La Vanguardia

Trump se queda solo contra Irán

- R. N. HAASS, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores © Project Syndicate 2017 Richard N. Haass

El presidente de EE.UU., Donald Trump, ha anunciado lo que tenía previsto desde hacía tiempo: que no certificar­á que Irán cumple con el Plan Global de Acción Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) firmado en julio del 2015 por EE.UU., China, Rusia, Francia, Alemania, el Reino Unido e Irán. Tampoco certificar­á que la suspensión de las sanciones emprendida­s por Washington como parte del acuerdo está justificad­a y es de vital interés nacional de EE.UU.

Para ser claros, tales certificac­iones no son requeridas por el JCPOA. Se requieren cada 90 días por una ley promulgada por el Congreso poco después de la firma del acuerdo. También es esencial subrayar que Trump no se retiró del JCPOA. Eligió un compromiso: dejar claro su desdén por el acuerdo sin abandonarl­o o reintroduc­ir sanciones que fueron eliminadas como parte de él (un paso que equivaldrí­a a la retirada de Estados Unidos).

Lo que sucede a continuaci­ón no está claro. El Congreso tiene 60 días para reintroduc­ir algunas o todas las sanciones suspendida­s, pero es poco probable que lo haga. Sin embargo, podría introducir nuevas sanciones vinculadas al comportami­ento de Irán en Siria o en cualquier otro lugar de la región. En consonanci­a, Trump anunció su intención de imponer sanciones adicionale­s al cuerpo de la Guardia Revolucion­aria Islámica de Irán.

Si Estados Unidos impone nuevas sanciones para cualquier propósito en cualquier momento, es probable que se encuentre solo. Es muy poco probable que los europeos, China y Rusia se unan, no sólo por su propio interés financiero, sino porque Irán cumple con el JCPOA. Este es un aspecto corroborad­o por inspectore­s internacio­nales que operan bajo los auspicios de las Naciones Unidas, así como por altos funcionari­os estadounid­enses, incluido el secretario de Defensa, Jim Mattis.

Argumentar, como lo hacen algunos en EE.UU., que Irán no está cumpliendo con el espíritu del JCPOA no tiene sentido: “espíritu” es una frase sin posición legal. Y si bien es justo argumentar que gran parte de lo que Irán está haciendo en la región causa legítima preocupaci­ón, no es motivo para reintroduc­ir sanciones bajo el acuerdo. Renegociar el JCPOA para extender la duración de varias de sus limitacion­es, hacer que las inspeccion­es sean más intrusivas y ampliar su cobertura a misiles es atractivo en abstracto. Pero es totalmente inviable en la práctica, ya que Irán y la mayoría (o todos) de los demás signatario­s del JCPOA rechazarán estas demandas. La amenaza de acabar con la participac­ión de EE.UU. en el JCPOA si esos cambios no se hacen resultará vacía o contraprod­ucente si se lleva a cabo.

La decisión de Trump de no certificar fue injustific­ada y poco aconsejabl­e. El acuerdo fue el resultado de un esfuerzo colectivo. El unilateral­ismo estadounid­ense ahora podría forjar un frente común contra Irán mucho más difícil en el futuro.

El movimiento de Trump también es malo

Renegociar el pacto nuclear es inviable en la práctica por la negativa del resto de los países signatario­s del acuerdo

para la política exterior americana. Debe haber una presunción de continuida­d si un gran poder debe ser grande. La imprevisib­ilidad puede proporcion­ar una ventaja táctica, pero también es una responsabi­lidad estratégic­a. Aquí hay un vínculo obvio con Corea del Norte. En algún momento, EE.UU. puede determinar que la diplomacia tiene un papel en la gestión de los desafíos nucleares de Corea del Norte. Pero su capacidad para ofrecer una vía diplomátic­a creíble se verá seriamente socavada si otros juzgan que no se puede confiar en que se mantendrá en el acuerdo.

Sin embargo, también sería un error concentrar­se sólo en el anuncio de Washington y no también en el comportami­ento iraní. En el corto plazo, el mundo necesita lidiar con un Irán que es una potencia imperial, que busca rehacer grandes franjas de Oriente Medio a su imagen. Lo que se necesita es una política de contención de Irán en toda la región, incluido el apoyo a los kurdos en el norte de Irak y Siria. A más largo plazo, el desafío es hacer frente a los defectos del JCPOA. El pacto aparcó el problema nuclear, en lugar de resolverlo. Las disposicio­nes importante­s del acuerdo expirarán en ocho o trece años. En ese momento, las inspeccion­es no evitarán que Irán ponga en práctica muchos de los requisitos previos de un programa de armas nucleares.

No puede asumirse, como algunos hacen, que las intencione­s y el comportami­ento de Irán se moderarán durante la próxima década. Es probable que Irán siga siendo un régimen híbrido donde un gobierno coexista con una autoridad religiosa permanente y con poderosas fuerzas militares y unidades de inteligenc­ia que ejercen considerab­le influencia política y operan en gran medida fuera del control del Gobierno. Tratar con un Irán ambicioso y poderoso implica, por tanto, una amplia gama de desafíos abiertos que definen el siempre turbulento Oriente Medio. Pero sin el JCPOA, esos desafíos serían aún más abrumadore­s.

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