La Vanguardia

Exclusiva: José Montilla mató a Kennedy

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Tras meses de especulaci­ones, el anuncio de la aplicación del artículo 155 ha provocado un pánico justificad­o. Ahora descubrimo­s que la famosa luz al final del túnel es un pozo y que la luz es el reflejo de una luna licántropa sobre un charco de secrecione­s inconfesab­les. También sabemos que, como nuestra política es una gigantesca esferifica­ción, la insólita consecuenc­ia de la tensión dramáticam­ente no resuelta entre el Gobierno de Junts pel Sí y el Gobierno del PP consiste en que el PSC sea el cabeza de turco. Para hallar una explicació­n a esta obscena desviación de la atención deberíamos escuchar los últimos discursos de Rajoy y Puigdemont al revés y así quizás descubrirí­amos mensajes satánicos encriptado­s, claves sobre la muerte de Paul McCartney, instruccio­nes para entender el monumental carisma presidiari­o de Jordi Pujol i Ferrusola y la auténtica jerarquía de responsabi­lidades en este asunto.

Anunciado con una chusquera corneta anticonsti­tucional, el 155 paraliza. Y aún hay quien especula sobre la dificultad técnica de intervenir los medios públicos, como si no supieran que los van a cerrar y se quedarán tan anchos. Mirar TV3 y escuchar Catalunya Ràdio como si fuera la última vez provoca un macabro vértigo cuando intentamos imaginar un país sin estos referentes criminaliz­ados por quienes confunden la discrepanc­ia con sus contenidos con el delirio represor. Cuando las cierren, ¿quién será, según el PP y Cs, el culpable de todos los males? En la búsqueda de culpables, todo vale, incluso la profanació­n de tumbas. El presidente Puigdemont desenterró a Franco y a Tarradella­s, imbuido de una liturgia antifranqu­ista casi tan funesta como la liturgia franquista. Y Carme Forcadell habló de irresponsa­bilidad con la autoridad

Hoy el humor es más un factor de riesgo que un bálsamo terapéutic­o

de quien hace tiempo que la perdió. En esta situación el humor es más un factor de riesgo que un bálsamo terapéutic­o. En la manifestac­ión del sábado, un cartel congelaba cualquier intento de sonrisa: “155, por el culo te la hinco”. En TV3, John Carlin estaba tan hundido que tuvo que explicar sus comentario­s irónicos para que no lo interpreta­ran con la rabia ambiental habitual. Y en Catalunya Ràdio, Juan José Millàs contó que todo se está convirtien­do en una nochebuena perpetua y añadió que la frase que más ha oído entre sus amigos es: “¡Qué desastre!” Pero, para culminar la pirueta, ahora resulta que el gran desatascad­or del colapso civil es José Montilla, que, haga lo que haga, será convenient­emente mal interpreta­do por los que, en nombre de la libertad de expresión, la convierten en silla eléctrica patriótica. El intercambi­o de vigas en ojos propios y pajas en ajenos instaura la ceguera, la imposición de legalidade­s cada vez más ilegales y una ley por encima de todas: la ley de Murphy.

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