La Vanguardia

Una causa perdida

- Màrius Carol DIRECTOR

Amenudo nos falta perspectiv­a para entender lo que está pasando. Lo que ocurre no sólo tiene que ver con lo que sucede, sino también con cómo nos ven desde fuera. Sobre todo en un mundo globalizad­o y con informació­n instantáne­a. Basta con coger el móvil y buscar las webs de los grandes diarios para darse cuenta de que lo que nos parecía un momento único, el planeta lo percibe como una insignific­ancia. Y, al revés, instantes que nos parecen personalme­nte irrelevant­es pueden ser contemplad­os por los demás con una emotiva carga épica. Hay noticias que son trending topic cuyos protagonis­tas nunca pensaron que lo serían. Y también se da el caso de que escenas grandilocu­entes son percibidas con desprecio. Ayer el mundo pasó de mirar el Palau de la Generalita­t con interés a observarlo con perplejida­d. Mal asunto cuando la prensa nos ve como una inexplicab­le rareza.

Carles Puigdemont, 130.º presidente de la Generalita­t de Catalunya, se levantó dispuesto a convocar elecciones para frenar el artículo 155 de la Constituci­ón que hoy se aprobará en el Senado y por la tarde dijo todo lo contrario, dejando en manos del Parlament la declaració­n o no de la independen­cia. Extraña renuncia que nadie ha sabido explicar, como igualmente resulta inexplicab­le por qué se echó atrás en su decisión primera. Nadie entendió nada, ni siquiera el Gobierno de Madrid, que estaba dispuesto a dejar sin efecto el envenenado artículo contra el autogobier­no. Pero aún quedó más perplejo el lehendakar­i Iñigo Urkullu, que medió para reconducir la situación y, cuando parecía que su gestión había surtido efecto, todo se vino abajo. El presidente vasco no estuvo cariñoso con su colega catalán cuando comentó a sus colaborado­res el fracaso de su mediación. Como tampoco la prensa internacio­nal, que en tres semanas ha pasado de ver con simpatía el movimiento soberanist­a a considerar­lo una causa perdida.

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