100 días con Valverde
El técnico convence con su sentido común y un método cercano pero directo
La hecatombe. Así define ahora el propio Ernesto Valverde el panorama que tenía el Barcelona ante sí antes de empezar. El equipo había perdido a Neymar en un visto y no visto, el Madrid le pasó por encima en la Supercopa, se lesionó Dembélé por el que el Barça pagó más de 100 millones, Messi tenía bastante complicado jugar el Mundial y una moción de censura amenazaba a la directiva. Cualquier entrenador recién llegado se hubiese tirado de los pelos. Pero Valverde mantuvo la calma como un maestro zen y sorteó los problemas de uno en uno hasta darle la vuelta a la situación en sus 100 primeros días entrenando.
Presentado el 1 de junio como entrenador del Barcelona, Valverde dirigió su primer entrenamiento el 12 de julio. Y esa tranquilidad ha impresionado a todos en el Barça, donde en ocasiones es muy fácil caer en el divismo. El sentido común del técnico no abunda en el mundillo y ha sido clave para apagar el fuego de cada semana. Pero no es la única característica que le ha valido para ser líder en la Liga y en la Champions.
El técnico, que en su carrera prácticamente nunca había utilizado el 4-3-3, se ha adaptado al estilo y la filosofía del Barça, sin querer cuotas de protagonismo. Pero también ha conquistado al vestuario con justicia en sus decisiones. Los jugadores valoran los conocimientos pero también que se les trate a tenor de sus méritos. Evidentemente, le ha ayudado a entrar con buen pie la buena relación con Messi pero también ha gustado que haya respetado mucho las costumbres, como la de comer juntos. En cambio, ha adelantado la convocatoria, algo que sirve para que los jugadores se puedan organizar mejor. Otro de los motivos de buen rollo es el deseo del técnico de que todos en la plantilla, dentro de lo posible, se encuentren a gusto. Eso no significa que no imponga su criterio pero sí que intenta ser conciliador para consensuar las normas de convivencia. O incluso la táctica.
Valverde habla mucho con los jugadores. Sin llegar al colegueo de la era de Rijkaard en la que la autoridad quedó difuminada, lo cierto es que ha acortado mucho la distancia que tomó Luis Enrique. No es extraño que el entrenador realice charlas individualizadas. Las sesiones de vídeo también las ha dividido por demarcaciones, defensas con defensas y delanteros con delanteros, para hacerlas cortas, amenas y con mensajes directos.
Los que trabajan con él reconocen que el técnico piensa mucho en el fútbol pero prefiere no mirar la prensa. Por eso, también realiza una reunión previa a cada rueda de prensa, donde el departamento de comunicación le pone al día de las declaraciones del rival o cuál puede ser el tema más polémico. Ni Aspiazu ni Pozanco, sus dos ayudantes, acuden a este briefing, en el que sí que participaban consejeros de otros técnicos.
Valverde es muy agradecido. Pese a que el entrenador ha trabajado en equipos importantes, le fascina que todos los servicios en el club estén tan integrados, desde el cocinero hasta los médicos.
El técnico vence y convence. Los resultados están ahí. Pero también quedan las formas. Estos últimos días, en el Barcelona han quedado gratamente impresionados por el buen recuerdo que dejó el técnico en el Olympiacos. No sólo por el trato que le regalaron los enviados especiales sino que también desde dentro del club estaban encantados de reencontrarse con él.
Celoso de su intimidad, protege a su familia, con la que se ha trasladado a Barcelona, pero en cambio él no teme hacer vida normal. El lunes se acercó a la presentación del libro Hijos del fútbol, del bilbaíno Galder Reguera. Apasionado de la fotografía, la cámara aún no ha entrado en la ciudad deportiva en estos 100 días de Valverde. Pero hubiese sido ideal para ver las muchas diferencias con el primer día.