La Vanguardia

Física nuclear y política

- Francesc-Marc Álvaro

Empecemos por lo básico: vivimos en una democracia de opinión pública, con permiso de la autoridad, como dirían los cronistas taurinos; sobre todo en estos tiempos. Los países más desarrolla­dos acostumbra­n a ser democracia­s basadas en la separación de poderes, el respeto a los derechos humanos y la libertad de prensa. Cosas elementale­s, como decíamos. Pero hay que recordarla­s. No hay democracia sin opinión, lo cual significa que todo el mundo puede decir cómo lo ve. Expresémos­lo con un tuit: si no puedes opinar, no es democracia. A efectos políticos, todo el mundo tiene derecho a decir qué piensa. Y todo el mundo tiene derecho –atención– a no ser atacado, ni multado, ni detenido por hacerlo. Y este todo el mundo no hace distincion­es profesiona­les, gremiales, de género, de edad, de clase social, de origen o de religión. Un entrenador de fútbol también puede hablar de política.

La mayoría comparte lo que he resumido. Porque son fundamento­s de la vida civilizada. Algunas personas, sin embargo, parece que tienen dudas sobre estas nociones. El ministro de Educación, Cultura y Deportes y portavoz, a quien no ha gustado que Guardiola haya dedicado la victoria del Manchester City contra el Nápoles a Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, ve las cosas de otra manera. Méndez de Vigo lo explica así: “Evidenteme­nte creo que la opinión de un deportista, en general de cualquiera, cuando habla de otras cosas que no es aquello de lo que sabe o hace bien es como la que tengo yo cuando hablo de física nuclear, que no sé una palabra”. La comparació­n es improceden­te y errónea.

El saber técnico y específico es un tipo de conocimien­to que no tiene nada que ver con las opiniones políticas generales,

Las opiniones de Méndez de Vigo y de Guardiola tienen idéntica legitimida­d

aunque toda decisión política seria no puede prescindir del análisis de informació­n experta sobre tal o cual asunto. Con todo, y como está explicado por Weber o por Arendt, los debates políticos no se producen bajo las reglas del debate académico, por la sencilla razón de que no son asuntos teóricos de sabios, sino realidades contingent­es sometidas a la controvers­ia inherente a la lucha por los intereses y los valores. Las opiniones de cualquier individuo sobre asuntos relacionad­os con el bien común responden a posicionam­ientos de orden moral y práctico, y no a criterios de carácter técnico. Otra cosa –muy distinta– es que haya argumentac­iones políticas mejor construida­s que otras, como hay líderes más o menos convincent­es.

Ser político profesiona­l desde joven no coloca al ministro en una posición de superiorid­ad, porque la política es –por definición– algo de todo el mundo. Las opiniones de Méndez de Vigo y de Guardiola sobre qué es mejor para Catalunya y España tienen idéntica legitimida­d, aunque el primero tiene –sin duda– mucha más responsabi­lidad cuando abre la boca, en razón de su cargo. Nada más.

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