Elefantes blancos
Barcelona’92 defiende el espíritu ‘low cost’ de sus Juegos en un olimpismo cuestionado por el gigantismo, la corrupción y el despilfarro
Es un gran día para Barcelona, y lo que es bueno para Barcelona es bueno para España Pasqual Maragall, 17 de octubre de 1986
El lector se preguntará: ¿qué es un elefante blanco?
Un elefante blanco es una posesión inútil y cara, y de la que nos es difícil desprendernos. En el argot olímpico, un elefante blanco podría referirse a un estadio. O a un gran pabellón. O a la villa olímpica...
Aquella noche del 17 de octubre de 1986, los barceloneses salían a las calles: Barcelona iba a ser olímpica, y el alcalde Maragall se había asomado a las fuentes de Montjuïc.
–Allí, ante miles de personas, Maragall ofreció aquel discurso brevísimo, no conservo otro tan breve. Dijo que aquel era un gran día para Barcelona, y que lo que era bueno para Barcelona lo era para España –recordaba ayer Enric Truñó.
Truñó, que intervenía en el Fòrum Olímpic del INEFC de Barcelona, era entonces el concejal de Deportes del Ayuntamiento. Y también el responsable de los Juegos del 92.
Barcelona había ganado aquella votación. Y en el camino se habían quedado París, Amsterdam, Belgrado, Brisbane y Birmingham. La batalla había sido dura. La elección de una sede era una fiesta.
No como ahora...
Hace un mes, el Comité Olímpico Internacional (COI) otorgaba dos Juegos de un tirón. Los del 2024 irían a París. Y los del 2028, a Los Ángeles. La decisión se había tomado en Lima, en una maniobra sin precedentes, se diría que inevitable: no había más candidatas...
Hace diez días, el Tirol suizo concurría a las urnas. Se preguntaba: “¿Quieren los ciudadanos postularse como candidatos a los Juegos de invierno del 2026?”.
El referéndum dijo que no, por un 53,35%. Y el COI sigue vagando por el mundo, en busca de sedes para el 2026.
–¿Por qué está pasando todo esto? –se preguntaba ayer Pere Miró, director adjunto del COI–: entre otros motivos, porque abunda la idea de que el COI exige 500 puntos a las candidatas, y luego, tras 16 días de competiciones, se marcha sin dejarle nada a cambio a la ciudad... Nuestra misión es la de explicar que esto no es así. Debemos demostrar que no queremos elefantes blancos y tampoco costes desproporcionados.
Truñó corroboró el discurso. Lo hizo ofreciendo dos ejemplos: Barcelona’92. Y Los Ángeles’94.
Dos modelos de Juegos low cost. –Organizamos Barcelona’92 sin móviles, sin internet y sin GPS –contaba Truñó–. Y nos salieron ejemplares. A su cierre, The New York Times titulaba: ‘Barcelona won gold (el oro fue
LA DEFINICIÓN
En argot, un elefante blanco es una posesión difícil y cara de la que nos es difícil desprendernos
CONSEJOS DESCARTADOS
“Nos dijeron que no dejáramos el Estadi en la montaña, y que la vela se fuera a Palma”, dijo Lluís Millet
para Barcelona)’. Nelson Mandela confesó haberse inspirado en Barcelona’92 para organizar el Mundial de rugby en Sudáfrica (1995). Los Juegos de invierno de Turín 2006 nos tomaron como referencia...
–Les ofreceré números –añadió Lluís Millet, responsable de infraestructuras del Comité Organizador de Barcelona’92–: casi todo Barcelona’92 se celebró en un círculo de cinco kilómetros a la redonda. Y eso que habíamos descartado alguna buena oferta.
Dijo que algunos consejeros internacionales les habían recomendado que llevaran el Estadio Olímpico a Gavà.
–‘Pero nunca lo instaléis en una montaña’, nos dijeron. También sabíamos que el Rey quería llevar la vela a Palma. Y una empresa foránea nos ofreció levantar un puerto olímpico en la Costa Brava. Como se sabe, descartamos todo eso. La ciudad debía prevalecer. Y queríamos contener los costes.
Remodelar el Estadi Olímpic de Montjuïc costó 50 millones de euros, dijo Millet. Madrid se ha dejado 350 millones en el Wanda Metropolitano. Atenas gastó 265 millones en su estadio olímpico. Reformar Wembley para Londres 2012 se elevó a 930 millones.
–El Parc del Segre, en La Seu d’Urgell (sede de las aguas bravas), costó 6,5 millones. Y la instalación se mantiene en uso. Atenas invirtió 30 millones en el Helliniko White Water. Hoy está abandonado. Londres se dejó 45 millones en el Lee Valley White Water...
Truñó ofreció el listado de virtudes de Barcelona’92. Enumeró las rondas (“eliminaron el 19% del tráfico rodado en el centro”), la apertura de la Diagonal, la recuperación del mar y del Besòs, la ampliación del aeropuerto, la revisión de Ciutat Vella, el 22@, el Fòrum, el Port Vell...
–Pero también se multiplicaron las desigualdades entre unos barrios y otros. Y ese es el caldo de cultivo de lo que estamos viviendo en estos últimos meses.