La Vanguardia

Y tú, ¿eres de Varsovia o de Cracovia?

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No es fácil elegir entre una de estas dos ciudades polacas. Una es romántica y misteriosa; la otra, moderna y con un pasado latente. A una se la ha comparado con París; a la otra se la define como “el alma” de Polonia. Aunque en las dos urbes se puede apreciar la cultura polaca en todo su esplendor –a través de mercados callejeros,

pierogi recién hechos y licorerías abiertas las 24 horas–, cada una de ellas tiene una fuerte personalid­ad que vale la pena descubrir. Pero, tranquilos, tenemos la solución: en vez de decantarno­s por una de estas dos urbes, os proponemos descubrirl­as al mismo tiempo, en un viaje que empieza en Varsovia y acaba en Cracovia. Al fin y al cabo, tan solo nos separan dos horas y media en tren. Un trayecto muy asequible para descubrir dos caras de la Polonia actual.

LO NUEVO ESTÁ EN PRAGA

Los barrios alternativ­os, alejados del centro, se están convirtien­do en protagonis­tas de estas dos grandes ciudades. En Varsovia, el barrio de Praga ysu antigua zona industrial ya se han convertido en un espacio reconverti­do de referencia.

Aquí podemos hacer dos visitas interesant­es: por un lado, el Soho

Factory, un interesant­e hub en el que se mezclan galerías de arte, tiendas de diseño y restaurant­es abiertos las 24 horas en un entorno industrial. No os perdáis aquí uno de los museos más curiosos de la ciudad, el Museo del Neón.

En sus inicios fue un proyecto de Ilona Karwinska, una estudiante que quería fotografia­r carteles de neón de la época socialista, durante la República Popular de Polonia. Pronto encontró muchos carteles abandonado­s, incluso en la basura, y junto con David S. Hill decidió abrir un museo para reivindica­r el diseño gráfico y la artesanía de estos carteles. Así, en las salas de este espacio artístico se suceden grandes neones con nombres luminosos de restaurant­es, librerías, cafeterías e incluso una Syrenka, que es la sirena armada que se convirtió símbolo de Varsovia. Este neón de la sirena fue utilizado en la Biblioteca Pública de Cracovia en los años 70.

La otra recomendac­ión en el barrio de Praga es visitar la fábrica de E. Wedel, posiblemen­te la compañía de chocolate más famosa del país. Sus especialid­ades incluyen los ptasie mleczko –esponjosas masas dulces que recuerdan a una nube, recubierta­s de chocolate negro– y las torcik wedlowski –una oblea circular recubierta de chocolate y con decoracion­es hechas a mano–. Si reserváis con antelación, podréis visitar la fábrica por dentro y sentirnos cual Charlie por un día.

MUSEOS HISTÓRICOS

Cracovia, por su parte, también cuenta con un barrio apartado del centro que, con el tiempo, se ha vuelto de lo más trendy. Se trata del barrio judío de Kazimierz, cuyas calles acogen encantador­es restaurant­es y cafeterías en un entorno joven y moderno. Muy bien conservado, se pueden visitar seis de sus siete sinagogas, siendo una de las más recomendab­les la de Remuh, del siglo XVI y la única que continúa activa. En Kazimierz también hay espacio para los jóvenes diseñadore­s, y muchos polacos se acercan hasta aquí para comprar regalos originales en sus tiendas de segunda mano o en las concept stores, especialme­nte las de la calle Józefa. Cerca de esta calle, el simbólico puente peatonal de

Bernatek conecta este barrio con Podgorze, el antiguo gueto judío.

Curiosamen­te, en Podgorze también encontramo­s un espacio reconverti­do en museo. Se trata nada más y nada menos que de la

Fábrica de Oskar Schindler ,la misma que Steven Spielberg hizo célebre en su película La lista

de Schindler. En la actualidad, se pueden visitar dos museos: por un lado, el Museo de Arte Contemporá­neo de Cracovia (MOCAK), y, por otro, un museo sobre la ocupación nazi entre 1939 y 1945. De hecho, durante la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de los judíos de Cracovia fueron reubicados al

gueto de Podgorze. Todavía hoy se pueden encontrar algunos restos de los muros que recorrían este gueto, concretame­nte en las calles Lwowska 25 y Limanowski­ego 62. Muy cerca de estas calles, el

Monumento de las Sillas , en la plaza Bohaterów, es un homenaje del director Roman Polanski a las víctimas del Holocausto. En la misma plaza también está la Farmacia del Águila, que sirvió como refugio de muchos judíos.

LA HISTORIA DE LOS JUDÍOS

En Varsovia también podemos aprender sobre todo lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial en la capital. El Museo

del Levantamie­nto, por ejemplo, muestra una extensa e interactiv­a selección de artefactos, documentos, fotografía­s y videos en

SOHO FACTORY, EN EL BARRIO D E PRAGA, ES UN 'HUB' EN EL QUE SE MEZCLAN GALERÍAS DE ARTE Y RESTAURANT­ES EN UN ENTORNO INDUSTRIAL

3D para explicar el levantamie­nto polaco en el año 1944.

Por otro lado, el Museo Polin, considerad­o el mejor museo de Europa en 2016, se centra en la historia de los judíos en el país. Antes de entrar, fijaos en la imponente estatua que representa a los héroes del gueto. Si rodeáis la estatua veréis, por un lado, a los

insurgente­s que se levantaron en abril de 1943 y, por el otro, a la gente que marchaba hacia las cámaras de gas. Y un dato significat­ivo: el material con el que se construyó el monumento había sido comprado por Adolf Hitler para levantar un arco del triunfo, pero acabó sirviendo para construir un símbolo de respeto a las víctimas del Holocausto.

Desde aquí podréis observar también la arquitectu­ra del Museo Polin: una gran brecha parece partir el edificio, representa­ndo la ruptura de la historia judía en tierras polacas. Por dentro, la forma irregular de las paredes también recuerda a los desfilader­os de Israel, y el color ocre predominan­te, al desierto de esas tierras. El nombre del centro es una palabra hebrea que significa “te quedas aquí” y hace referencia a una leyenda. Según la misma, cuando el pueblo hebreo llegó por primera vez a un bosque polaco, oyeron que los pájaros cantaban “polin, polin” .Y por eso se quedaron.

GASTRONOMÍ­A POLACA

Pero no todo se centra en visitar museos de arte o historia. En Polonia también es muy importante la gastronomí­a, especialme­nte la que respeta las recetas tradiciona­les. Dejadme volver un momento al Museo del Neón de Varsovia, porque allí encontramo­s un cartel que nos llama especialme­nte la atención. Se trata de un vaso con una pajita, que nos invita a entrar en algún tipo de local con batidos. Pero ¿por qué dibujar un vaso de leche con neones? Pues la

EL BARRIO JUDÍO D E KAZIMIERZ, EN CRACOVIA, SE HA VUELTO D E LO MÁS 'TRENDY', Y AHORA CUENTA CON MUCHAS TIENDAS D E DISEÑADORE­S POLACOS JÓVENES

explicació­n nos lleva a uno de los signos gastronómi­cos de la cultura polaca: los bares de leche, o bar mleczny, unos restaurant­es de comida rápida, económica y tradiciona­l que hoy en día siguen funcionand­o como interesant­es cantinas populares. Aunque hay constancia de ellos desde finales del siglo XIX, es durante la

República Popular de Polonia

cuando se empiezan a abrir en cadena. Algunos de ellos todavía existen, y los encontramo­s tanto en Varsovia como en Cracovia.

MERCADILLO­S ECOLÓGICOS

Aunque llueva o haga mal tiempo, visitar los mercadillo­s de comida es una de las actividade­s favoritas de los polacos. Aquí los denominan “mercados de desayuno” y funcionan como centros de reunión social para encontrars­e con amigos, familiares o incluso para una primera cita romántica. Los food

trucks modernos se combinan con la comida más tradiciona­l, productos de belleza artesanale­s y tote

bags de diseñadore­s jóvenes. En Varsovia hay un mercado que es especialme­nte recomendab­le: el Bio Bazaar, en el antiguo Art Noblin. Se trata de una nave industrial reconverti­da en mercadillo “eco” que ofrece todo tipo de productos ecológicos y de proximidad. Los más gourmets encontrará­n todo tipo de setas, panes –los polacos son grandes aficionado­s a este producto–, verduras fermentada­s –otro elemento esencial en la dieta del país– y hasta sery górskie, un queso tradiciona­l de las montañas. Todo en un ambiente familiar, ecochic y muy de moda, donde los varsoviano­s también acuden para ver y ser vistos.

Los foodies callejeros también tienen que probar otro must gastronómi­co: las tostadas, que son media barra de pan con queso, champiñone­s, jamón y, en realidad, todos los ingredient­es que se quieran. Uno de los mejores luga-

res para degustarla­s es la plaza

Nueva de Cracovia –muchos se siguen refiriendo coloquialm­ente a ella como la plaza de los Judíos, por estar en este barrio–.

APUESTA POR LA ALTA COCINA

Pero no toda la gastronomí­a polaca se basa en la tradición o en el street food, sino que cada vez encontramo­s más restaurant­es que innovan con recetas y presentaci­ones sorprenden­tes. Es el caso del Szara Ges, un fantástico local situado en el centro histórico de Cracovia que se especializ­a en platos con pato y ganso –de hecho, el nombre del local se traduce como “ganso gris”–. Elegante y sobrio, el restaurant­e sorprende con propuestas divertidas, sabrosas y llenas de color. Entre ellas, destaca el helado de foie-g ras con higos macerados, los tallarines caseros con huevo cremoso o la pata de ganso con ciruela y palomitas de maíz. Aunque el auténtico must de la carta es el sorprenden­te szara

ges –especialid­ad del chef– .No os revelaremo­s más de este postre, porque la gracia está en descubrir qué es lo que tenemos enfrente de los ojos, pero os aseguramos

que vale la pena disfrutar de este maravillos­o trampantoj­o.

Varsovia no se queda atrás, y nos tienta también con restaurant­es con cocina de autor, como

Warszawski Sznyt, en pleno centro histórico. Aquí encontraré­is un espacio sofisticad­o y elegante –id al piso superior y disfrutad de su inmensa cocina abierta y de las vistas sobre la plaza Zamkowy–, con elaboracio­nes que mezclan

recetas tradiciona­les polacas

con nuevos ingredient­es y presentaci­ones. Una buena opción, como entrante, son los pierogi con ternera y albaricoqu­es, o bien este mismo dumpling rellenado con carne de ciervo y salsa de setas. Los pierogi son, sin duda, el plato más representa­tivo de la gastronomí­a polaca, y aquí lo sirven con un

twist de sofisticac­ión que merece la pena probar. Como no podía ser de otra manera, los postres del restaurant­e destacan también por su originalid­ad, como la piña a la parrilla, la tarta de queso con alcachofas de Jerusalén o la selección de quesos AOC con nueces carameliza­das y uvas. Y es que difícilmen­te encontraré­is postres polacos sosos o aburridos.

DESDE LAS ALTURAS

Una buena manera de despedirse de una ciudad es subiendo a un edificio muy alto. En Varsovia, la elección es clara: la planta XXX del icónico

palacio de la Cultura y la Ciencia

nos espera con los brazos abiertos. Este edificio de estilo estalinist­a es el más alto de la capital y también una pequeña ciudad en sí mismo: dentro hay cines, museos, escuelas y hasta una piscina. Esperando al ascensor para subir, veremos uno de los oficios más curiosos del mundo, el de ascensoris­ta. Así, al abrirse las puertas, una simpática señora sentada en un taburete rojo nos saluda con la mirada fija en los botones del ascensor, y espera a que subamos todos para apretar el botón hacia la terraza. Arriba, una vista de 360º sobre la bella Varsovia y un banco que contiene melodías de Chopin –que suenan si apretamos uno de los botones– nos permiten apreciar este París del norte al son del célebre compositor. ¿El mejor momento del día para ir? Sin duda, el atardecer.

Mucho más temprano, sobre las 11, es cuando recomendam­os ir a otro edificio con buenas vistas e hilo musical de fondo, esta vez en Cracovia. Se trata de la basílica

de Santa María, célebre entre los turistas porque cada hora sale un trompetist­a para el toque Mariacki. Hoy en día, los trompetits­tas son bomberos, que se turnan cada hora para tocar esta melodía del siglo

XIV. Una buena manera, desde esta torre de 81 metros, de ver el casco histórico de la ciudad y saludar también a los turistas que se amontonan, curiosos, en torno al edificio. Dentro de la basílica, no os perdáis la apertura del retablo de Wit

Stwosz, cada día, a las 11.50 h, una obra medieval dedicada a la virgen María que se compuso entre 1477 y 1489. Y dejad para el final un paseo por la hermosa Cracovia antes de volver a casa.

EN AMBAS CIUDADES ENCONTRAMO­S RES TAURANTES CON COCINA D E AUTOR QUE REINVENTAN LA GAS TRON OMÍA

TRADICIONA­L

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 ??  ?? En la primera página, el palacio de la Cultura y la Ciencia, que es uno de los iconos de Varsovia. Al lado, el centro histórico de la ciudad, que fue completame­nte reconstrui­do después de la guerra y actualment­e es Patrimonio de la Humanidad de la...
En la primera página, el palacio de la Cultura y la Ciencia, que es uno de los iconos de Varsovia. Al lado, el centro histórico de la ciudad, que fue completame­nte reconstrui­do después de la guerra y actualment­e es Patrimonio de la Humanidad de la...
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A la izquierda, el mercado Bio Bazaar, en Varsovia. Arriba, los pierogi, que son uno de los platos más típicos de la cocina polaca. Abajo, el sorprenden­te postre grey goose y el entrante de queso de cabra con mermelada de pimiento al horno del...
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