Dogmatismo al alza
El desconcertante intercambio epistolar entre los presidentes español y catalán; y las presiones que recibe el FC Barcelona para que se sume a las tesis del soberanismo.
LA tempestad política que afecta a Catalunya (y a España) ha llegado a un grado de polarización extrema que afecta indefectiblemente a toda la sociedad, las personas, las instituciones y las empresas; también a los que defienden la independencia y a los que no. Nadie escapa de una obligada toma de partido tras cada acontecimiento en el que cabalga la actualidad. Y el mundo del deporte tampoco parece ser ajeno a tal circunstancia.
También el Barça se halla zarandeado por estos tempestuosos acontecimientos. El club, que se ha definido tradicionalmente por ser algo más que una entidad deportiva, sufre en carne propia la división entre las dos concepciones sobre el futuro del país. La entidad blaugrana, por su extraordinaria capacidad comunicativa global, se ha convertido en una importante plataforma desde la que se ha defendido el catalanismo, en su concepción más radical y amplia, y el derecho a decidir con el que comulga una mayoría de los catalanes. Por su estadio pasó la Via Catalana, el club se adhirió al Pacte Nacional pel Referéndum y defendió ante la UEFA la exhibición de esteladas en su estadio; desde hace años se exhiben pancartas con mensajes soberanistas y una parte de sus aficionados exige la independencia cada minuto 17-14. Nadie ha coartado la libertad de expresión. Pero, para una parte de la sociedad, tales tomas de posición no son suficientes y pretenden que el club asuma posiciones más decantadas, como por ejemplo ante las cargas policiales del referéndum del 1-O o contra la detención y encarcelamiento de los dirigentes de la ANC y de Òmnium Cultural. Y el club se ha plantado y ha dicho basta.
El Barça es una entidad privada que pertenece a sus socios y, como la sociedad catalana que tan bien representa y quiere seguir representando, es plural y transversal. La ventaja de tener un club democrático es que si alguien cree legítimamente que la entidad debería ir más allá en sus tomas de posición política, tiene derecho a plantearlo en la asamblea de socios para que sean los propietarios del club los que decidan. Pero mientras eso no ocurra, es necesario dejar que la junta directiva tome las decisiones que considere oportunas, teniendo en cuenta las diversas corrientes ideológicas y formas de expresarse que existen entre los socios y los aficionados. Presionar al club para que vaya más allá de lo que, razonablemente, puede ir no sólo provoca estrés, malestar y más complicaciones de las necesarias, sino que puede afectar de forma grave al futuro del club. Por el bien del Barça, conviene no forzar a la institución a ir más allá de lo que de forma sensata puede ir.