Carme Martí
Carme Martí novela en ‘El camí de les aigües’ la historia del siglo XX visto por una cocinera que estudió con Rondissoni
ESCRITORA
Carme Martí tuvo un éxito de ventas con Un cel de plom (la vida de Neus Català), y ahora cuenta en El camí de les aigües la historia del siglo
XX a través del día a día de una cocinera que estudió con el gran chef Rondissoni.
Soldados de Salamina daba voz a las vidas anónimas que intervinieron en la Guerra Civil. Carme Martí, en El camí de les aigües (Amsterdam), marca el relato de voces aún más anónimas, mujeres como la cocinera Maria Badia, que –dice la autora– “supieron salir adelante, a pesar de un camino lleno de piedras y dificultades, sin los ojos cerrados, y sin perder la alegría”.
Carme Martí vendió más de 20.000 ejemplares de su anterior novela, Un cel de plom, basada en la biografía de Neus Català, superviviente del campo de concentración nazi de Ravensbrück. Después de un libro sobre el “exilio y la deportación”, ahora dibuja “las vidas de los que se quedaron, en las miserias de la posguerra”. Para ello, se sirvió de la vida de su abuela. “Mi abuela tenía 90 años y un día me habló de un amor de juventud en Reus”. A partir de ahí, su memoria empezó a fluir y Carme Martí fue anotando sus recuerdos. Cuando hace cinco años se propuso escribir El camí de les aigües inició una exhaustiva investigación para documentar el paisaje histórico de la época y se sirvió de la literatura para dar verdad al relato reconstruido. También añadió un punto de vista actual, el de Laura, “una profesora que arrastra un duelo muy largo, y que sólo encuentra un cierto refugio en las conversaciones con un joven vecino periodista, y en las visitas que realiza a la residencia donde está ingresada su abuela, a la que durante unas vacaciones de Navidad lee en voz alta en la Residencia Layret una novela sobre una cocinera de l’Espluga de Francolí”.
La cocinera, Maria Badia, está inspirada en su abuela. De niña, con sólo nueve años, sus padres payeses la enviaron a servir como niñera en l’Espluga de Francolí, antes de ejercer distintos oficios, en una fábrica o de camarera en Reus. En Barcelona, una familia suiza que vivía en la plaza Urquinaona, los gerentes de la aseguradora Zurich, buscaba una cocinera. Ella no sabía nada de fogones, pero fingió saber cocinar para hacerse con el empleo. Se matriculó en el Institut de Cultura i Biblioteca Popular de la Dona. fundado en Barcelona por Francesca Bonnemaison, donde Rondissoni, un suizo de origen italiano, discípulo de Auguste Escoffier, mantuvo la famosa escuela de cocina que marcó a toda una generación.
Allí –dice Carme Martí– “se le abrió un mundo y se hizo cocinera por convicción, mezclando cocina catalana y suiza”. De ahí que los capítulos tengan nombre de recetas culinarias. La Guerra Civil hizo que la abuela de la autora regresara a su pueblo. De las cenas de la alta sociedad barcelonesa pasó a servir en el Hospital de Sang y a hacer el rancho de los soldados republicanos. Uno de los pasajes más emotivos del libro es la despedida de las Brigadas Internacionales, con la cúpula del ejército y parte del Gobierno. Carme Martí reivindica el hallazgo del fotógrafo Nil Thribal, quien descubrió que las célebres fotografías de Capa sobre esta despedida –una de ellas ilustró la portada del libro de Javier Cercas Soldados de Salamina– no fueron tomadas en Montcada sino en Les Masies, cerca de l’Espluga de Francolí.
La novelista observa cómo la generación de su abuela supo reaccionar con alegría a una época trágica, mientras el otro personaje, Laura, parece hundirse en una época, la actual, en la que la vida parece más fácil que los terribles años de la guerra y posguerra.
La abuela de la autora participó en la despedida de las Brigadas, en l’Espluga de Francolí