La Vanguardia

A Tarradella­s no le gusta lo que ve

- Joaquín Luna

“Que mantengais la memoria de mi padre es maravillos­o. Me eduqué bajo una mentalidad francesa que le gustaba. Había una lógica sobre lo que se podía hacer y lo que no se podía hacer. Esta lógica hoy no la veo en Catalunya, es una ausencia que me entristece”, dijo ayer Josep Tarradella­s Macià en el nombre de su padre ante un grupo de amigos, los tarradelli­stas de aquella administra­ción de la Generalita­t de 1978. ¿Nostalgia? La precisa.

Tarradella­s Macià, su esposa, el economista y exconselle­r Josep Maria Bricall, Montserrat Catalán –jubilada hace un año del archivo presidenci­al en Poblet–, Xavier Febrés, Albert Arbos, Eduard Bonet, entre otros ilustres... Banquete en familia en el incombusti­ble Can Soteras de Barcelona: 40 años del retorno y seguimos bien, capaces, como entonces, de hablar con quienes piensan diferente.

No hay banquete sin discursos pero los de ayer fueron dos y breves, sin ínfulas, sin épica, amistosos. Nadie dio el tostón. Tampoco se anduvo por las ramas. Quizás fuesen palabras de otros tiempos pero sonaban bien.

Primero tomó la palabra Josep Maria Bricall, exrector de las UB, némesis histórico de Jordi Pujol, pesimista informado de los que creen que todo lo que marcha mal puede empeorar, octogenari­o kennedyano y conseller de Tarradella­s. Recordó que en Palau a fines de los años setenta se trabajaba con “gran respeto, se vivía sin angustias y decíamos lo que pensábamos. Todos nos tratábamos bien. No por pensar igual la gente es más amiga...”.

Curiosa observació­n esta frase última. De las que hacen eco en el interior. Se intuía una traca. Ya tiene terminado su libro Una certa distancia, retrato de una época, una parte, su vida; otra, la de Catalunya.

“Tarradella­s era un maestro en la pedagogía. Tenía tres ideas claras: hay cosas que se pueden hacer, hay cosas que no se pueden hacer y hay cosas que no se pueden hacer y además es mejor no intentarla­s”, afirmó Bricall. Me pareció entender que esto último iba dirigido al president Puigdemont (o a su antecesor). No tanto al presidente Rajoy a quien, en todo caso, le pudo haber dedicado una reflexión sobre la historia de España que la enseñaron en la infancia: “La culpa siempre era de los demás. Los culpables siempre eran Francia o Inglaterra”.

“Fue el president de todos nosotros”. Trascendía la primera persona del plural al sótano de can Soteras.

La cortesía de los reunidos era remarcable, esa forma de ser y estar algo extraviada. Los Tarradella­s han pasado unos días en Barcelona. Tienen un piso –suena a confortabl­e y reducido–...en el barrio de la Barcelonet­a. Tarradella­s Macià declinó cortesment­e a última hora del sábado la invitación del presidente Bartomeu para asistir en el palco del Camp Nou al Barça-Málaga por aquello del artículo 155. Otro día será...

Antes del almuerzo, hojeo una entrevista de Soler Serrano a Josep Tarradella­s a mediados de los años ochenta. “Como le dije antes, en Madrid hace cuatro siglos que gobiernan. Y un limpiabota­s de Madrid sabe lo que es el poder y lo que quiere decir mandar. En Catalunya la gente manda muy bien en las cuestiones de sus intereses personales. Pero en las cosas políticas ya no es lo mismo”. Son reflexione­s, nada más. Y nada menos.

El hijo del president lamenta que se haya perdido la lógica sobre “lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer”

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ÀLEX GARCIA Colaborado­res y exmiembros del equipo de Josep Tarradella­s reunidos ayer en Barcelona
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