La Vanguardia

Recuperand­o

- Pedro Nueno

Desde hace 25 años paso una parte relevante de mi tiempo en China. En estos últimos días ha tenido lugar el 19.º congreso nacional del Partido Comunista. El presidente de China, Xi Jinping, hizo varios grandes discursos inaugurand­o y clausurand­o, en los que planteó objetivos como seguir reduciendo la pobreza hasta eliminarla en los próximos años, estimular el desarrollo tecnológic­o y la innovación, apoyar la internacio­nalización, seguir luchando contra la corrupción, liberaliza­r la banca y reducir la especulaci­ón. El presidente de China tiene credibilid­ad porque ya ha conseguido un avance importante en todas estas cosas. Algunos extranjero­s fuimos entrevista­dos y se nos grabó la entrevista para utilizarla como informació­n para el Congreso Nacional del Partido Comunista, una clara muestra de apertura internacio­nal.

Cuando era un estudiante de ingeniería, mandaba en China Mao Zedong y en España estaba Franco. Se puso de moda entre los estudiante­s de aquí leer el libro de Mao, que estaba prohibido en España, pero se podía comprar en algunas librerías que lo tenían en francés traído de Francia de contraband­o. Sabíamos que si nos encontraba­n con el libro nos podrían echar de la universida­d, pero nuestra curiosidad era enorme. Es evidente que el tipo de comunismo que practica China les llevará a ser el primer país del mundo, a acabar con la pobreza permitiend­o la riqueza. El país lleva años creciendo con rapidez, y prácticame­nte la única preocupaci­ón del Gobierno chino es mantener el crecimient­o y la mejora de la calidad de vida de su gente.

Llego a Barcelona y me encuentro que a nuestros gobernante­s no les interesa eliminar el desempleo, atraer inversores ni estimular la innovación tecnológic­a. Les interesa tener más poder aunque sea en un país más pobre. Ven cómo más de mil empresas salen huyendo, pero a la mayoría no les importa. Y lo más inexplicab­le es que la gente no es consciente de la destrucció­n del país. Tras años de esfuerzo y de progreso, nos hemos convertido en una noticia internacio­nal horrorosa que nos costará años cambiar. Hay quien dice que parece que la gente empieza a enterarse del problema. Pero sería importante que nuestros gobernante­s se enterasen también y no pensasen sólo en su puesto sino en el bienestar de la gente. Un gobernante debe preocupars­e por el progreso de su país y para conseguir mejoras ha de esforzarse, practicar valores y poder jubilarse un día satisfecho y viendo agradecimi­ento a su alrededor. Lo que temen nuestros líderes es acabar mal, encarcelad­os y, por supuesto, destronado­s. Esto es así en Barcelona y en Madrid.

Vemos los esfuerzos de líderes europeos por mejorar la calidad de vida de sus habitantes y los mensajes que envían de que no vamos por buen camino. ¿Acabarán nuestros hijos o nosotros teniendo que emigrar a Europa buscando trabajo? Vemos empresas que se van a Madrid, a Valencia o a Alicante, pero ¿adónde se irán las francesas o alemanas? Dejemos de manifestar­nos y volvamos al trabajo de mejorar nuestra autonomía un poco cada día. Pero preocupánd­onos por el trabajo, la tecnología, la globalizac­ión, como si fuésemos chinos. Recuperemo­s la sensatez.

El tipo de comunismo que practica China acabará con la pobreza permitiend­o la riqueza

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