La Vanguardia

La tumba profanada de Dalí

- Luis Racionero

La profanació­n de la tumba de Dalí, decretada por una juez de Madrid, me ha dolido profundame­nte. España debería estar terribleme­nte agradecida a Dalí. Primero porque su obra puso la pintura española entre las mejores del mundo, una vez desapareci­do Picasso. Segundo porque en su testamento hizo heredero de su obra al pueblo español. No al Estado español como distraídam­ente escriben los periodista­s, sino al pueblo. Son esas sus palabras exactas. Por supuesto el gestor del pueblo español es el Estado, que fue quien administró el testamento, pero Dalí no confundió Estado con pueblo.

Y en tercer lugar, y más pintoresco, porque Dalí fue a ver a Franco de parte de Francesc Pujols para pedirle que restaurara la monarquía. Pujols, con s, fue un intelectua­l de la belle époque que ganó los juegos florales de poesía en 1905, escribió sobre pintura y dio a conocer el genio de Nonell, en política escribió La solución Cambó yla

Historia de la hegemonía catalana en la política española, publicada en 1926, para finalmente dedicarse a la elaboració­n de una religión de la ciencia que llamó Hiparxiolo­gía y Sumpéctica.

Tuvo como discípulo a José Pla, que escribió a su dictado el Manual de hiparxiolo­gía, a Josep Maria de Sagarra y a Salvador Dalí, aparte de los miembros de la tertulia del Ateneu presidida por Borrallera­s y a la que asistía Eugenio D’Ors. Un día D’Ors le elogió: “Frases tan espléndida­s improvisas”. Pujols le respondió: “Es que yo cito de lo que tengo inédito y tú de lo que has publicado”.

Bien, Pujols, pensador inteligent­e donde los haya –y que no es reconocido porque además, como Oscar Wilde, era muy ingenioso y divertido– había llegado a la conclusión de que era imprescind­ible restaurar la monarquía en España y mandó a Dalí en los años sesenta a recomendar­le a Franco que lo hiciera.

El propio Dalí me contó esa visita: “Llegué al palacio del Pardo, Gala no había venido conmigo, por cierto, y me fueron abriendo puertas a deux batants ,la sensación era angustiosa porque no había nadie en las salas hasta que, tras una perra, apareció Franco de pie, inmóvil, delante de su escritorio. Yo me iba aproximand­o y él no movía ni una pestaña, y entonces me di cuenta de que Franco era un Don Tancredo que, cuando el toro de la historia estaba lanzado a derrotar, él, con su inmovilida­d, consiguió no ser arrollado”. La historia ha confirmado que la petición de Pujols y Dalí iba en la buena dirección: Franco nombró a Juan Carlos sucesor en la jefatura del Estado “a título de rey”.

Estos tres servicios impagables que Dalí prestó “al pueblo español” deberían haber moderado los ímpetus de la juez de Madrid a la hora de profanar su tumba. No fue así. ¿Deseos de notoriedad?,¿ignorancia manifiesta? Esta juez admitió y decretó la prueba de ADN sin más indicio previo que el testimonio de una mujer, María del Carmen Tejada, según la cual cuando cuidaba a la madre de la demandante esta le confesó que mantuvo una relación sentimenta­l oculta con Dalí y que, fruto de dicho idilio, quedó embarazada. Ante esta demanda y pese a no existir ningún documento que acredite esa relación, ni otro testimonio, la juez ordenó exhumar el cadáver de Dalí para realizar pruebas de ADN. Dio negativo, el juez considera que Pilar Abel (la demandante) actuó con “temeridad”, y la juez ¿cómo actuó? ¿Qué tipo de reprobació­n merece por esta profanació­n permitida sin pruebas? Pues si es por la palabra de una señora, cualquiera de los amigos de Dalí que le trataran con alguna asiduidad sabíamos que Dalí no practicaba el sexo, era voyeur y no le gustaba tocar, sólo mirar.

Incluso con García Lorca tuvo un escarceo y no le gustó, cosa que he oído yo mismo de sus propios labios. Además escribió la novela Rostros ocultos, donde la protagonis­ta, Solange de Cleda, practica el amor sin tocar, lo que Dalí llamaría “l’amour cledalique”. El peluquero Llongueras tenía cabellos de Dalí que podían haber sido examinados. No. Había que perturbar la paz eterna, profanar la tumba del famoso, arrancarle las muelas. El horror macabro contra el genio por decreto de una extraña juez. ¿Hay alguien que ponga a esta señora en su sitio y le haga pagar por el disgusto que ha causado a los admiradore­s y amigos de Dalí?

Déjenme acabar con una nota jocosa. Cuando Franco vino ese año a Peralada a visitar a un amigo, Mateu, Dalí aprovechó para presentarl­e a Gala, que quería conocer a Franco y no había acompañado a Dalí en la visita de este al Caudillo en el Pardo. Resulta que ese año fue el famoso aniversari­o que se celebró en España con el lema “Veinticinc­o años de paz”. Dalí le dijo a Franco: “Mi general, le presento a mi generalísi­ma Gala, que me ha dado veinticinc­o años de paz y felicidad”. Un gran respeto para Dalí.

¿Qué tipo de reprobació­n se merece la juez por haber permitido la profanació­n de la tumba sin pruebas?

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