“En mi país todos descendemos de esclavos”
Colson Whitehead, escritor. premio Pulitzer 2017
Cuando Obama terminó de leer el libro de Colson Whitehead, premio Pulitzer 2017, dijo que le había recordado “todas las formas en que el dolor de la esclavitud se transmite de generación en generación; cómo cambia las mentes y los corazones”. El autor se lo agradeció. Con El ferrocarril subterráneo (Random House, y en catalán Edicions del Periscopi), este hombre nacido en Nueva York en 1969 nos ofrece una versión original y distinta de la esclavitud donde realidad y leyenda se mezclan a través de tres generaciones de mujeres. Cora, hija y nieta de esclavos, vive en una plantación algodonera del Georgia. Un lugar infernal del que creyó que nunca podría escapar hasta que otro esclavo le descubre la existencia del “ferrocarril subterráneo”... la posibilidad de huir. El nombre corresponde a una agrupación abolicionista clandestina que ayudaba a escapar a los esclavos llevándoles a estados libres del norte y Canadá.
¿En qué cambia la vida de uno el premio Pulitzer?
Bueno... normalmente yo me despierto hacia las cuatro de la mañana paralizado por la ansiedad y la depresión y ahora... me despierto igualmente pero más tranquilo.
¿El Pulitzer como sustitutivo de los ansiolíticos?
Exacto. Durante los últimos cinco meses he estado de mucho mejor buen humor. O al menos eso es lo que dice mi mujer.
¿En su árbol genealógico ha encontrado esclavos que haya podido identificar?
Antes yo no tenía mucho interés en mi historia familiar y apenas sabía que la familia de mi madre venía de Virginia y la de mi padre de Florida. Pero a raíz de la publicación todos empezaron a rastrear y rescatar historias... y hemos encontrado algunos. En mi país todos descendemos de esclavos.
¿Cuál de sus relatos le ha impactado más?
Provengo de una mujer que había trabajado como esclava para James Madison, descendía de esclavos negros mezclados con orígenes irlandeses y tuvo ocho hijos. Y en Virginia tengo un antepasado que se llamaba Colson. Pudo comprar su libertad y la de su hija, y acabó trabajando en un hotel.
Aparecen en el libro anuncios terribles sobre compraventa de esclavos.
Todos, excepto el último, son reales. En la Universidad de Carolina del Norte digitalizaron periódicos de la época y leí mucho. También vidas de antiguos esclavos relatadas oralmente y transcritas por otros. Pero mi literatura no puede competir con esos anuncios tan crueles, ocho líneas que contienen tanto odio... “mi esclava huyó sin motivo”.
El ferrocarril subterráneo no es sólo una metáfora de túneles y raíles. Esa agrupación existió.
Sí. Era una red de personas que los escondían en sótanos, les daban alimento y dinero para facilitar su viaje a la libertad. Su nombre se debe a un amo que al no ver a su esclava dijo “parece que se la haya tragado la tierra, como si hubiera cogido un ferrocarril subterráneo”. ¡Cuando eres niño y te explican eso te crees que es un ferrocarril de verdad! Así que buceé en ese recuerdo.
La red utilizaba términos en clave. Los maquinistas eran los que ayudaban a los fugitivos, los carriles las rutas y la estación central la jefatura...
Las ferroviarias eran metáforas muy potentes, que transformaban el país y lograban que se hablara en clave. Hoy hablamos de la “autopista de la información” y la tecnología del siglo XIX tenía “el tren de la imaginación”.
Hay cosas en su libro que los norteamericanos desconocían.
Por ejemplo los experimentos sobre sífilis de Tuskegee, pruebas de esterilización... mi gente no tenía ni idea de eso, se han ido de cabeza a Google por si era cierto.
Nos lleva a la eugenesia nazi y a los experimentos de Mengele. Hay vinculación. Cuando explico los sucesos de Carolina del Norte rescato ese concepto de “la solución final”, que aprendimos del vocabulario nazi. Los nazis tomaron todas sus ideas sobre el componente racial, sus experimentos, la eugenesia, de científicos americanos.
Oprah Winfrey dijo que su libro la había mantenido despierta toda la noche con el corazón en un puño. ¿Qué sensación da saber que los famosos tienen en la mesilla de noche su novela?
Lo que me noqueó es saber que me seguía Chekov de Star Trek. ¡Fue un momentazo! Tu estás en tu despacho y escribes sin pensar en nadie, se lo das a leer a tu mujer como siempre y, ¡cuidado! esta vez me di cuenta, lo vi en su cara, de que había hecho algo distinto, tal vez mejor.
No sé si le han explicado la situación de Catalunya. ¿Entiende ese sentimiento de independencia? ¿Le parece legítimo?
Sí, claro, sin duda. No conozco la situación tan bien como debería. Pero sí entiendo el deseo de libertad de un ser humano, ¿cómo no voy a entender el deseo de libertad de un pueblo? En mi libro hablo del origen de esos conflictos: errores fundacionales, tierras robadas, vasallaje, tragedias que se acumulan con los años. El presente es resultados de decisiones tomadas hace años.
¿Tiene el escritor una responsabilidad social y política sobre su comunidad?
No lo creo. Y sin embargo a veces desencadenamos ese tipo de efectos. Al final de una presentación una mujer mayor se me acercó y me dijo: “Su libro me ha hecho un ser humano mucho más empático”. Y se fue. Bien, eso me vale, me basta. Me emocioné. Pero uno es libre de escribir sobre jardinería, si quiere; de hecho yo he escrito sobre póquer. La vida es corta, así que escribe de lo que te apetezca aunque decepciones a algún sector; yo ya estoy acostumbrado.
¿Es cierto que escucha Purple rain cuando llega a las páginas finales de sus libros?
¡Ese es mi ritual! Nueva York es tan ruidosa que me he acostumbrado a trabajar con música de fondo, de Bowie o Cash a Ella Fitzgerald, ellos me acompañan.
LA SOLUCIÓN FINAL “Los nazis tomaron sus ideas sobre el componente racial de cientificos americanos”
SATISFACCIÓN “Una mujer me dijo: ‘Su libro me ha hecho un ser humano más empático’; eso me vale”