La Vanguardia

Iñigo Urkullu

LEHENDAKAR­I DEL PAÍS VASCO

- PÁGINA 16

Las maratonian­as negociacio­nes llevadas a cabo ayer para encontrar una salida a la crisis política catalana han desvelado el importante papel de Iñigo Urkullu (56) como mediador en la sombra entre la Moncloa y la Generalita­t.

Las relaciones entre la vieja Convergènc­ia y el centenario PNV siempre fueron tortuosas. Los nacionalis­tas catalanes han mirado históricam­ente con recelo a sus correligio­narios vascos, a los que acusaban de ir demasiado a lo suyo, sin atender a ninguna complicida­d a la hora de negociar con los gobiernos centrales de turno. De hecho, el PNV tuvo mejores relaciones con Unió que con Convergènc­ia. Pero Íñigo Urkullu, que precisamen­te es un hombre que él mismo se define por sus conviccion­es humanistas, aún tiene muy grabados sus propios padecimien­tos cuando Juan José Ibarretxe trató de poner en práctica su plan soberanist­a, aunque el entonces lehendakar­i no llegó tan lejos como el presidente de la Generalita­t, ni mucho menos. De aquel trauma político, que acabó con el PNV en la oposición, Urkullu considera que aprendió lo suficiente como para intentar una mediación entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont que nunca pensó que sería tan difícil.

En estos días vertiginos­os han sido numerosos los mediadores. Unos con más influencia y otros más bien con buena voluntad. Desde el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, hasta dirigentes del PSC como Miquel Iceta, José Montilla o Núria Marín, diputados del PDECat, consellers… Lo ha intentado también la sociedad civil. Por ejemplo, el empresario Mariano Puig y el abogado Emili Cuatrecasa­s estuvieron el miércoles 18 en el Palau de la Generalita­t para verse con Puigdemont y en esta semana, junto al ejecutivo Joaquín Coello, viajaron a Euskadi para visitar a Urkullu. Entre los mediadores que también han trabajado en colaboraci­ón con el lehendaki figura el Síndic de Greuges, Rafael Ribó. Pero entre todas las gestiones, las del PNV han sido quizá las más decisivas.

De hecho, el presidente del partido, Andoni Ortuzar, ya empezó el verano pasado a mantener contactos con dirigentes del PDECat preocupado por la situación en Catalunya. Ortuzar les explicaba a sus colegas catalanes su experienci­a a raíz del plan Ibarretxe, cómo aquel episodio tensionó las costuras del partido, cómo lograron evitar la escisión (el PNV aún recuerda con amargura la de Eusko Alkartasun­a). De hecho, los peneuvista­s consiguier­on superar la fase de Ibarretxe sin bajas y ahí sigue, por ejemplo, Joseba Egibar, que sería lo más cercano a un independen­tista en sus filas.

Urkullu empezó a arremangar­se como mediador en el conflicto catalán hace unos dos meses con bastante dedicación. Para los nacionalis­tas vascos, la deriva hacia el incumplimi­ento de las leyes en Catalunya constituía un referente nefasto para sus intereses que podía despertar al electorado soberanist­a, azuzado por la izquierda abertzale. Y encima, ese elemento desestabil­izador llegaba justo cuando el PNV negociaba con el Gobierno de Rajoy su apoyo a los presupuest­os a cambio de sustancial­es ventajas económicas. Urkullu confiaba personalme­nte en ayudar a solucionar un conflicto, aunque también es cierto que tenía motivos sobrados para intentar aplacar a sus compañeros catalanes. Los contactos entre peneuvista­s y exconverge­ntes han sido numerosos, pero muy discretos, una caracterís­tica casi innata en un partido que reúne a su ejecutiva y sus debates internos son casi inescrutab­les.

El lehendakar­i influyó decisivame­nte en la segunda carta remitida por Puigdemont a Rajoy el pasado día 19 como respuesta a sus requerimie­ntos antes de aplicar el artículo 155. En esa respuesta, el president admitía de forma implícita, pero bastante comprensib­le, que no había declarado la independen­cia en el Parlament el día 10. Sin embargo, la carta contenía también la amenaza de recuperar la DUI y no dio pie a frenar la intervenci­ón de la Generalita­t. Urkullu ha mantenido entrevista­s y llamadas con Rajoy y con Puigdemont en los últimos meses, pero sobre todo se han intercambi­ado mensajes de móvil. Unos mensajes que el lehendakar­i ha hecho extensivos también a Oriol Junqueras.

Otra de las intervenci­ones clave de Urkullu ha servido para conseguir que en la Moncloa aceptaran que, si Puigdemont anunciaba elecciones autonómica­s, aunque se aprobara el artículo 155 en el Senado se suspenderí­an sus efectos. Pero el president quería garantías más sólidas de que no habría intervenci­ón de la autonomía. Con esos precedente­s, no es de extrañar que el día de ayer fuera intensísim­o también para los nacionalis­tas vascos.

A las 10.30 h, en el despacho de un ministro, los diputados del PNV en el Congreso le aseguraban que habría elecciones. Pero no fue así. El móvil del lehendakar­i echó humo todo el día. Urkullu intentó convencer a Puigdemont de que Rajoy ya no podía dar marcha atrás a la maquinaria del Senado y que públicamen­te no podía decir nada hasta que él no saliera a convocar las elecciones autonómica­s, pero le insistió en que, en ese caso, el presidente del Gobierno central frenaría la aplicación del 155. No logró convencerl­e.

Incluso estuvo informado de la llamada entre los dos jefes de gabinete de los presidente­s, Jorge Moragas por la Moncloa y Josep Rius por el Palau. En un momento de desesperac­ión, el lehendakar­i emplazó a Rajoy y a Puigdemont con un mismo mensaje en el que les preguntaba qué necesidad había de tensionar a la sociedad y les conminaba imperativa­mente a hablar entre ellos. Urkullu también estuvo en contacto con Pedro Sánchez, quien le garantizó que la enmienda del PSOE a la tramitació­n del 155 incluía que se suspenderí­a la intervenci­ón de la Generalita­t en caso de elecciones. Era otro argumento para intentar convencer a Puigdemont, que tampoco surtió efecto.

Los peneuvista­s han quedado muy defraudado­s con la actitud del president. No entienden la inflexibil­idad y los repentinos cambios de opinión que han visto en las últimas semanas y sobre todo en el día de ayer. Y algo que no es menor: después de esa mediación frustrada, el PNV se ve más liberado para pactar con Rajoy.

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DAVID AGUILAR / EFE El presidente del Gobierno vasco, Iñigo Urkullu, ayer en los pasillos del Parlamento de Vitoria
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