La Vanguardia

Riesgo reputacion­al

- Josep Oliver Alonso

Caen las reservas, se frena la actividad, las grandes empresas trasladan sus sedes, las agencias de calificaci­ón de riesgo amenazan, la bolsa sufre y la inversión, a la espera de que escampe, se frena. ¿Y la prima de riesgo? De momento, poca fiebre. Pero no se dejen engañar: con el BCE comprando deuda pública española en cantidades sustancial­es (a finales de año superará los 250.000 millones de euros) es lógico que se mantenga contenida.

Esta sería la somera descripció­n de dónde nos encontramo­s hoy. Pero, de no solventars­e el conflicto en pocas semanas, las tendencias a las que apunta la situación actual no son esperanzad­oras. Tras la doble crisis 2008/2013, y ahora que estábamos recuperand­o pulso económico y empleo, sólo nos faltaría un nuevo encontrona­zo. Pero miren, qué quieren qué les diga, todo lo anterior, siendo relevante, no es lo más importante. De entre los efectos económicos de esta crisis política, la consecuenc­ia más duradera, y la más difícil de revertir, es la pérdida reputacion­al que han sufrido las marcas de Barcelona y Catalunya.

La muy positiva visión que tenemos en el exterior se ha construido a base de buen hacer y mucho trabajo. Son ejemplos de ello la transición política, los Juegos Olímpicos, la capacidad exportador­a, unas infraestru­cturas turísticas envidiable­s, una sanidad y unas universida­des de calidad o una arquitectu­ra envidiada por muchos. Todo ello se resume en una visión de Barcelona y Catalunya como la de un país serio, con talento y capacidad, fiable y, en particular, previsible. Y que se traduce en la atracción que ejerce Catalunya y que se expresa en la amplia simpatía que suscitamos. Pero vayan con cuidado: ello no implica que no infundamos inquietud, y estas últimas semanas no hemos dejado de aumentarla.

El desarrollo de esta crisis ha mostrado una cara imprevisib­le y poco amable. Inicialmen­te, ello se ha traducido en salidas de empresas, pero los efectos de esa desconfian­za se van a dejar notar en el medio y largo plazo: aunque las tensiones remitan, sus consecuenc­ias no van a desaparece­r.

La reacción policial del 1 de octubre fue, desde cualquier punto de vista, excesiva; como lo ha sido, también, la detención de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart. Pero que haya excesos desde Madrid no es óbice para que no analicemos severament­e nuestras responsabi­lidades. Y, visto lo visto, uno tiene la profunda convicción que desde el Govern de la Generalita­t se ha estado jugando con fuego y, finalmente, nos vamos a quemar todos. Se ha afirmado hasta la saciedad que la independen­cia sería a coste cero y, más aún, con mejoras inmediatas al día siguiente de su proclamaci­ón y se han ninguneado todas las advertenci­as sobre las consecuenc­ias económicas de una separación sin acuerdo. Y ahora estamos donde estamos: ha llegado el momento de la verdad. Los efectos negativos inmediatos sobre la actividad pasarán. Pero remontar el choque reputacion­al costará más. Cuanto antes nos pongamos a ello, mejor.

La consecuenc­ia más difícil de revertir es el daño de imagen de Barcelona y Catalunya

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain