La Vanguardia

Califato sin tierra

Ofensiva en paralelo al otro lado de la frontera siria

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El último pueblo bajo control yihadista en territorio iraquí, Al Kaim –en la misma frontera con Siria– está ya bajo el fuego de las tropas regulares del ejército de Irak y de las fuerzas de movilizaci­ón popular apoyadas por Irán.

INTERNACIO­NAL

En el sueño califal del Estado Islámico (EI) ya no quedan más que chamizos. En Irak, pronto ni eso. El último pueblo bajo control de unos 1.500 yihadistas en territorio iraquí, Al Kaim –así como las aldeas que lo rodean–, en la frontera con Siria, se encuentra ya bajo el fuego del Ejército de Irak y de las Fuerzas de Movilizaci­ón Popular apoyadas por Irán. La ofensiva iraquí para extirpar al EI se produce a las tres semanas de la caída de Hawija, última urbe bajo su férula.

En paralelo, justo al otro lado de la frontera, en la gobernació­n de Deir Ezzor, el territorio sirio bajo control del EI no para de encogerse. Se trata de una zona marginada por Damasco, desértica más allá del río Éufrates. Bashar el Asad es odiado en estos parajes, lo que explica su temprana conquista por el EI y su condición de último reducto. Si en otras partes del fantasmagó­rico califato la mayoría de matarifes del EI eran mercenario­s extranjero­s, aquí no pasarían de la mitad. En cualquier caso, preocupa su rehabilita­ción. Sólo en Francia se ha contabiliz­ado el regreso de unos 240 combatient­es y esposas –más 50 niños–, 130 de los cuales están en prisión.

Tras la caída de Raqa a manos de las milicias kurdas apoyadas por Washington, hace escasos días, al EI ya no le queda ninguna ciudad en Siria. Apenas algún pueblo, como Abukamal, al que sólo una raya en la arena separa de Al Kaim, en Irak. En este sector, la ofensiva corre a cargo del ejército sirio, con apoyo ruso, fundamenta­lmente aéreo.

Esta combinació­n fue la que el mes pasado rompió el cerco de la ciudad de Deir Ezzor, tras más de tres años en los que 35 militares rusos perdieron la vida. No obstante, algunos yihadistas resisten en un sector de dicha ciudad –la mayor del este del país, y a lo largo de la ribera del Éufrates hasta la frontera.

El desmoronam­iento del Estado Islámico está provocando una carrera por el oro negro entre sus rivales. Es el caso de los pozos de Al Omar, los más importante­s de Siria –aunque sus 30.000 barriles diarios de antes de la guerra estén muy por debajo de los volúmenes iraquíes. Allí las Fuerzas de Defensa Siria, apoyadas por Washington, llegaron antes, el pasado domingo. Aunque está por ver hasta cuándo pueden las milicias kurdas retener territorio en áreas netamente árabes. Sus retratos de Öcalan, el jefe del PKK encarcelad­o en Turquía, no les ayudan.

Deir Ezzor no sólo es estratégic­a por su agua y petróleo, sino también por ser lugar de paso casi obligado entre Irán y el Mediterrán­eo, en una ruta que cruza Irak, Siria y Líbano, todos ellos países en los que los aliados de Teherán están en el poder. Una pesadilla para saudíes e israelíes.

Rex Tillerson, secretario de Estado de EE.UU., llamó el pasado domingo en Riad a que la presencia iraní en Irak termine tan pronto como el EI sea derrotado. Pero el presidente iraquí, ayer en Teherán, no está por la labor.

Mientras tanto, se han recrudecid­o los combates en el norte kurdo de Irak, donde Masud Barzani mantiene a sus mejores unidades de peshmergas, en la protección del oleducto con Turquía que tanta riqueza le reporta.

Finalmente, la coalición occidental reconocía ayer 751 víctimas civiles en sus bombardeos contra el EI en Siria e Irak, desde el 2014, muy por debajo de los 5.637 computados por Airwars.

El desmoronam­iento del EI abre el debate sobre qué hacer con los yihadistas retornados

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AHMAD AL-RUBAYE / AFP Un soldado iraquí en el norte kurdo, donde se recrudecen los combates

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