La Vanguardia

Lo que le faltaba a la natalidad

- Joaquín Luna

Si ya nacían pocos niños en Barcelona, en Catalunya y en España, ¿qué sucederá en el 2018? Yo aventuro las peores cifras del siglo XXI y tiene su aquel que mientras todos se llenan la boca con la palabra patria la natalidad siga cayendo y al final creemos patrias sin pueblo, lo cual no deja de ser una solución al choque de trenes. –Tengo la libido por los suelos. -¡Anda que yo!

–¡Pero tú estas casado!

La gente habla estos días de angustias, insomnios, malestar y laconismos pero pocos se atreven a admitir en público lo que lamentan en privado: no hay trempera, ni siquiera matinera.

Yo sostengo que dentro de nueve meses veremos caer las cifras de natalidad en Barcelona, un daño irreparabl­e porque julio es el segundo mes en número de nacimiento­s, según cifras municipale­s del 2014.

El descenso natalicio es previsible y será otro estropicio de este sinvivir. Engendrar un niño o celebrar un campeonato del peso wélter exige dos personas animadas, en buena forma física y mucha determinac­ión. Como la del gran José Legrá cuando dijo, antes de su mítica victoria contra Howard Winstone en Gales:

–Si Dios me ayuda, lo mato. Uno también apela a la ayuda divina pero es pesimista... ¿cómo va el ciudadano a pensar de aquí a nueve meses si no sabe lo que le espera este fin de semana? Engendrar una vida requiere confianza en el futuro, un punto jotero y joie de vivre, circunstan­cias que no concurren a día de hoy, enfrascado­s en otro asalto –y no de tres minutos–: ahora esto va de derecho constituci­onal aunque los conversos legalistas sean precisamen­te aquellos que se pasaban el derecho constituci­onal por la entrepiern­a.

Llegados a este punto, el lector podrá rebelarse y argumentar que el deseo no decrece y hay nuevos catalanes en camino, con el estímulo adicional de ser los padres del primer catalán no del año sino de la República, en cuyo caso alguna entidad bancaria del país –¿hay alguien?– tendría el detalle de abrirle una cuenta corriente con un saldo de mil euros y un lote de productos de talco.

La energía se nos va por la boca, en manifestac­iones por las calles y en debates y uno detecta poca pasión conyugal o extraconyu­gal, lo cual es una mala noticia para los planes de pensiones, sea cual sea el desenlace. Mientras hablamos de si seremos Noruega, país miembro de la EFTA (algo imposible: requiere el sí unánime de los 27), los noruegos siguen a lo suyo que es vivir con frío y tener niños. Barcelona registra 8,2 nacimiento­s por cada mil habitantes y Oslo anda por los 15,8.

Endulzar la realidad con el mito de la EFTA no es un engaño sino una necesidad para algunos porque la verdad reduciría aún más el optimismo, tan imprescind­ible para que dentro de unos años quede alguien que apague la luz y diga bona nit.

Pocos admiten en público lo que tanto lamentan en privado: no hay ‘trempera’, ni siquiera ‘matinera’

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain