Pausa dominical
Me reitero en mi vocación de descanso dominical, convencida de la sabiduría bíblica del sabbat judío y de su copia cristiana. Al menos un día a la semana de respiro, para relajar la política, bucear en lo profundo y arañar algún rincón del alma. Pero hay que reconocer que la situación no está para descansos, que cada día es un año y que, perpetrado el choque, entramos en el agujero negro de la incertidumbre.
¿Cómo no hablar de la República promulgada, del 155 avalado y de las consecuencias de todo ello, negada toda posibilidad de establecer un territorio dialogado? Cómo no…, pero que sea mañana, y pasado, pero que hoy haya un armisticio. Si nos regaláramos algunas pausas, quizás encontraríamos los diccionarios perdidos.
Por lo pronto, este insólito domingo de octubre –Catalunya tiene una extraña vocación por los octubres– no parece pausado. En las casas, y en las calles y en el murmuro del aire, en todas partes se respira la intensidad de lo vivido, las amenazas que se ciernen, las preguntas que se formulan y las respuestas que nadie conoce… En la Catalunya promulgada, las emociones estallan en banderas al viento y nostalgia de los
Estallido de euforia, larvado en siglos de perseverancia y concretado en un momento para la historia
que ya no están y se sentirían felices. Se respira una dignidad recuperada, una sensación de nación con la cabeza alta, de haber hecho lo que hacen los pueblos civilizados, en la Europa de las civilizaciones: persistir en la voluntad de ser, de estar, de escoger.
Es un estallido de euforia, larvado en siglos de perseverancia, que se concreta en un momento para la historia. Por supuesto, en algún rincón de la consciencia se contiene la alegría, no en vano hay trompetas de batalla y está anunciado el bofetón. Alguien hace una broma: “El 155 prohíbe los panellets para Todos los Santos. Solo se permitirán las castañas”. Y a reír, que son dos días, y en uno hemos declarado la República.
En la Catalunya unionada también hay euforia, pero no es una euforia republicana sino de Constitución en mano, o en puño, que para eso el poder está de su lado. “A por ellos”, gritan en las redes profundas y algunas se emocionan con la foto de Puigdemont tras las rejas, emulando a Companys. También ahí hay mucha hambre de algo, y no es de diálogo, no en vano España es una, inmortal e indivisible. Y quien se mueve del mapa, le cae encima el martillo divino. Pero también ahí, en alguna zona del cerebro, palpita el miedo: esto de arrasar Catalunya no será tan fácil.
Y luego están los de la Catalunya del medio, que es como la Bodeguita, pero sin Cuba. Reclaman el diálogo, el federalismo para más tarde, el ya lo dije, el ni lo uno ni lo otro, y qué solos estamos los que queremos entendernos. Y puede que sí, pero tampoco, porque no todos los del diálogo practicaron el tal cuando Catalunya empezaba a mostrar cansancio.
Y así pasamos el domingo, sin pausa y con prisa, acelerados hacia algún lugar, aunque nada sabe hacia dónde.