Calixto Bieito regresa a Obaba
El director presenta en el Lliure en euskera su adaptación de la novela de Bernardo Atxaga
Calixto Bieito dio durante bastantes años casi tantos titulares como el procés y sin embargo lleva ya un buen tiempo desaparecido de la cartelera barcelonesa. Incluso el Liceu, donde tanto triunfó, ha preferido traer ahora una producción de Un ballo in
maschera de Francia que reponer las polémicas tazas de váter bieitianas que tantos comentarios propiciaron. Un silencio barcelonés que resulta clamoroso –¿incomprensible?– si se considera que las óperas y montajes teatrales de Bieito –Miranda de Ebro, 1963, llegado con la familia a Vilanova i la Geltrú a los 15 años– siguen triunfando por todo el mundo. Ahora mismo prepara para el Barbican londinense con actores británicos una versión de la monumental Anatomía
de la melancolía de Robert Burton y colabora con el autor de moda, Karl Ove Knausgård, en una producción que estrenará en dos años, escrita por el gran autor noruego: La espera de Solveig.
“Supongo que mis obras no lleguen a Barcelona es una cuestión de calendarios, no tengo idea, tengo muchas producciones en gira, sigo trabajando en los mejores teatros y casa de ópera, no me puedo quejar”, dice Bieito, que hace ya seis años que vive en Basilea: le ofrecieron también ser director residente en Berlín y Oslo, pero prefirió la ciudad suiza, que está justo en el centro de Europa y donde vive frente al Rin. Además, el año pasado asumió la dirección artística del teatro Arriaga de Bilbao: pensó que si los directores de orquesta podían serlo de dos o tres auditorios, él, con su legendaria capacidad de trabajo, también. Y justamente regresa hoy a la cartelera barcelonesa, al Lliure de Montjuïc, con la primera obra que ha dirigido en el Arriaga: la adaptación del gran libro de Bernardo Atxaga, Obabakoak.
Serán sólo cinco días y en euskera subtitulado en catalán, y ha tenido que sacar el tiempo que no tenía para llevarla a cabo, pero Bieito está feliz. Quería que la dirigiera otra persona, pero en un determinado momento vio que no la entendía bien, y la tomó él. “Tengo una complicidad, una afinidad personal, literaria muy fuerte con Bernardo. Es un gran escritor. Y me he enamorado de la novela, la adoro, es una de las novelas más grandes de los últimos 30 años. Con una estructura no realista, atonal, muy particular. Con unas historias que lo tocan todo. Con un profundo conocimiento de las personas. Es Bernardo Atxaga 100%. Él la ha visto dos veces, aunque no ha participado porque no hacía falta: tenemos afinidades electivas. Cuando te vas a pasear con alguien por las montañas y sólo hablas de literatura, poesía, y luego de aquella casa, de aquel que se volvió loco, de aquel que no estuvo, de aquel que se cayó de la bicicleta y se mató... eso te toca. La obra además refleja parte muy importante de mi infancia y mis obsesiones. Miranda de Ebro está muy cerca de Bilbao, tiene hábitos parecidos. Él dice que veía muy reflejado el mundo de nuestra infancia en las bicicletas. Yo estaba en la bicicleta todo el día”, dice Bieito.
Y prosigue. “Obaba es todo. Pertenece a un mundo primitivo donde las personas muestran una autenticidad que incluso puede ser mezquina. Es el mundo de la búsqueda, de la locura, de las leyendas que nos explicaban de pequeños. No hagas eso que te vas a quedar tuerto. Todas las historias que nos contaban nuestros padres para explicar cosas que no podían decirnos... Obaba es muchas cosas”.
“¿Cómo se lleva a escena? Dejándose arrastrar, cogiendo las historias al azar, pensando en los actores que tenía... ‘Lo que el azar ha reunido, que el autor no lo ordene’, como dice Bernardo. Pero se ha ordenado bastante. Es una cantata para 11 voces y 11 bicicletas. Vemos las personas con sus miedos, explicando cuentos de los que entran y salen, las mezquindades de un pueblo pequeño pero sin mostrarlo, los trenes, yo me crié entre trenes... todo eso está ahí”. Entonces, ¿es muy Bieito, más que otras de sus obras? Sonríe: “Como dice Bernardo, somos un tipo de personas que necesitamos filtrarlo todo por nosotros, para bien o para mal”.
“Obaba es el mundo de la búsqueda, la locura, las leyendas que nos explicaban de niños”, dice el director