 2017 a 97 acusados de corrupción, en su mayoría políticos, empresarios o banqueros. De promedio, uno al día. Y obligó a todo un presidente de Gobierno a pasar el bochorno de declarar –y no por videoconferencia– sobre la financiación del PP. También sentó en el banquillo a una infanta. Hombre, controlada la justicia, lo que se dice controlada, no lo parece...
De los tres poderes, el judicial es el que ha aguantado con más dignidad y profesionalidad estos años negros. Claro que la “constitución” de la república opta por fórmulas más caseras: “El presidente o presidenta del Tribunal Supremo es nombrado por el presidente o presidenta de la Generalitat”. ¿O sus cuñados o cuñadas?
Europa nos mira: estos dos encarcelamientos y los palos del 1-O no dan validez a las cuentas del referéndum.