La Vanguardia

Todo por la foto

- Miguel Ángel Aguilar

El repaso de algunos principios pudiera ser de gran ayuda en los momentos políticos que se están viviendo en Catalunya. Así, la cúpula del poder en la Generalita­t pareciera no haber tenido en cuenta las pautas de Liddel Hart, quien en su Estrategia de la aproximaci­ón indirecta advierte sobre el punto culminante de la victoria, según el cual proseguir indefinida­mente la explotació­n del éxito puede acabar transformá­ndola en desastre. Porque el éxito nunca es interminab­le. Obsérvese, por ejemplo, lo que nos sucedió a la altura de 1921 en Annual donde el general Silvestre, ebrio de triunfalis­mo, invirtió la situación en extremo favorable alcanzada hasta lograr la catástrofe final. Es necesario tener bien aprendido cómo, también en política, una victoria nunca puede ser alcanzada a menos que estén bien definidos sus límites.

El caso es que buscando la proclamaci­ón incesante de la independen­cia exprés podríamos acabar retrocedid­os y teniendo que empezar por la tarea de recuperar la autonomía intervenid­a. Además de que persiguien­do el horizonte de esa república idílica de Alicia en el país de las maravillas –fortius, altius, citius– podríamos encontrarn­os sumidos en la autocracia para la que el fin justifica los medios y dispuesta a maldecir de la separación de poderes y de las libertades formales, concebidas como un lujo cultural por los equidistan­tes. Siendo así que todo merecería sacrificar­se en aras del objetivo patrio de la construcci­ón nacional, expresión que traducida al castellano sería el national building ,el todo por la patria, a propósito del cual la viñeta de El Roto concluía que “una buena bandera lo tapa todo”.

En la Moncloa tampoco han leído a don Carlos Clausewitz para entender la necesidad de averiguar qué conflicto le estaban planteando y determinar con precisión dónde se encuentra el Centro de gravedad del adversario. Porque el campo de juego elegido por la cúpula dirigente de la Generalita­t era el de la prensa internacio­nal. El objetivo modesto era lograr la foto de la policía retirando las urnas y el coronel innombrabl­e les ha regalado un álbum. Ahora el president Puigdemont, emulando a Ricardo III, daría gustoso su reino por la foto saliendo del Palau conducido por la Guardia Civil. Atentos.

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