La Vanguardia

Destino, la desolación

- Fernando Ónega

No os riais: hay diálogo entre Rajoy y Puigdemont. Lo que ocurre es que es un diálogo surrealist­a: se hablan por burofax y se lanzan mensajes a través de los medios y los discursos. En ese cruce de correos, palabras y avisos hay ofertas, señalamien­to de líneas rojas y condicione­s, y ninguno de los dos actores del drama puede decir que no sabe lo que piensa el otro. En una conversaci­ón entre ambos, esa que pidió Puigdemont el pasado lunes, no sacarían mucho más en limpio.

Lo que podemos sacar en limpio el resto de los mortales es que el Govern puede evitar el traumático 155 con una de estas dos decisiones. A) Asumir la aceptación de la legalidad estatal que pide el gobierno. Y B) Convocar elecciones, “la solución menos dolorosa” y la más democrátic­a, aunque signifique la entrega del poder a Esquerra, el hundimient­o del PDECat y quizá la pérdida de la mayoría absoluta por el bloque soberanist­a. Con esto último debe contar el PP y algo le debe haber dicho el CIS, porque, de lo contrario, no lanzaría tan alegrement­e esa iniciativa. Un político tan pragmático como Rajoy no invita a ir a

La república catalana sería una entelequia que sólo existiría en el papel

las urnas sin tener alguna certeza del fracaso de su gran adversario. Y mucho menos, si se juega en ellas, y con votos indiscutib­les, nada menos que la unidad de la nación. Si Puigdemont no disuelve y no adelanta las urnas, es que le conviene la aplicación del 155.

Lo menos convenient­e es lo que anuncia la CUP y Junqueras bendice: la inmediata, “en los próximos días”, declaració­n unilateral de independen­cia, aunque sea seguida de elecciones constituye­ntes. Y mucho menos convenient­e todavía, que esa declaració­n lleve a la proclamaci­ón de la República Catalana. Y no me baso en argumentos legales ni en actuacione­s judiciales posteriore­s. Me baso en que tal paso llevaría a Catalunya a la desolación. ¿Cuál sería la repercusió­n económica de una decisión que provocaría más insegurida­d jurídica, más huida de empresas y pánico de los inversores? ¿Cómo se pagarían las nóminas con un endeudamie­nto de 75.000 millones y sin la cobertura del Fondo de Liquidez Autonómica?

Si se me responde que algo hay que pagar por la independen­cia, estaré de acuerdo. Pero casi todos los gobernante­s del mundo aseguran que no aceptarán un nuevo Estado surgido en contra de la legalidad, que no es la catalana, sino la española. Lo dicen todos, especialme­nte los europeos. ¿Sabéis lo que significa eso? Que la República Catalana sería una entelequia que sólo existiría en el papel. No podría pertenecer a la ONU. No podría ser miembro de la Unión Europea. Perdería todos los derechos de la Unión. El banco central soñado por Junqueras no tendría el soporte del Banco Central Europeo. Y esto no es una amenaza, como dice el independen­tismo cada vez que se le recuerda. Es lo que Catalunya se encontrarí­a al día siguiente y por tiempo indefinido. No lo hagáis, políticos; no lo aceptéis, ciudadanos. Es mi opinión.

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