Tristeza líquida
Paso a paso va andando el otoño. Chubascos. Las intermitencias del frío. La luz y el día menguando. Y ya al caer, el día de Difuntos. Los colores apaciguándose camino del gris. El aniversario de Companys en la memoria. El relente invisible del cementerio. Cuarenta años de Tarradellas. El alma se empieza a escarchar. La estación de las depresiones. La tristeza líquida –la tristeza siempre es líquida–, como la lluvia y las lágrimas. Húmeda como el moho, el sollozo y la acuarela.
La tristeza de la ilusión embargada a millones de personas por la guadaña de un número, de una cifra que, ya para siempre, será trágica. 155. El fracaso de la razón y de la política. La frustración irreparable. La triste prórroga de algunos viejos que han perdido en dos ocasiones y que creían –por lo que fuere– que “ahora sí”. Y la tristeza de los jóvenes que contarán haber vivido prisioneros de un paréntesis de fiesta, calle e ideales sin elaborar. Hemos llegado a un punto en que casi ya dan igual los matices o los lamentos coléricos. Malestar, angustia y mal cuerpo en los ciudadanos. Qué fácil es encogerse de hombros ante una clara evidencia: todos hemos perdido. La tristeza y la depresión poco a poco impondrán su ley, pero la implacable memoria regurgita antiguos estados de excepción, la Assemblea de Catalunya, el encierro en los Caputxins de Sarrià, intelectuales y artistas recluidos en Montserrat, censura informativa, encarcelamientos, persecución de nuestro idioma. Miedo, pena y esperanza.
Otra vez, y van… “Las dos Españas” de Machado, La Pell de Brau de Espriu, que tan pocos entendieron. El ruedo ibérico y la gran reserva de odio entre hermanos. En la intrahistoria, un panorama negro, desagradable y triste. “Apasionante” dirán que fue averiguadores futuros y los que resigan nuestra historia. ¿Apasionante? Los pintores saben que el negro no es precisamente un color apasionante. Los asuntos civiles son un gran material literario, de estudio e incluso susceptibles de ser poetizados. Muchos implicados habrán hundido sus biografías. Otros su prestigio. Algunos han sido incapaces de encontrar una salida. Una vez más la ciudadanía, la calle y sus peligros han esgrimido ejemplarmente sus fervores. Que esta tristeza líquida que nos abraza no nos impida salvar el país, ni a sus ciudadanos. Ni a sus instituciones. Pasaremos una mala temporada. Sí, de líquida tristeza.