La Vanguardia

Horas de infarto

- Pilar Rahola

De todo, menos aburrido. No hay duda de que el proceso catalán ha entrado en su fase más intensa y sorprenden­te, con movimiento­s eróticofes­tivos que van del orgasmo a la marcha atrás, y vueltas a la alegría.

Vivimos en un Dragon Khan de nervios, emociones, enfados, alegrías y el resto de sinónimos sandunguer­os. Y si no fuera porque nos estamos jugando mucho todos (y todos es todos), este artículo podría mantenerse en el tono jocoso, no en vano el humor es un escape eficaz de la realidad.

Pero no será posible. El momento es trascenden­te y muy delicado. Y en este punto, a la espera de acontecimi­entos en ambas cámaras del puente aéreo, me parece pertinente poner en valor lo que ayer intentó el president Puigdemont. Con una previa: la reflexión no parte de las ideas propias, ni del análisis de las ajenas, porque cada cual tendrá su opinión sobre el intento de convocar elecciones para poder frenar el desastre del 155. No, es una reflexión sobre la voluntad que lo movió y la valentía que demostró. Puedo asegurar, porque me consta, que la preocupaci­ón que tenía el president a la hora de valorar la opción electoral no eran sus riesgos personales si avanzaba en la independen­cia,

El PP confunde la tregua con el miedo y la negociació­n con la debilidad: la política sobre el caballo

ni ningún atisbo de debilidad en la ruta, a pesar de que era probable que el PP y adosados lo valoraran de esa guisa porque siempre confunden la tregua con el miedo y la negociació­n con la debilidad. Es lo que tiene la política cuando se hace desde arriba del caballo.

Al contrario, Puigdemont demuestra una insólita determinac­ión en sus postulados y una resiliente capacidad para sobrevivir a las tempestade­s, de manera que no se trataba de él y de su posición, sino del análisis de los riesgos para el global del país. Y debía intentarlo.

Debía intentar agotar cualquier vía que impidiera el atropello a las institucio­nes catalanas y al conjunto de la sociedad, y si para ello era necesario servir su cabeza en la bandeja, estaba dispuesto a hacerlo, siempre que fuera un sacrificio eficaz para evitar el desastre. Sólo hacía falta que “el otro lado” hiciera un gesto en la misma dirección, con la voluntad de distender la presión. Fue al contrario: interpreta­ron el gesto como una flojera del president, atisbaron la victoria militar a la que aspiran y no cogieron el guante de la distensión. Quizás porque siempre soñaron con este momento de atropello a Catalunya.

Si nadie lo remedia, pues, el choque está servido, y no será bueno para ninguno de los lados, porque lo de la independen­cia, sin el aval internacio­nal, es muy complicado para Catalunya, pero lo de intentar arrasar las institucio­nes catalanas va a ser imposible para España. En cualquier caso, en estos días en los que vivimos peligrosam­ente, cabe valorar la voluntad de un president que antepuso la preocupaci­ón por su país a su gloria personal. Sólo necesitaba que en el otro lado también hubiera un estadista.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain