Intelecto en el bolsillo
El aprendizaje de las máquinas pasa de los ordenadores de gran capacidad a pequeños chips en dispositivos personales
La principal evolución de los teléfonos móviles en los últimos diez años, cuando nació el smartphone como pantalla multimedia, ha consistido en mejoras incrementales de capacidad (más velocidad, más megapíxeles...) y la instalación de nuevos sensores (como acelerómetro, barómetro o lector de huellas), pero nada que transforme su alcance como pequeña computadora de bolsillo. Ahora llegan dos grandes funciones que marcarán su desarrollo en los próximos años. Una es la realidad aumentada. La otra, la inteligencia artificial.
Varias de las soluciones de inteligencia artificial que funcionaban hasta ahora en los móviles y ordenadores personales, como los asistentes virtuales, lo hacían mediante una conexión de internet con grandes centros de proceso de datos —la nube— en los que se ejecutaban esas funciones. Pero el gran salto de la tecnología de consumo será llevar esa capacidad de aprendizaje de las máquinas a cada dispositivo individual.
En septiembre, Apple presentó sus nuevos iPhone 8 y X, que llevan un procesador, el A11 Bionic, con un motor neural que, según la compañía, “está diseñador para algoritmos específicos de aprendizaje automático” y hace posible prestaciones como la identificación facial. El pasado lunes, Huawei presentó otro modelo, el Mate 10, que lleva el chip Kirin 970, también con una red neural.
Estos son los primeros modelos que van a explorar este salto en la tecnología de consumo. Esos nuevos procesadores con capacidades de inteligencia artificial insertados en los móviles permiten ejecutar determinadas tareas mucho más rápido que sus antecesores y trabajan sólo con la información de cada terminal. Así, un móvil puede “aprender” como lo utiliza su usuario habitual para facilitarle las tareas con mayor rapidez.
Lo primero que utilizaremos de la inteligencia artificial en móviles y ordenadores personales será la capacidad de esta tecnología para reconocer e identificar objetos, aprender cómo quiere su usuario llevar a cabo determinadas funciones o analizar situaciones para tomar decisiones eficientes, ya sea en la toma de fotografías y vídeos o en otro tipo de funcionalidad.
Por ejemplo, el móvil traducirá el menú de un restaurante en tiempo real, superponiendo la traducción sobre el texto real, sólo con apuntar con la cámara, ya que detectará qué es lo que tiene delante y “entenderá” que el usuario necesita la traducción porque está en un idioma diferente al suyo habitual.
Google, que desarrolla el sistema operativo Android, el más utilizado en el mundo, participó el pasado lunes en la presentación de Huawei para expresar su compromiso en el desarrollo de una plataforma de inteligencia artificial para que la utilicen los fabricantes de móviles.
Una de las claves de la expansión de esta tecnología se apoya en los desarrolladores de aplicaciones, que serán los que encontrarán utilidades quizá hasta ahora nunca previstas.
Ramiro Larragán, director de marketing de Huawei, asegura que con la incorporación de módulos de procesamiento neural en los procesadores de los móviles “se abre un abanico de nuevas posibilidades que todavía está muy inexplorado”. “Después de unos años de mejoras de los móviles, de repente, se da un salto cualitativo importante incorporando una tecnología nueva, aunque necesita desarrollo. Estamos en los primeros pasos”, concluye.
Ayer mismo, Intel presentó una nueva familia de chips que lanzará en los próximos meses, los Nervana, que son procesadores diseñados para la inteligencia artificial, ya que usan un circuito integrado especialmente diseñado para ejecutar software de aprendizaje profundo.
Las posibilidades de esa inteligencia artificial en el móvil son infinitas. Aplicada a cuestiones de la vida diaria, podrá resolver cosas que hoy ni siquiera imaginamos. O eso esperamos.