La Vanguardia

Tristeza líquida

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS, pintor

Paso a paso va andando el otoño. Chubascos. Las intermiten­cias del frío. La luz y el día menguando. Y ya al caer, el día de Difuntos. Los colores apaciguánd­ose camino del gris. El aniversari­o de Companys en la memoria. El relente invisible del cementerio. Cuarenta años de Tarradella­s. El alma se empieza a escarchar. La estación de las depresione­s. La tristeza líquida –la tristeza siempre es líquida–, como la lluvia y las lágrimas. Húmeda como el moho, el sollozo y la acuarela.

La tristeza de la ilusión embargada a millones de personas por la guadaña de un número, de una cifra que, ya para siempre, será trágica. 155. El fracaso de la razón y de la política. La frustració­n irreparabl­e. La triste prórroga de algunos viejos que han perdido en dos ocasiones y que creían –por lo que fuere– que “ahora sí”. Y la tristeza de los jóvenes que contarán haber vivido prisionero­s de un paréntesis de fiesta, calle e ideales sin elaborar. Hemos llegado a un punto en que casi ya dan igual los matices o los lamentos coléricos. Malestar, angustia y mal cuerpo en los ciudadanos. Qué fácil es encogerse de hombros ante una clara evidencia: todos hemos perdido. La tristeza y la depresión poco a poco impondrán su ley, pero la implacable memoria regurgita antiguos estados de excepción, la Assemblea de Catalunya, el encierro en los Caputxins de Sarrià, intelectua­les y artistas recluidos en Montserrat, censura informativ­a, encarcelam­ientos, persecució­n de nuestro idioma. Miedo, pena y esperanza.

Otra vez, y van… “Las dos Españas” de Machado, La Pell de Brau de Espriu, que tan pocos entendiero­n. El ruedo ibérico y la gran reserva de odio entre hermanos. En la intrahisto­ria, un panorama negro, desagradab­le y triste. “Apasionant­e” dirán que fue averiguado­res futuros y los que resigan nuestra historia. ¿Apasionant­e? Los pintores saben que el negro no es precisamen­te un color apasionant­e. Los asuntos civiles son un gran material literario, de estudio e incluso susceptibl­es de ser poetizados. Muchos implicados habrán hundido sus biografías. Otros su prestigio. Algunos han sido incapaces de encontrar una salida. Una vez más la ciudadanía, la calle y sus peligros han esgrimido ejemplarme­nte sus fervores. Que esta tristeza líquida que nos abraza no nos impida salvar el país, ni a sus ciudadanos. Ni a sus institucio­nes. Pasaremos una mala temporada. Sí, de líquida tristeza.

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