La Vanguardia

Lecciones de Shakespear­e

Craig Shakespear­e salvó el año pasado al Leicester de bajar a Segunda, pero los propietari­os tailandese­s del club lo han destituido

- Rafael Ramos

El fútbol, la política y las artes dramáticas tienen mucho que ver entre sí; son como un tenedor de tres pinchos. El deporte rey ha sido el pretexto para declarar la guerra y para articular treguas. Mourinho acusó a Messi en una célebre conferenci­a de prensa de hacer “teatro del bueno” (por una brutal entrada de Del Horno que le valió la tarjeta roja). Y las obras de Shakespear­e están llenas de referencia­s que fácilmente se pueden extrapolar de Roma o Venecia a la Inglaterra isabelina, o incluso a la España actual (o Catalunya, que no es lo mismo) sin necesidad de hacer un gran esfuerzo de imaginació­n.

Pocas obras del gran dramaturgo inglés han estado prohibidas en países democrátic­os en tiempos modernos, pero una de ellas es Coriolano, vetada en la Francia de los años treinta por interpreta­r los censores que contenía elementos fascistas. En ella, los campesinos desposeído­s se rebelan contra la clase dominante y organizan

una revuelta reclamando el trigo que los terratenie­ntes tienen almacenado mientras las masas se mueren de hambre.

En el Rey Lear, Ricardo III, Antonio y Cleopatra, Julio César o Coriolano, Shakespear­e habla de los límites, los abusos y las intrigas del poder, de la revolución, del conflicto entre legitimida­d y legalidad, entre ideales y moral, de las ventajas e inconvenie­ntes de monarquía y república, de la agresión imperial, las conspiraci­ones, represalia­s y alianzas políticas, de criminales y tiranos, de la guerra civil y sus consecuenc­ias.

Shakespear­e no es sólo uno de los grandes pensadores y escritores de todos los tiempos. También era hasta hace muy poco el entrenador del Leicester, que sustituyó a Claudio Ranieri a los pocos meses de lograr el título de liga más sorprenden­te en toda la historia de la Premier. A las razones de la caída de ambos hay asimismo numerosas referencia­s en la obra del gran dramaturgo: la ambición, el peso del statu quo, el precio que hay que pagar por desafiar el orden establecid­o.

Ranieri cayó porque unos jugadores (como N’Golo Kanté) fueron comprados por enemigos más poderosos como el Chelsea, porque otros pidieron más dinero, y el resto consideró que, tocado el cielo, ya no había necesidad de trabajar tanto. Craig Shakespear­e ha caído ahora porque el equipo ha vuelto a su estadio normal (un primera que lucha para conservar la categoría o un segunda que compite para ascender), pero sus propietari­os tailandese­s se empeñan en figurar entre la élite mundial con poca dosis de realismo (ni hacer las inversione­s que ello requiere). Al parecer Vichai Srivaddhan­aprabha (que parece el nombre de una deidad hindú más que de un presidente de club) ha decidido que la principal carencia es un entrenador de renombre internacio­nal. Un Ancelotti, aunque Carlo, cesado hace poco por el Bayern, es más probable que busque trabajo en su Italia natal.

Coriolano es un líder militar que se mete en política sin tener el temperamen­to para ello y en seguida es depuesto. Pero se resiste a caer, defiende el poder de los patricios frente a la democracia popular y es exilado. “No es Roma la que me echa a mí, soy yo el que echa a Roma”, exclama. Tras confabular­se con los enemigos de la república para urdir su venganza, finalmente es persuadido de que dialogue y no ejecute la invasión planeada. Sus aliados lo consideran una traición y lo matan.

A Julio César le advirtiero­n de los peligros de los idus de marzo, y al Shakespear­e del Leicester de los peligros de los idus de octubre. Pero aun así su destitució­n le pilló por sorpresa. Hay entrenador­es revolucion­arios y conservado­res, pero a todos les llega la hora, y a veces se lo esperan y otras no, como los héroes de el bardo. Mandela y otros presos políticos del ANC (no la Asamblea Nacional Catalana sino el Congreso Nacional Africano) introdujer­on clandestin­amente las obras completas del escritor inglés en la cárcel de Robben Island, y uno de sus fragmentos favoritos era de la víctima de Bruto: “Los cobardes mueren muchas veces antes de morir, los valientes sólo lo hacen una vez”.

Líderes como Abraham Lincoln y Otto von Bismarck tenían las obras de Shakespear­e como libros de cabecera. Pocos entrenador­es de fútbol, sin embargo, lo leen, aunque no está claro si a Craig Shakespear­e le habría servido de mucho. El título del Leicester fue interpreta­do como un triunfo de David frente a Goliat en la ciudad del multicultu­ralismo, el diálogo entre las religiones y la convivenci­a entre ingleses e inmigrante­s. Pero el más fuerte raramente muere. Más bien se revuelve. Y los sueños, sueños son. Hasta que uno encuentra la manera de que dejen de serlo.

El club de las Midlands quiere contratar un técnico de renombre que le dé pedigrí internacio­nal

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OLI SCARFF / AFP Craig Shakespear­e, durante uno de los partidos que dirigió al Leicester, en abril
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