Bailando con ellos
Preocupada por la fragilidad de su arte en plena inestabilidad política, Sol Picó lleva al Mercat su ‘Dancing with frogs’, sobre la masculinidad
Sol Picó posee esa fortaleza vital a la que vientos y mareas no lograrían jamás doblegar. Y mira que lo intentan. Porque tras esos años de crisis que fueron especialmente duros de superar en el sector de la danza, el actual panorama político tampoco ayuda a la coreógrafa alcoyana a una estabilidad. El Govern está expectante. A los artistas no se les plantea nada, ni que se detengan. “Vamos tirando”, apunta Picó. Y confiesa que le preocupa “que las cosas se muevan tanto que tengamos que tomar una decisión drástica: nuestra profesión es frágil y un bajón económico no sé si lo aguantaríamos... Tras 30 años ya de profesión, 23 con la compañía, estoy un poco cansada. Pero si me tengo que ir no será a Madrid, sino a Alcoi”.
A pesar de estar activa en el contexto de protesta ciudadana, la también bailarina y premio Ciutat de Barcelona 2015 dice mantenerse en actitud “observante”. “Barcelona es mi segunda casa, soy fan de los catalanes y de Catalunya, pero no he nacido aquí”. Y añade: “Me preocupa que en el mundo cueste tanto dialogar. Creo que eso forma parte del patriarcado, del sistema capitalista, del por mis cojones, del a ver quién la tiene más larga”.
La frase entronca con el asunto que esta quincena la trae al Mercat de les Flors por partida doble: con We Women, hasta el domingo, y con la segunda parte de ese trabajo sobre el mundo femenino y el mundo masculino, Dancing with frogs, que se estrena aquí la semana próxima tras haberse visto ya en Temporada Alta.
“Mi objetivo era profundizar y reflexionar sobre la masculinidad, experimentar, ver qué misterio tiene que acaba resultando de esa forma. Y también sobre el poder de atracción, porque da rabia decirlo pero despierta mucho interés, tiene un atractivo muy poderoso”.
No era su intención participar en el espectáculo, pues mientras en la danza teatro de We women Picó se mezcla con mujeres de diferentes culturas que tienen su propia compañía y su propio lenguaje, en Dancing with frogs la coreógrafa quería que los hombres profundizaran solos en el tema, que lo bailasen, y que hubiera dosis de fisicalidad...
“Pero al final bailo yo también, mi parte masculina entra a empatizar con ellos, porque también yo tengo una gran energía masculina, me entiendo bien con esa parte de mí y me encanta sacarla”, comenta. “En el fondo trabajo en esas dos reflexiones porque me interesaba dividir los mundos para analizarlos, pero lo importante es la persona”.
Ciento veinte vídeos le llegaron a Picó a la hora de seleccionar a los actores, músicos, cantantes que participarían en este espectáculo. “Les preguntaba si eran el hombre nuevo del siglo XXI. Y recibí cosas que me hicieron flipar, la gente no tiene ningún pudor”. A medida que las audiciones avanzaban, dice, el trabajo fue curioso y hermoso: “Parece que la fragilidad y la vulnerabilidad no están tan a flor de piel, pero aquí se han visto. Y no pasa nada”.
¿Y se ha destapado algún tabú con Dancing...?
Tabú no; mi carácter alcoyano hace que si tengo algo por ahí dentro lo acabe soltando. Pero sí que observo que con el paso de la vida, con la experiencia, duelen mucho más las situaciones cotidianas donde la masculinidad se impone. Supongo que antes me enteraba menos, pero ahora es que no paso ni una: es un ‘no me cuestiones porque no tengo que dar ninguna explicación y basta’. Tiempo atrás, cuando me enfrentaba a una comisión me encontraba a menudo con eso, la mirada por encima del hombro. Ahora ya no tengo ganas. Que te guste o no lo que hago es otra historia, pero cuidado con las miraditas. Eso sigue pasando y no puede ser, hay que curarlo. Y aquí los frogs (ranas) son ellos mismos hablando de eso. Es hermoso que salga”.
“Da rabia decirlo, pero la masculinidad despierta gran interés, tiene un atractivo muy poderoso”, dice Picó