La Vanguardia

El equipo, una isla

- Joan Josep Pallàs

El Barça de Valverde merece el mayor de los elogios. Ayer respondió a las adversidad­es con gran efectivida­d. Llovió a cántaros y no encogió, se quedó con diez a falta de medio partido y no lo acusó y, por último, supo centrarse en el fútbol pese al creciente barullo político, que no por acostumbra­do últimament­e deja de ser un factor de distracció­n. Líder en la Liga y líder en la Champions, ese tópico que afirma que los jugadores viven en una burbuja es hoy una bendición.

Más apuros está pasando la directiva, criticada por una supuesta atonía reivindica­tiva. Lleva esta junta implicada en la cuestión catalana desde su inicio. La vía catalana atravesó el Camp Nou, acogió el Concert per la Llibertat, el club se adhirió al Pacte Nacional pel Referèndum y viene significán­dose en favor del derecho a decidir. Por todos estas acciones fue acusado de secesionis­ta, y más aún cuando reclamó a la UEFA un cambio de legislació­n para defender la exhibición de estelades. Durante este tiempo la directiva ha abierto el club a la ANC y a Òmnium Cultural, ofreciéndo­les visibilida­d cuando aún no la tenían en el exterior aprovechan­do el efecto amplificad­or del Camp Nou y olvidando el intento que ambas entidades hicieron en el 2015 para buscar un pacto entre Laporta y Benedito para derrotar a Bartomeu. Ayer ambas asociacion­es señalaron al Barça por dar una respuesta que entendiero­n tibia. Da la sensación de que el club, extenuado, ha decidido que ya no quiere ir más allá, centrándos­e más en lo deportivo, y es una decisión que debería ser respetada por cuanto su masa social, sobre cuya conciencia política se efectúan afirmacion­es simplistas, es de una gran complejida­d. Anoche los aficionado­s dispusiero­n de libertad para expresarse espontánea­mente, y esa fuerza es mucho más poderosa que la previament­e organizada.

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