Emma Suárez
ACTRIZ
Emma Suárez es la protagonista de Las hijas de Abril, que se estrena hoy. La cinta está firmada por el realizador mexicano Michel Franco (Después de Lucía), y se presentó a concurso en Un Certain Regard de Cannes.
Antes de entrar en materia sobre la película que mañana llega a las salas con ella como protagonista, Las hijas de Abril, Emma Suárez invierte papeles para interrogar al entrevistador sobre la situación en Catalunya. Fatal, claro. Ella comenta su inquietud y su dificultad para comprender cómo hemos llegado hasta aquí. Señala que hay espectadores que creen, le dicen, que es catalana, o vasca. O francesa. “Y sin embargo yo, de sentirme de algún lugar, me siento de mi barrio”, afirma.
¿Qué quiere decir con esto?
Que mi casa son mis hijos, la gente que quiero, mi familia. Y mi patria es mi infancia, mis raíces, el lugar donde me crié; ese es mi barrio.
¿Significa que no le gustan las banderas y las patrias en sentido convencional?
No me gustan, no. Me siento de allí donde estoy. Siempre he viajado y vivido en sitios muy diferentes. Me he adaptado a cada lugar y he empatizado con su gente. No soy de los que sienten arraigo por la tierra en que han nacido. En todo caso, lo siento por el planeta tierra; esa sí es mi patria, también. No tengo fronteras ni creo en ellas; las fronteras lo único que provocan son conflictos.
¿Y cómo está viviendo el conflicto entre España y Catalunya?
Como todo el mundo: con confusión y perplejidad. Muchas de las cosas que han sucedido dan juego para una película de Berlanga… Eso en el mejor de los casos; es decir, si pudiéramos reírnos del asunto. Y ahora el tema hiere la sensibilidad de muchos. No hace falta ser de Barcelona o Madrid para sentir que todo esto es un sinsentido. Parece mentira que los políticos, que son los que deberían resolver esto, no lo hayan hecho ya.
Le afecta mucho, ¿no?
Es que salir a la calle y ver todo lleno de banderas… Me sorprende. No lo entiendo. Y menos cuando, por ejemplo, se estaba quemando Galicia. Hay muchos problemas por resolver. Los que deberían proteger a los ciudadanos y establecer el orden, ¿no se dan cuenta de que están provocando lo contrario y llevando el conflicto a la calle, a las familias? Porque esto se ha convertido en una cuestión delicada de la que, según con quién estés, puedes o no puedes hablar.
¿Quiere opinar sobre el fondo?
No, no entro en el fondo. No soy especialista en política, no es mi territorio. No quisiera aparecer exhibiendo mi opinión como si fuera una catedrática.
Claro. Debemos hablar de su película, donde tiene un papel peliagudo: una mujer, madre y enseguida abuela, que se trastoca y trastoca. Sin que tenga que dar más pistas de la cuenta, ¿qué diría que le pasa a esa mujer?
Abril es un personaje perturbador y desconcertante. No es consciente de sus límites. No ha aceptado el paso del tiempo y trata de llevar a cabo sus fantasías de juventud. Aparece a raíz del embarazo de su hija adolescente, interpretada por Valeria Becerril, que está fantástica y llega con las mejores intenciones.
Pero es algo desastre.
Su historia de ella y la de esa familia desestructurada se va descubriendo poco a poco. Para mí era vital hacer que el espectador empatizara con ella para luego ir cayendo en sus redes de persona desconcertante.
Suena algo complicado.
Ya conoce el refrán: “El infierno está empedrado de buenas intenciones”. La verdad es que me costó mucho encontrar la coherencia del personaje, un hilo conductor para que no se me escapara de las manos. Pero al mismo tiempo fue un papel muy interesante porque me permitían nutrirle de muchos elementos y pequeños detalles.
El caso es que se trata de una mujer singular. ¿Qué conexiones le encuentra con la realidad?
En el mundo hay muchas Abriles. A Michel Franco, el director, le interesan mucho los personajes femeninos. Él quería hablar de la presión que sufren las mujeres.
¿Y qué piensa usted de eso?
Se nos exige ser perfectas profesionales, perfectas amas de casa, perfectas madres de familia, perfectas esposas y amantes. Y muchas veces eso provoca frustraciones.
Las hay que se rompen, ¿no? Lo digo por la propia Abril.
Yo le tengo cariño a Abril. Como actriz no podía juzgar a mi personaje.Trato de defenderla al máximo. Ella intenta hacer las cosas bien. Toma las decisiones que cree más convenientes.
¿A la edad de Abril, que es la suya, la presión social que sufren las mujeres resulta extraordinaria aun hoy día?
En general, sí. Además, se convierte en una presión que ejercemos sobre nosotras mismas. Y tenemos que tomarlo con calma. Deberíamos quitarle importancia a todo lo que se nos exige y, quizás, ir más despacio; tomarnos un tiempo de silencio para meditar y darnos cuenta de que no somos tan importantes. Porque muchas veces, la vida decide por nosotros. O sea, no somos nosotros los que decidimos aunque lo creamos así
Ese discurso choca con la tendencia general a darse el pisto.
Hay un ego superlativo que a menudo nos conduce y nos domina. Tenemos que aprender a aparcarlo.
¿Por eso usted huye de las redes sociales?
No soy especialmente adicta a las redes, no. Pero eso tiene que ver también con mi sentido de la discreción y de la libertad. Siempre he preferido disfrutar de mi intimidad; proteger un espacio privado. Quizá por eso no soy amiga de estar en Facebook o Twitter, y presentar ahí lo que hago constantemente. Aparte de que lleva un montón de tiempo y dedicación. Creo que hay mucha gente que termina enganchada a to-
EL ARRAIGO